“La reforma agraria posible se hace con bandera y machete en mano”
Aníbal Delgado Fiallos, Ministro-director de INA
Tegucigalpa, 15 de enero de 2019
Aníbal Delgado Fiallos, Ministro-director de INA
El
Panorama de la Pobreza Rural en América Latina y el Caribe 2018 de la
Organización de las Naciones Unida para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), ha prendido las alarmas sobre el aumento de la pobreza y la
pobreza rural, en una coyuntura de grandes desafíos económicos,
políticos y sociales, donde varios gobiernos (Brasil, Argentina,
Colombia, Chile, Honduras, Guatemala, Perú), para citar unos cuantos,
asumen que las políticas de corte neoliberal en el agro son las solución
no la causa que explica en gran medida el aumento de la pobreza.
La
FAO y organizaciones como OXFAM ha reconocido además la importancia de
la agricultura familiar campesina (AFC), para enfrentar el problema de
la pobreza, y varios países han adoptado políticas de apoyo a este tipo
de agricultura; sin embargo, la tierra se ha reconcentrado y miles de
campesinos, campesinas e indígenas han sido expulsados de sus
territorios, incluso criminalizados como delincuentes, encarcelados y
muchos asesinados.
El 18
de diciembre de 2018, la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGONU
73) adoptó la Declaración Universal sobre los Derechos Campesinos y
demás personas que laboran en el campo, específicamente los que dependen
del trabajo agrícola para la manutención de sus familias. Es el
resultado de una lucha de largo tiempo, donde merece destacarse el
trabajo realizado por la Vía Campesina y organizaciones defensoras de
derechos humanos.
La
declaración fue aprobada por 117 votos a favor, 49 abstenciones y 7
países que votaron en contra. En la región centroamericana Honduras y
Guatemala se abstuvieron, aun cuando son dos de los países con mayor
población campesina e indígena en la región; igual sucedió con Colombia,
Argentina y Brasil.
Esta
declaración debe ser vista como un mandado para los Estados miembros, a
efecto de ejecutar acciones destinadas a garantizar a los campesinos y
campesinas el acceso a medios y recursos productivos (tierra, crédito,
semillas, agua, bosque, tecnología y conocimientos), en forma
irrestricta y respetando los valores ancestrales y culturas. En general,
las políticas públicas vigentes en la mayor parte de los países
latinoamericanos, son contrarias a una práctica institucional que recoge
derechos a población rural históricamente despojada, explotada y
marginada de las llamadas acciones del desarrollo, incluso cuando se
pensó que el principal instrumento para lograrlo eran las reformas
agrarias impulsadas desde el Estado.
Ello
abre varios frentes de trabajo para cumplir con la declaración y las
acciones que se ejecuten por los gobiernos. El primero, tal como lo
manifiesta la Vía Campesina, es el fortalecimiento de las organizaciones
de hombres y mujeres del campo, tanto a nivel de región como de países.
El trabajo no ha sido ni será fácil, ya que muchas de estas
organizaciones operan como apéndices de las políticas de gobierno,
recibiendo recursos del Estado para ejecutar programas y proyectos de
beneficio propio (¿dirigentes?) y afiliados, bajo el compromiso de no
participar en marchas de protesta pública en contra de la violación de
derechos adquiridos históricamente.
En
Honduras, por ejemplo, dirigentes de organizaciones como la Asociación
Nacional de Campesinos de Honduras (ANACH) y la Unión de Campesinos de
Honduras (UNC), celebran la política de gobierno de venta del territorio
nacional y privatización de ríos y bosques, incluso cuando varios de
sus compañeros de base, familias y comunidades campesinas y étnicas son
perjudicados. Es más, aunque todavía está vigente la Ley de Reforma
Agraria en lo que respecta al reclamo de los sobre techos agrarios, no
exigen su cumplimiento ni la derogación de acuerdos y decretos parciales
emitidos por las instituciones de gobierno.
El
segundo tiene relación con las acciones de denuncia y protección frente
a las violaciones de derechos adquiridos por los campesinos, campesinas
y pueblos étnicos. Los desalojos violentos y criminalización de la
protesta es la repuesta de los gobiernos y grupos de poder frente a la
demanda, por lo que la documentación de las denuncias y violaciones es
una tarea inmediata. En Honduras hay evidencia de campesinos presos al
ser acusados de criminales (defensa de los territorios y recursos
naturales), sin que exista evidencia plena que la persona participó de
dicha protesta; o, en caso de haber participado, las evidencias han sido
construidas desde las instituciones de Seguridad del Estado. Hay que
conformar el Observatorio de Defensa de Derechos Campesinos a nivel de
la región centroamericana, con una subsede en cada país.
La
declaración también exige mayor compromiso de las Oficinas de los
Comisionados de los Derechos Humanos, y de aquellas creadas con tales
propósitos en los países de la región. Implica que, desde las
organizaciones regionales y nacionales de campesinos y campesinas
comprometidas con la reivindicación de derechos humanos, se conforme una
veeduría social sobre las actuaciones de estas oficinas y funcionarios,
con evaluaciones periódicas. En el tema campesino, varias de las
organizaciones de derechos humanos creadas desde la sociedad civil han
sido copadas por el gobierno, sin que exista un mecanismo que permita la
denuncia permanente de sus actos. Supone un mayor acercamiento con
aquellas agencias de cooperación externa que ejecutan proyectos con y
para campesinos y campesinas, ya que destinan cuantiosos recursos para
el funcionamiento de estas ONG “tarifadas” desde el Estado.
Las
organizaciones que defienden los derechos campesinos y de población
indígena, han tenido poca capacidad de incidencia en las políticas de
gobierno a favor de estos sectores y población. En países como Honduras y
Guatemala, este tipo de políticas emanan del gobierno, especialmente
del presidente de la República. Los espacios que quedan, caso del
Congreso de la República, son mal aprovechados, en tanto se avalan
proyectos de ley que en la práctica no resuelven los problemas de falta
de acceso a tierra productiva, crédito e inseguridad alimentaria, más
bien lo agravan. En Honduras destacan dos experiencias: La aprobación de
la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN), y la conformación
de los fondos de inversión para la reactivación del sector agropecuario
(FIRSA); ambos proyectos deben ser eliminados.
En
la región centroamericana, la vigencia de la declaración de los
derechos campesinos (as) y de los pueblos étnicos, implica una fuerte
alianza entre organizaciones del campo, gremiales, institucionales y
políticas, ya que el cumplimiento de dichos derechos está condicionado a
la vigencia de espacios de participación social en democracia.
https://www.alainet.org/es/articulo/197568
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