Introducción al libro "América Latina: una integración regional fragmentada y sin rumbo"
GT CLACSO Integración y Unidad Latinoamericana
El presente libro
es resultado de una serie de contribuciones hechas por destacados
miembros del Grupo de Trabajo “Integración y Unidad Latinoamericana” a
lo largo del año 2018. Originariamente inspiradas por el debate y los
interrogantes surgidos durante la reunión anual del grupo realizada en
Buenos Aires los días 06 y 07 de noviembre de 2017, cuyo propósito fue
analizar la crisis del multilateralismo y su impacto sobre el hemisferio
- con foco en los procesos de integración regional. En el mes siguiente
de ese mismo año, se continuó profundizando en dicha discusión
paralelamente a la realización de la Reunión Ministerial de la
Organización Mundial de Comercio que sesionó en la ciudad de Buenos
Aires.
Estas iniciativas impulsadas por el GT -como parte de un
programa regional más amplio de los GT de CLACSO–, aborda en términos
más específicos el análisis del punto de inflexión o de reconfiguración
del proceso de globalización y de su correspondiente sistema
multilateral hegemónico, así como las implicancias que tales cambios
conllevan para los esquemas de integración de América Latina y el
Caribe. Estos fenómenos tienen como trasfondo el estallido de la crisis
financiera de 2008 en Estados Unidos y su posterior mutación en crisis
global, la cual no ha podido ser superada del todo hasta ahora.
Entre
los aspectos más relevantes de esta crisis global y de transformaciones
aceleradas cuentan, en primer lugar, el agotamiento del ciclo económico
expansivo basado principalmente en la extracción de materias primas que
la región latinoamericana vivió en el periodo 2003-2013 y el nuevo
escenario de estancamiento económico mundial, más desfavorable e
incierto por la fuerte contracción del mercado global y la emergencia de
tendencias proteccionistas que cuestionan el multilateralismo y los
acuerdos de libre comercio (incluyendo los proyectos de mega-acuerdos
como el Acuerdo Transpacífico (TPP) y del Acuerdo de Comercio e
Inversión Transatlántico (TTIP)), cuyos principales determinantes han
sido las medidas tomadas por la administración de Donald Trump como el
triunfo del Brexit que debilita todavía más las instituciones de la
Unión Europea (UE). Un paso más en este sentido es la reciente guerra
comercial que Estados Unidos ha declarado a China, la que probablemente
provocaría una mayor volatilidad cambiaria y un menor crecimiento
mundial.
En segundo lugar, uno de los cambios tectónicos más
relevantes abierto por el estallido de la crisis global es la marcada
acentuación del desplazamiento del dinamismo económico desde el
Atlántico hacia el Pacífico, y el surgimiento del Asia Pacífico, del
Indo Pacífico y de la Gran Eurasia como epicentros regionales de la
dinámica económica global, donde China juega un papel cada vez más
destacado. Asimismo, la legitimidad de las reglas y valores de la
llamada “gobernanza” global, basadas en las instituciones de Bretton
Woods (Organización Mundial del Comercio, Fondo Monetario Internacional y
Banco Mundial) comenzaron a ser cuestionadas con el surgimiento de
nuevas iniciativas patrocinadas por las potencias emergentes (BRICS
(Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), Asian Infrastructure and
Investment Bank, Banco de los BRICS, etc.) y de normas que no
necesariamente responden a las tradicionalmente establecidas por el
orden neoliberal desarrollado por Occidente, por ejemplo, con respecto a
sus concepciones sobre soberanía y derechos humanos.
Actores
como China, India y Rusia, entre otros, han venido mostrando además
modelos económicos alternativos al neoliberalismo que responden más a
diversas variantes del capitalismo de Estado, con mayores tasas de
crecimiento y mejor gestión económica. Todos estos fenómenos han
acrecentado la importancia geopolítica de estas zonas emergentes (sin
obviar la grave crisis del Medio Oriente en sus distintas vertientes),
dando paso a un sistema internacional caracterizado por diferentes
analistas como “post-occidental” o “post-hegemonico”, o simplemente como
“multipolar”.
En tercer lugar, los cambios en las posturas
sobre la integración regional que están exhibiendo varios países de
América Latina pueden ser explicados a partir del desarrollo de la
crisis global y de su correspondiente orden liberal (y su modelo de
gobernanza) así como de la reconfiguración de las relaciones de poder
mundial; pero sobre todo deben considerarse las transformaciones
políticas y sociales que atraviesan nuestras sociedades. Varios de estos
cambios han sido liderados por las nuevas derechas latinoamericanas -no
sin oposición- que apuestan por la globalización y la vinculación con
las viejas potencias centrales con un discurso supuestamente
“despolitizado” y “pragmático”, siendo el caso de Brasil el más notable
por el impulso dado por el gobierno de Michel Temer a mutaciones
geopolíticas respecto de la integración sudamericana, las cuales podrían
acentuarse de ganar Jair Bolsonaro las elecciones presidenciales. Pero
en general esta apuesta derechista podría resultar tardía ya que a
menudo se concreta de manera contradictoria y caótica, abriendo las
puertas a posibles procesos de reversión en algunos casos.
Estos
tres ejes, sobre todo el tercero, se abordan en profundidad en el
presente volumen. Entre los señalamientos de ciertos autores está la
noción que los nuevos gobiernos tienen como sustento un “regionalismo
abierto” pero parcial, con una tendencia hacia el bilateralismo
refractario; basado en la promoción de grandes capitales privados
nacionales y extranjeros; alineados con el orden liberal mediante las
políticas, estándares y prácticas dominantes del decadente sistema
multilateral, y en particular, determinadas por las instituciones de
Bretton Woods y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE); y arraigadas en una concepción policéntrica del
sistema político global, pero al mismo tiempo alineadas con la agenda de
segåuridad del gobierno de Trump para América Latina.
Esto último queda de manifiesto en la reciente decisión de los
gobiernos derechistas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y
Perú de suspender su participación (¿definitiva?) en la Unión de
Naciones Suramericanas (UNASUR) y la cancelación de la cumbre bianual de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) con la
Unión Europea, que debía realizarse en 2017; ambas decisiones con la
pretensión de sustituir esos espacios por el Grupo de Lima y por la
fragmentada Organización de Estados Americanos (OEA), que ahora dirigen
concertadamente sus ataques a Venezuela en coordinación con el gobierno
estadounidense.
En cuanto a los esquemas de integración
subregional, los gobiernos de Argentina y Brasil han intentado resucitar
el alicaído Mercado Común del Sur (MERCOSUR) promoviendo su
reorientación hacia la Unión Europea y la Asociación Europea de Libre
Comercio (EFTA, por sus siglas en inglés), Canadá, Corea del Sur o la
Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en
inglés). Ambos países, sin embargo, no están encontrando la acogida que
esperaban para insertarse de manera “inteligente” en la globalización
como evidencian las dificultades para negociar un acuerdo entre Mercosur
y la Unión Europea; entre otras razones por el aumento de la oposición
social y política al libre comercio en Europa o porque algunas naciones
asiáticas están transitando hacia políticas más centradas en sus
mercados internos (por ejemplo, China).
En realidad, hoy los principales obstáculos para una “inserción
inteligente” no parecen ser los aspectos antes mencionados, sino la
extrema debilidad económica e institucional de los propios esquemas de
integración que deberían mediar dicha inserción, situación extensiva a
la Comunidad Andina de Naciones (CAN) e incluso a la convergencia entre
Mercosur y la Alianza del Pacífico (AP). Cuando se tiene éxito en la
firma de un acuerdo -como el TPP-11 tras el retiro de Estados Unidos-,
éste resulta ser escuálido y casi insignificante. Por lo tanto, la
denominada “inserción inteligente” exige una gran dosis de pragmatismo,
tal cual muestran los intentos que buscan profundizar acuerdos
estratégicos con China. A veces, el pragmatismo pareciera superar a la
retórica.
Al considerar el ámbito comercial de esta dinámica de
integración regional, el balance actual no es nada alentador cuando se
toman en cuenta algunos de los indicadores de referencia para medir su
alcance y profundidad: (i) La región sufrió media década de caídas de
los precios de su canasta de exportación y un débil aumento del volumen
exportado, situación que eventualmente se habría dejado atrás en 2017;
(ii) El comercio exterior latinoamericano colapsó en 2015 y 2016; (iii)
El nivel del comercio intra-regional es bajo y con una tendencia crónica
a su reducción en tiempos de desaceleración/recesión; (iv) Volatilidad
extrema de los tipos de cambio con efectos nefastos en el comercio y las
economías regionales (crisis argentina y brasileña). Como resultado, el
mediocre desempeño del comercio exterior ha tenido efectos
diferenciados en los distintos países y subregiones del continente,
contribuyendo a acentuar sus diferencias (asimetrías) en función de la
orientación productiva y comercial de las distintas economías.
A
pesar de la evolución de tales indicadores, las visiones ideológicas de
los gobiernos derechistas parecieran todavía creer en los efectos
benéficos de la globalización, desconociendo por lo demás sus
traumáticas consecuencias anteriores. En el llamado “lustro perdido”
(1998-2003) de América Latina, el crecimiento económico fue similar al
de la “década perdida”, sufriendo sucesivas crisis financieras,
políticas de ajuste, empobrecimiento y emigración. Eran los tiempos del
“regionalismo abierto” y de los acuerdos de libre comercio promovidos
por Estados Unidos y Gran Bretaña junto a los organismos multilaterales.
Esta situación avivó amplias crisis políticas y explica el ciclo
posterior de los denominados gobiernos progresistas. No obstante, dado
el actual reordenamiento del mapa político continental la tendencia es
al agotamiento del “regionalismo latinoamericano desafiante” asociado
con ese ciclo que privilegió la concertación política intergubernamental
(UNASUR y CELAC) y un rol activo del Estado en la protección social.
Las iniciativas de ese tipo de regionalismo apostaron por la
complementariedad con la globalización y los esquemas de libre comercio
existentes. Más allá de sus visiones críticas, amén de promover
eventualmente una mayor autonomía y diversificación de las políticas
exteriores de los países de la región, paradójicamente ellos no pusieron
en cuestión los patrones económicos dominantes ni los esquemas
subregionales existentes, con la sola excepción del ALBA-TCP que generó
enormes expectativas por los principios que lo sustentaban. Pero
actualmente enfrenta muy serios problemas que han provocado su virtual
estancamiento.
Para nuestro Grupo de Trabajo, los cambios
señalados comportan un triple desafío intelectual y académico para
aportar a una estrategia de integración regional que plantee claramente
sus pretensiones alternativas. Por una parte, exige examinar esas
complejas y contradictorias transformaciones estructurales desde una
perspectiva integral y socio-historica; por otra, demanda teorías
adecuadas y actuales para permitir su conceptualización e
interpretación. Esto último supone, a su vez, adoptar una mirada crítica
y reflexiva sobre la compleja integración regional como objeto de
estudio y sus principales teorías y conceptos, en particular hacia sus
corrientes dominantes o mainstream.
Este reclamo no es
algo nuevo, pero en el presente es necesario más que nunca insistir
sobre él, junto a las aparentemente lejanas demandas por una más activa
participación ciudadana en interlocución con organismos gubernamentales e
intergubernamentales y una mayor diversificación y autonomía en sus
vínculos y políticas exteriores. El esfuerzo por delante es descomunal.
Este libro ha sido estructurado en tres partes y cuenta con la
colaboración de 12 autores (as). La primera parte ha sido titulada “El
estado actual de la integración regional” y se inicia con los aportes de
Julian Kan, quien hace un recorrido histórico de la integración
latinoamericana. Al respecto plantea que, a diferencia de los años
ochenta y noventa, la llegada al poder de líderes progresistas a inicios
del nuevo milenio favoreció la construcción de una integración regional
alternativa. Sin embargo, en la actualidad, los procesos de integración
vuelven a sufrir un rediseño bajo el impulso de fuerzas políticas
conservadoras. A continuación, Fabio Luis Barbosa dos Santos aborda el
análisis de la economía brasileña y la política de integración
sudamericana impulsada por el PT. Posteriormente, Jorge Marchini realiza
un análisis sobre las consecuencias de la suscripción de un acuerdo
comercial entre el Mersour y la Unión Europea. Rechazando la postura de
que no haya alternativa a un acuerdo comercial entre ambos bloques
regionales y planteando la necesidad de elaborar un estudio
pormenorizado sobre su impacto por parte de los países latinoamericanos.
En la segunda parte, denominada “Multilateralismo en crisis y
construcción social alternativa”, Ramiro Bertoni aborda la relación
entre regionalismo y multilateralismo desde distintos ambitos.
Profundiza en el análisis de la crisis de la Organización Multilateral
de Comercio teniendo como causa fundamental el fracaso de las
negociaciones de la Ronda de Doha. En esta sección también se encuentran
los aportes de Claudio Lara Cortes y Consuelo Silva Flores, quienes
sostienen que los mecanismos de negociación del sistema multilateral de
libre comercio no han tenido éxito, hecho que se advierte ante el
estancamiento de la Ronda de Doha de la OMC. Además, tras la crisis
global de 2008, la transformación del mapa económico y geopolítico, así
como el triunfo electoral de fuerzas políticas que alientan el
nacionalismo y las tensiones interestatales han venido profundizando la
crisis del sistema multilateral de libre comercio. Posteriormente, Ariel
Navarro e Isaak Rudnik, revisan los diferentes factores que han marcado
el desgaste del consenso de los gobiernos progresistas en algunos
países de América Latina, asi como las propuestas electorales que han
permitido el avance de la derecha. En su trabajo, enfatizan la necesidad
de jerarquizar el debate en torno a la reconstrucción de alternativas
políticas que den cuenta del nuevo contexto que comenzamos a transitar.
En la tercera parte, se tratan algunas “Temáticas en conflicto en
América Latina”. Una de ellas, es el feminismo contemporáneo en la
región, Clara Rivero entrega un marco de análisis acerca de los
feminismos, describiendo ideas y prácticas consideradas claves para la
constitución de un pensamiento situado en la realidad latinoamericana.
Concluye enfatizando la importancia de la temática y la necesidad de
avanzar en una mayor articulación regional de este movimiento.
Seguidamente, Marisa Duarte analiza las principales claves del
desarrollo del capital, así como los efectos que tiene este tipo de
crecimiento sobre los sectores trabajadores y los desafíos planteados a
los procesos de integración regional. Otra temática en conflicto son las
pensiones, Sergio Carpenter realiza un breve recorrido sobre tres
importantes sistemas pensionales: Argentina, Brasil y Chile, en momentos
en que el debate sobre las reformas previsionales y la seguridad social
está en la bitácora de la región. Finalmente, Judite Stronzake
reflexiona acerca del campesinado organizado en movimientos populares
que se enfrenta directamente al agronegocio globalizado, haciendo una
alianza entre el antiguo latifundio y el capital financiero. Ese
antagonismo se agudiza en la fase neoliberal del capitalismo, puesto que
ocurre una expansión geográfica y mercadológica del capital, con el
intento de mercantilizar incluso milenares bienes comunes, como el agua,
las semillas y el aire. En este contexto, la lucha de clases adquiere
nuevos matices, que exigen de los movimientos campesinos nuevas
estratégicas educativas para el campo y del campo.
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