La obsesión de
Estados Unidos por controlar toda América Latina y el Caribe ha sido una
constante desde mucho antes de que se fundara el 30 de abril de 1948 la
Organización de Estados Americanos (OEA).
Las raíces de la
organización hemisférica están profundamente ligadas a las de Estados
Unidos ya que fue creada para servir a los intereses hegemónicos de la
“potencia colonial” en la búsqueda de dominar a los países de Nuestra
América. Sus antecedentes son el llamado Destino Manifiesto y la
Doctrina Monroe.
Desde las trece colonias hasta el siglo XXI,
el Destino Manifiesto ha mantenido la convicción de que Dios eligió a
Estados Unidos para ser una potencia política y económica, una "nación
superior" y así se fue adueñando de territorios con diferentes artimañas
o guerras.
La expresión fue expuesta por primera vez en 1845,
por el periodista John L. O'Sullivan quien escribió en la revista
Democratic Review de Nueva York: "El cumplimiento de nuestro destino
manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido
asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de
libertad y autogobierno..."
El enunciado fue adoptado por el
entonces presidente James Knox Polk, impulsor de la guerra contra México
en 1846-48, para anexar a Estados Unidos más de la mitad del territorio
Mexicano.
La Doctrina Monroe (América para los americanos o
mejor dicho para los norteamericanos) fue elaborada por el sexto
presidente John Quince Adams en 1823 y anunciada con anterioridad por el
quinto presidente James Monroe, dirigida principalmente a las potencias
europeas con la intención de que Estados Unidos no toleraría ninguna
interferencia o intromisión de las potencias europeas en América.
Su implementación hacia la región se desbocó a finales de 1889 al
convocar el vigésimo tercer presidente Benjamín Harrison a la Primera
Conferencia Panamericana.
De entonces a la fecha se sucedieron
ocho conferencias similares, tres reuniones de consulta y varias
reuniones sobre temas especiales, estableciéndose así el avance de la
penetración económica, política y militar de los Estados Unidos en
América Latina.
En aras de esa Doctrina, Estados Unidos ha
intervenido más de un centenar de ocasiones en las naciones
latinoamericanas o ha propiciado golpes de estado contra gobiernos
progresistas y hasta atentados y asesinatos contra líderes nacionalistas
en la región.
La OEA, con diseño y reglas confeccionadas por
Estados Unidos vino a redondear la política de control que Washington ha
mantenido por más de un siglo sobre América Latina.
Como
reafirma un viejo refrán, el que paga manda, y la organización se
confeccionó a la medida de los intereses del gigante del norte.
Por tanto, las ataduras para toda la región se vieron reforzadas porque
el principal financista ha sido Estados Unidos que según datos
oficiales aporta casi el 60 % del presupuesto y tiene los votos a favor
para imponer sus directrices. Otro 30 % corre a cargo de sus socios
menores, Canadá, Brasil y México, mientras los restantes 30 miembros lo
hacen en conjunto para un 10 %.
Un ejemplo reciente fue cuando
en marzo de este año, el secretario de Estado, Mike Pompeo, anunció en
rueda de prensa que su país reduciría su aporte a la organización para
las campañas a favor del aborto y enfatizó que “las instituciones de la
OEA deberían estar concentradas a encarar las “crisis de Nicaragua, Cuba
y Venezuela”.
Otro dato de esta realidad es que el 80 % del
presupuesto del Sistema Interamericano de Derechos Humanos de la OEA lo
entrega Washington, y de ahí que éste refleje las prioridades políticas e
intereses de La Casa Blanca.
Al aportar el mayor
financiamiento, Estados Unidos también ha impuesto siempre al candidato
que ocupará la presidencia de la organización, después de que sus
servicios de inteligencia analizaran la idiosincrasia y posición
política de los candidatos.
Ahora la obsesión de Estados Unidos
es derrocar a los legítimos gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y
Bolivia y para esos fines, además de fuertes campañas de desinformación,
utiliza a su principal maquinaria para la región: la OEA dirigida por
el funesto Luís Almagro.
Pero recordemos que otro adagio asegura que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario