Por fin después de siete años, el Partido
Republicano logró superar el primer escollo para revocar la reforma al
sistema de salud impulsada por el presidente Barack Obama. Con una
cerrada votación de 217 representantes a favor, todos republicanos, y
214 en contra, todos demócratas y algunos republicanos, la Cámara de
Representantes aprobó el proyecto de ley que apunta hacia una nueva
reforma. Además cumplió uno de los objetivos más caros de Donald Trump:
ejercer una nada disimulada venganza en contra del anterior mandatario,
quien ha sido su alter ego desde que llegó a la presidencia.
Al tomar en consideración la premura, falta de rigor y presión que
Trump ejerció en los legisladores para que se aprobara el proyecto de
ley, más parecía que se trataba de cumplir un capricho que encontrar una
fórmula para garantizar el derecho a la salud de los estadunidenses.
Pareció no importarle, ni a él ni al liderazgo republicano, que
probablemente quedarán sin servicios de salud 20 o 25 millones de
personas, de acuerdo con la oficina de estudios presupuestarios del
Congreso (CBO). Decir que perjudicará a los de más bajos recursos y
beneficiará a quienes tienen más, es una obviedad tratándose de un
proyecto de Trump.
Tal como lo describen quienes estuvieron al tanto de las
negociaciones, Trump y un buen número de legisladores no pudieron o se
tomaron la molestia de cuando menos leer algunas partes esenciales del
proyecto ( Político 5/5/17). Para ellos su contenido era lo de
menos; lo importante era derrotar la reforma de Obama que garantizó
servicios de salud a más de 20 millones de personas. La forma tenebrosa
que el actual presidente utilizó para forzar a los legisladores que se
negaban a darle su apoyo, fue dramática y no en los mejores términos.
Los gritos y las amenazas que se escuchaban desde la oficina de Trump,
amenazando a quienes se negaban a apoyarla, retumbaban en los pasillos
de la Casa Blanca, según declararon algunos de quienes colaboran en ese
recinto.
Sin embargo, el triunfo del proyecto de ley puede ser efímero. Se da
por supuesto que también en el Senado los demócratas, y con ellos varios
senadores republicanos, lo rechazarán y formularán uno diferente. En lo
que parece no haber duda es en que muchos de los representantes que
votaron a favor de desechar la reforma conocida como Obamacare,
estarán en serio peligro de perder su relección por haber cedido al
capricho de un presidente que insiste en comportarse como adolescente.
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