Hannah Arendt retrató
la mentira política como la negación de la verdad factual, acompañada de
imaginación. El uso de la publicidad y una elaborada estrategia de
propaganda masiva en la esfera sicológica se encargarían de crear
estados de ánimo, emociones y sentimientos acordes con el relato
fraudulento, en el que es posible dar órdenes con la seguridad de que
serán obedecidas sin rechistar.
Una construcción meticulosa para torcer los hechos, fortalecer
argumentos torticeros, justificar guerras, crímenes y alterar los
valores democráticos se alienta como objetivo de la mentira política.
Arendt respondía a las críticas recibidas por sus crónicas contra el
general nazi S.S. Adolf Eichman, sentado en el banquillo por Israel en
1961. A su juicio, Eichman declaró ser víctima de un engaño, dijo no
odiar a judíos, minorías étnicas, comunistas, homosexuales, etcétera.
Simplemente argumentó cumplir órdenes. Arendt se preguntó cuánto de
verdad tenía dicha afirmación, y fue clara. Personas normales, del
montón, con falta de pensamiento, irreflexivas, pueden transformarse en
criminales o ser objeto de manipulación. Bajo la fórmula genérica de
banalización del mal, Eichman se trasformó, a los ojos de Arendt, en un
títere.
En Venezuela la mentira política se ha construido para desestabilizar
y desconocer las instituciones democráticas emergentes tras la
Constitución de 1999, única aprobada por referendo. Durante más de una
década, entre un golpe de Estado fallido, el sabotaje y la sedición se
reditan los argumentos del anticomunismo, el odio a las clases populares
y trabajadoras, teñidas de un discurso ramplón en defensa de la
propiedad privada, la libertad de expresión, prensa, reunión y
asociación, supuestamente amenazadas por un gobierno totalitario.
Durante más de una década la oposición ha llamado al magnicidio,
insultando, descalificando, mintiendo, articulando y promoviendo la
violencia callejera.
La oposición, víctima de su propio engaño, cree en su mentira, la
vive y la recrea a escala internacional. Nunca antes la banalización del
mal había sido tan evidente, convirtiendo a hombres y mujeres comunes
en asesinos de la democracia. Primero mintiendo sobre el triunfo de Hugo
Chávez, luego tildando la Constitución de totalitaria, orquestando un
golpe de Estado, retirándose de las elecciones, boicoteando el Poder
Judicial, el Ejecutivo y el poder electoral. Sin embargo, esos hechos se
niegan. Nuevamente parafraseando a Arendt, Polonia invadió Alemania y
provocó la Segunda Guerra Mundial. Hitler y la Alemania nazi, sólo se
defendieron.
En Venezuela todos los días vemos en los medios de comunicación
verdades factuales, interpretadas en sentido contrario. Hombres y
mujeres, dirigentes de la oposición, parlamentarios, estudiantes y
sindicalistas de oposición se manifiestan en protestas, dizque pacíficas
y no violentas, en las que se arrojan cocteles molotov, incendian
coches, lanzan piedras, ponen barricadas, asaltan locales, se increpa al
gobierno constitucional y democrático, se llama a la desobediencia
civil y se desconoce el orden legítimo. Por consiguiente, lanzar
objetos, desestabilizar, romper el diálogo, no aceptar negociar, ejercer
la violencia y provocar terror y pánico se transforma en una acción
democrática. Un sinsentido, apoyado en desconocer la verdad de facto.
Ahora, cuando el gobierno llama a una asamblea constituyente
para dirimir el conflicto, recomponer la vida ciudadana, la oposición
vuelve a mentir, a desconocer la verdad factual. Basten unos ejemplos.
María Corina, la misma que iracundamente califica la constituyente de
golpe de Estado encubierto, declaraba no hace mucho:
La constituyente es la vía para que el pueblo logre el cambio de régimen, nuevas instituciones y la reconciliación del país. Igualmente, Leopoldo López, adalid de la democracia y férreo opositor a la propuesta, sentenciaba:
La constituyente nos permite elegir un nuevo CNE, fiscal, contralor, defensor del pueblo, Asamblea Nacional y Presidente de la República. Por otro lado, Freddy Guevara, dirigente de Voluntad Popular, diputado en la Asamblea Nacional, unos de los instigadores de las protestas callejeras, espetaba:
Habrá que hacer una constituyente para poder cambiar a todos los poderes públicos. Ya no hay otra. Y el inefable Henrique Capriles, del partido Primero Justicia, ex candidato a presidente por la MUD, llegó a decir que el pueblo debía salir a la calle a pedir una asamblea constituyente.
¿Por qué ahora no y antes sí? Ocurre que la oposición se ha quedado
sin argumentos, ha perdido el norte. No quiere una salida democrática,
no acepta una constituyente, en la cual, presa de sus mentiras, quede al
descubierto y sufra una derrota política. ¿Qué miedo tiene si se
considera portavoz de la mayoría social? Si está segura de ganar, ¿qué
la retiene?
Siguen manipulando al señalar que se trata de un golpe de Estado y
que los constituyentes no son elegidos. Mienten y lo saben. El proceso
constituyente está definido en la Constitución, no hay engaño posible.
La asamblea sigue en funciones, no se disuelve. En este sentido, el
Ejecutivo ha puesto sobre la mesa nueve puntos sobre los cuales se
articule la constituyente
1) una constituyente para la paz.
2) Por un
nuevo sistema económico pospetrolero, y un nuevo modelo económico.
3)
Profundizar el Estado del bienestar, dar rango constitucional a las
misiones.
4) Potenciar el funcionamiento del sistema de justicia y
protección del pueblo. Guerra contra la impunidad, mejora del sistema
penitenciario, lucha contra el narcotráfico y el terrorismo.
5) Impulsar
nuevas formas de democracia participativa y protagónica.
6) Política
exterior soberana
7) Identidad cultural, hacia una nueva venezolanidad y
diversidad cultural.
8) Garantías de derechos sociales, culturales,
educativos y tecnológicos de la juventud.
9) Garantizar y preservar la
vida.
La oposición, la MUD y sus aliados internacionales se han decantado
por el asesinato y la mentira. No tienen proyecto para Venezuela. Sólo
les mueve el odio, el profundo desprecio hacia las instituciones
democráticas y al pueblo venezolano. Si realmente les preocupara la vida
de sus conciudadanos no tendrían las manos manchadas de sangre,
lucharían por direccionar la constituyente hacia sus objetivos para
ganar en las urnas. ¿Qué enunciados representan un obstáculo para la
oposición y un problema para el futuro democrático de Venezuela? La
oposición no tiene respuesta, prefiere seguir en la escalada de la
violencia y la sedición.
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