Insurrección
“ Hay hilos conductores que no se han roto del todo entre la Colombia de hoy y la de 1989.
Seguimos atados a la violencia como el instrumento para dirimir conflictos de la manera más fácil”
María Elvira Samper en '1989'.
Hace tres décadas durante el apogeo de Pablo Escobar, estuvieron en
Colombia, investigadores especializados sobre mafia para aportar a
comprender los horribles ataques que hacía el capo contra la sociedad
colombiana; uno de ellos se sorprendió al encontrar gran similitud entre
el entorno existente en el sur de Italia y el Departamento de
Antioquia: en ambas partes pesa más el orden familiar que las estructuras del Estado.
El capo murió en 1993 y quienes lo asesinaron quedaron empoderados dentro del Estado,
oficiales de las Fuerzas Armadas como el General Naranjo ascendieron
rápidamente, políticos como Cesar Gaviria mandó en la OEA largo tiempo y
los capos narcoparamilitares de los Pepes encabezaron la guerra sucia
desde las AUC, desarrollando la cara secreta del Plan Colombia, hasta
que los indultaron en 2005.
Los 12 capos más grandes de
fueron extraditados a los Estados Unidos, partieron su riqueza con la
potencia del Norte y ahora algunos están regresando a Colombia como
empresarios honorables, que ya no están proscritos por la “Lista
Clinton”, como es el caso del Tuso Sierra, mafioso de los círculos íntimos de Álvaro Uribe; este favor, ¿Cómo se lo cobraron los EEUU al expresidente Uribe?
Tiene razón la periodista María Elvira Samper en su último libro
'1989', sí existen unos hilos conductores entre la Colombia de esa época
y la de ahora. Hace 4 décadas, Pablo Escobar y Álvaro Uribe hacían
parte del Clan de los Ochoa; murió el primero, pero hoy Uribe sigue siendo “el rey del mundo y del inframundo” , como lo calificó Don Berna, otro socio del extinto Cartel de la cocaína de Medellín.
Son bravucones para enriquecerse
El tránsito por la puerta giratoria entre legalidad e ilegalidad
es típica de las estructuras mafiosas, pero en el caso colombiano lo
que era en sus inicios una captura mafiosa de sectores del Estado,
terminó convirtiéndose en un régimen capitalista mafioso, con
apariencias de legalidad pero que hunde las bases de su poderío en lo
ilegal e ilícito.
No es coincidencia que personajes como
Trump, Peña Nieto, Macri, Bolsonaro o Uribe Vélez sean el recurso
último, a que acude el capitalismo para enfrentar momentos de crisis
aguda como esta. Porque una receta ultra conservadora que mezcla
acciones legales e ilegales de Gobierno, es la que sostiene un modelo económico de saqueo de Bienes Comunes a costa de desarticular los Estados-Nación.
El historiador Emilio Gentile señala que la novedad de la ultraderecha actual consiste en el peligro de que la democracia se convierta en una forma de represión con consentimiento popular [*]-
Atizan el odio para acrecentar el miedo
El régimen colombiano recurrió a una nueva fase de genocidio político,
continuó la readecuación contrainsurgente del aparato jurídico,
incrementaron el trato represivo y la persecución judicial a la protesta
social. Adecuaron el plan de Guerra Contrainsurgente interno y lo
extendieron a escala regional, fortaleciendo su integración al plan de
guerra imperial agregándose a la OTAN.
A los Acuerdos de Paz les mutilaron
elementos esenciales para la reconciliación, la verdad y justicia
restaurativa, con el fin de ocultar hechos de terrorismo y de genocidio
político que comprometen al Estado y a las élites; así como a las
reformas políticas que permitieran la participación de las fuerzas
alternativas populares.
Recortaron al tema de tierras y los
Planes de Desarrollo Territorial (PDT), priorizando políticas agrarias y
territoriales favorables a las corporaciones, como las ZIDRES. Se
niegan a aplicar los compromisos estatales sobre desmonte del
paramilitarismo y para garantizar la seguridad colectiva de las
comunidades, los movimientos políticos y sociales; tampoco hubo voluntad
en la reintegración social y política de los ex combatientes, por el
contrario prosigue la campaña para su destrucción política y moral. Lo
anterior evidencia que el real propósito del régimen era la desmovilización, el desarme y la humillación de las FARC.
“Se llena la taza”
El incumplimiento de acuerdos a todos los sectores y regiones, además
de la supresión del derecho a la Consulta Popular, el trato represivo y
persecución judicial a las protestas, más los efectos negativos
ambientales del extractivismo y de las nuevas hidroeléctricas; así como
de la erradicación forzada de cultivos de coca llevan a la radicalización y extensión de los conflictos sociales.
El régimen colombiano tiene síntomas de crisis de gobernabilidad
por “hacer trizas la paz”, por el trato de guerra a la protesta social,
por la crisis social y ambiental, por su corrupción desbordada y la
promoción de la guerra contra Venezuela.
A partir del año
anterior inició y se mantiene un proceso nacional de confluencia y
unidad de sectores políticos y sociales para la movilización y la lucha
electoral, contra la guerra y por la democratización.
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[*] Raúl Zibechi. “Estados mafiosos y poder político”. La Jornada, 29-03-2019.
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