Eric Nepomuceno
En los primeros 10 días
del capitán retirado Jair Bolsonaro como presidente, Brasil pudo
contemplar, impávido, la más formidable sucesión de torpezas cometidas
por él y buena parte de sus ministros.
Hubo de todo un poco, y en los primeros días hubo nueve desmentidos
de anuncios empezando por uno del mismo Bolsonaro: luego de afirmar que
había aumentado determinado impuesto, un funcionario de segundo escalón
del Ministerio de Economía aclaró que el señor presidente se había
equivocado.
También el anuncio de las primeras 100 medidas a ser implantadas por
los 22 ministerios quedó en el aire, y hasta el decreto liberando la
posibilidad de que cada brasileño compre al menos un arma fue
postergado.
Algunas iniciativas que efectivamente ocurrieron mostraron la absurda
capacidad del nuevo gobierno cuando se trata de provocar desastres: el
caricato jefe de la Casa Civil, que teóricamente corresponde a un jefe
de gabinete, Onyx Lorenzoni, anunció, con pompa y circunstancia, que
había exonerado a los 320 funcionarios de su cartera, en un proceso
destinado a despetizar el ambiente.
Con eso dejó claro que no se había dado cuenta de que en mayo de 2016
un golpe institucional había destituido a la entonces presidenta Dilma
Rousseff. Tampoco se dio cuenta de que el presidente que ilegítimamente
ocupó el puesto, Michel Temer, ya se había lanzado a la
limpieza ideológica. Así, el único resultado práctico de su iniciativa a deshoras fue virtualmente paralizar la Casa Civil y, como consecuencia inevitable, sectores esenciales de la misma Presidencia.
A tiempo: de los 320 defenestrados, todos funcionarios de carrera,
solamente cuatro eran sobrevivientes de los tiempos del PT en el
gobierno.
Otro vejamen ocurrió con el increíble ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo.
En un mensaje difundido por Twitter –se trata de un gobierno que se
comunica por esta vía– Araújo anunció que había aceptado el pedido de
exoneración de Alex Carreiro de la presidencia de la APEX (Agencia
Brasileña de Promoción de Exportaciones).
Fue inmediatamente desmentido por Carreiro, quien le hizo recordar al
bizarro diplomático que su puesto era de competencia exclusiva del
Presidente de la República.
Dicho eso, al otro día se presentó para trabajar y tuvo varias
reuniones y tomó varias iniciativas. Su resistencia duró poco: Bolsonaro
efectivamente lo destituyó.
Lo que nadie explicó es cómo Carreiro fue nombrado: al fin y al cabo,
jamás trabajó con exportaciones y no sabe ningún otro idioma que su
portugués bastante torpe y limitado.
También hubo festivales de acciones y declaraciones patéticas en
otros ministerios. La inefable pastora de una de las tantas sectas
electrónicas que ayudaron a Bolsonaro a ganar, Damares Alves, ministra
de la Familia, la Mujer y los Derechos Humanos –fuerte candidata a
aberración principal de un gobierno plagado de aberraciones– anunció que
en la nueva etapa iniciada por Bolsonaro
los niños visten azul y las niñas visten rosa.
Por si fuera poco, reconoció que los evangélicos cometieron un grave error cuando permitieron
que la teoría de la evolución se impusiese en nuestras escuelas.
No aclaró cómo ocurrirá, bajo la conducción del extravagante ministro
de Educación, el colombiano Ricardo Vélez Rodríguez, la extirpación de
Charles Darwin de las escuelas y su remplazo por la teoría
evolucionista.
Otro anuncio bomba indicó que Bolsonaro había iniciado negociaciones
con el gobierno de Donald Trump para posibilitar la instalación, en
territorio brasileño, de una base militar estadunidense.
Esta vez, el desmentido vino de la voz del general que se ocupa
concretamente de coordinar los temas de infraestructura, Alberto Heleno,
considerado el mentor intelectual del gobierno.
Los ejemplos se multiplican y serían solamente patéticos si no
evidenciasen la más absoluta falta de preparación de los integrantes del
gobierno –empezando por el capitán presidente– para ocupar sus puestos.
Mientras el festival de torpezas dejaba atónitos a los brasileños, un solo sector se animaba: el sacrosanto mercado financiero.
La inflación de 2018 fue oficialmente anunciada y quedó muy por
debajo de lo inicialmente proyectado: 3.75 por ciento. Con eso la bolsa
de valores alcanzó marcas históricas y el real se fortaleció (muy
levemente, pero al fin y al cabo correspondió a los agentes del dinero)
frente al euro y al dólar. Ese buen ambiente preconiza, acorde con los
agentes del mercado, un escenario positivo para que se implanten
reformas necesarias.
Pero de los temas considerados de importancia esencial –la reforma del sistema provisional, por ejemplo– ninguna palabra.
No son pocos los analistas que insinúan que el festival de torpezas y
de declaraciones patéticas sirve, en el fondo, como una cortina de humo
para distraer las atenciones de lo que efectivamente vendrá en términos
de medidas económicas brutales.
Los próximos días dirán, si es que dicen algo palpable y comprensible, cuáles serán los rumbos del gobierno.
Suponiendo, claro, que este gobierno tenga algún rumbo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario