Rebelion.
Lillian Oviedo
Quien pretenda contribuir a concientizar a las mayorías en torno a la necesidad de un ejercicio independiente y honesto del periodismo, deberá tener en cuenta que para ello es preciso hacer visible el sello clasista de la podredumbre. Los periodistas corruptos son agentes de la corrupción, y su inserción en el esquema de poder depende del nivel de sus vínculos con los organismos de poder y con las asociaciones empresariales.
En las exposiciones sobre el tema, muy abundantes en los medios de comunicación dominicanos en ocasión del Día Nacional del Periodista (así se denomina el 5 de abril en el Decreto 74-94, que instituye el Premio Nacional de Periodismo), se deja sentir, no siempre en forma sincera, la condena a los comunicadores que venden sus plumas, pero se deja de lado el problema de fondo.
Un oficio, un empleo
El mejor oficio del mundo (es indiscutiblemente cierta la opinión de Gabriel García Márquez) es ejercido en República Dominicana en condición de patrono, de empleado o de ejecutivo representante del patrono.
Es de rigor, entonces, reconocer la vinculación entre la creciente prostitución del ejercicio y el avance en el proceso de unificación de la clase dominante después de la intervención yanqui en abril de 1965.
Con la muerte de Trujillo, la prevalencia del diarismo oficialista y de las emisoras con el mismo corte, fue sustituida por la de los medios nacientes.
La expresión de la capa media de la población se hizo sentir, y las rivalidades entre grupos de poder por el control de los bienes que pasaron a ser propiedad del Estado tras formar parte del enorme patrimonio del dictador, dieron lugar a una diversidad que se movía entre lo real y lo aparente.
La censura procedente del Estado era fuerte y opacaba en muchas ocasiones a la autocensura. Era opacada del mismo modo la censura previa generada por intereses de clase.
El nivel de avance que ha alcanzado la unificación de la clase dominante condujo a la desaparición de la manzana de la discordia, que era el patrimonio estatal, pero también condujo a evidenciar el control de clase sobre el ejercicio del periodismo, a acentuarlo y a “modernizar” las formas de coerción.
Lo que se ve y lo que no se ve
Los medios de comunicación en República Dominicana están en manos de grandes consorcios, es una realidad.
Por eso, la prostitución del ejercicio no puede atribuirse sencillamente a la mala actitud de ciertos comunicadores. La corrupción en gran escala y, peor aún, su aceptación como norma o siquiera como mal necesario, no se genera a partir de una suma de individuos, sino a partir de un proyecto sectorial o de clase.
Esto último es lo que no siempre se hace visible.
A invisibilizar este fenómeno contribuyen incluso comunicadores que, en otros aspectos, son o han sido contestatarios.
Cuando un comentarista (o una comentarista) destaca la tolerancia del presidente del consorcio que controla la emisora o el diario desde el cual es transmitido su comentario, reconoce tácitamente que depende de esa voluntad la naturaleza de su ejercicio.
Comentarios de este tipo se escuchan y se leen con frecuencia en los medios de República Dominicana.
En términos esenciales, no se trata, entonces, de un ejercicio independiente.
Además, se siente la presencia de la autocensura, porque inevitablemente, alguna forma de censura acompaña este reconocimiento.
Y no se menciona la censura ejercida en forma sutil. Esa censura se produce mediante la interacción con los “colegas” que han alcanzado puestos directivos debido a la identificación con quienes controlan el consorcio propietario.
“Debemos protegerte de grupos probadamente violentos”. “Debemos protegernos de una demanda millonaria que nos obligaría a cerrar el medio y a dejarte sin empleo”. “No es oportuno que te pronuncies en esos términos. El dueño está relacionado con esta persona o con este grupo…”.
Estas frases las pronuncian con frecuencia los periodistas en calidad de representantes de los propietarios y los periodistas propietarios y copropietarios.
Se dirigen a los periodistas empleados, a los asalariados por diversas vías y a quienes obtienen asignaciones permanentes o provisionales por ser redactores o comentaristas en determinados medios.
La asociación de clase traspasa, pues, lo económico.
Alianza non sancta
Es un medio con estos propietarios y sus consiguientes cuadros el que forma el periodista despojado de la ética.
La inclusión de los comunicadores en nóminas de instituciones públicas y la consecución de favores políticos a través de su conversión en pluma o voz mercenaria, ha sido no solo consentido sino también auspiciado por los consorcios que controlan los medios.
En un principio, fue un recurso para mantener deprimidos los salarios, algo a lo que son apegados los dueños de grandes medios en el país.
Hoy, es el reflejo de la asociación entre la corrupción en el sector público y la corrupción en el sector privado. Politiqueros empresarios y empresarios que por definición son políticos y por degeneración son politiqueros, sacan beneficio al Estado y dan participación en el saqueo a los bienes públicos a comunicadores dispuestos a defender sus intereses.
La participación de los periodistas en este marco de entendimiento es decidida por los dueños del capital, condición que podrían alcanzar algunos comunicadores en un momento determinado, pero siempre recordando que la protección que reciben de la clase dominante no es necesariamente permanente porque no es incondicional.
La basura acumulada
Durante el gobierno de los doce años de Joaquín Balaguer, los periodistas económicamente privilegiados eran objeto de rechazo, porque era evidente que el privilegio emanaba de la misma fuente de la cual emanaron las balas que segaron vidas decorosas como las de Orlando Martínez o Guido Gil.
En los gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano otros periodistas se fueron integrando a los puestos públicos y convirtiéndose en beneficiarios de la corrupción pública y de la integración del saqueo ejercido desde el sector privado.
En los diez años (1986-1996), cuando la enorme corrupción, la represión y la sangre de la gente pobre eran manchas evidentes en la bandera del PRD, las dádivas balagueristas alcanzaron a mayor número de comunicadores, quienes se presentaron entonces como tecnócratas o apolíticos, pero sirvieron a la corrupción y a la impunidad y se sirvieron del sistema sustentado en ellas.
Los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana han abierto las arcas a muchos comunicadores y han profundizado, fortalecido y aportado fundamentos a la alianza con los dueños de medios y con los consorcios, contribuyendo también a la labor de “domesticación” del personal que trabaja en el área de la comunicación.
Muchos periodistas, con su fuerza de trabajo venden sus firmas, y estampan elementos de propaganda a favor del consorcio.
Venden sus firmas, porque son favorecidos con contratos del Estado y con la asignación de tareas por las cuales reciben jugosos pagos y ascenso social.
Venden de ese modo su credibilidad, su dignidad y otras prendas esenciales, pero pasan por alto el detalle.
Conservan el empleo y la aceptación en los medios donde se produce y se procesa la información.
La toma de posiciones
Son creadas a pulso las condiciones para que no se convierta en escándalo el dictado no reconocido en las salas de redacción.
Porque del mismo modo, no tienen los corruptos la condena pública que una información veraz y objetiva en los medios les pudiera procurar, y la impunidad se torna también normal.
En las oficinas de relaciones públicas de funcionarios y asociaciones empresariales laboran periodistas quienes tienen entre sus tareas seleccionar a los “colegas” que asistirán a los encuentros con sus jefes.
En las salas de redacción y en los organismos directivos de emisoras y diarios, esto también es normal.
¿No es esta aceptación una toma de posición y un aporte a la podredumbre? ¿No lo son, acaso, las entrevistas pautadas y el silencio en torno a ciertos temas?
Hay que decir también que el contubernio tiene un carácter global.
En estas condiciones, los grandes medios globales trazan las pautas.
Y encontramos en el medio periodistas contestatarios y defensores de la democracia que lanzan lodo contra los gobiernos progresistas, porque tienen que seguir la pauta de las grandes corporaciones para ser potables en sus medios.
Porque si no es escandalosa la corrupción en el entorno y la inserción en ella de los dueños de las corporaciones que controlan los medios, no lo es tampoco la acción imperialista global, y se puede seguir haciendo pasar como algo ajeno la imposición extraterritorial de leyes por parte del Gobierno de Estados Unidos con el objetivo de imponer el atraso político en Cuba y en Venezuela.
Comunicadores aparentemente contestatarios que se autodefinen como luchadores por la democracia, echan lodo a los gobiernos progresistas, porque asumir otra posición no solo no es rentable sino que además merma su potabilidad en los medios.
La clase dominante ha impuesto una definición de diversidad que no es tal cosa, cuando los partidos, lejos de afianzarse en la condición de partidos, se convierten en aposentos de lacras y en lavadores de la imagen de los saqueadores.
Definen como diversidad en los medios la presencia de comunicadores de distintas agrupaciones de saqueadores, pero en realidad es uniformidad en la defensa del atraso y en el apañamiento de la corrupción.
Es el periodismo que se ejerce en República Dominicana hoy en día, y el sello es inocultable.
Es el periodismo el mejor oficio del mundo, como dijo el Gabo. Pero cuando el apego a la ética es una condena y no un requerimiento, el fascinante ejercicio se hace tortuoso.
La clase dominante en República Dominicana, inserta en el esquema internacional, ha seguido la línea de los estrategas globales impidiendo la existencia de medios de comunicación independientes, justo porque sabe que para las mayorías es urgente y necesaria.
“La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”, declara el Gabo... Y es preciso decir que el capital tiene por misión desterrar la ética… ¡Da asco!
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