Después del triunfo de Donald Trump se desató una oleada de migración de Estados Unidos a Canadá, integrada sobre todo por ciudadanos de naciones musulmanas que temen lo peor si se quedan en el primer país. Las leyes canadienses –efectivamente pensadas para proteger a los desplazados– han facilitado el fenómeno. Hasta el momento, los mexicanos no han engrosado las filas de esta oleada.
MONTREAL (Proceso).- El
poblado quebequense de Hemmingford (a 70 kilómetros de Montreal)
comparte con Mooers, Nueva York, un camino llamado Roxham. Una zanja
poco profunda, una pequeña reja oxidada y un par de letreros fungen como
los únicos elementos que indican el límite entre Estados Unidos y
Canadá. Desde hace algunos meses, cientos de personas –un número
considerablemente mayor al promedio– han ingresado ilegalmente a este
último país a través de esta ruta.
Son las nueve de la mañana del
miércoles 1. Dos patrullas de la Policía Montada de Canadá se encuentran
estacionadas a pocos metros de la zanja entre Hemmingford y Mooers. De
repente, un taxi se detiene del lado estadunidense de la frontera. Una
mujer desciende del vehículo acompañada de tres niños. Agentes de
migración de Estados Unidos llegan inmediatamente y le piden los
pasaportes. Verifican que madre e hijos se encuentren en el país de
manera legal. Luego del control migratorio, la mujer camina con sus
pequeños mientras maniobra para sujetar, al mismo tiempo, sus pocas
pertenencias. Agentes de la Policía Montada de Canadá le advierten que,
si continúa, será detenida por ingresar ilegalmente al país. Responde
que está consciente de la situación y que proviene de Sudán. Los agentes
toman a los niños de la mano e informan a la madre que está
oficialmente detenida, leyéndole enseguida sus derechos. Todo ha salido
para ella de acuerdo con lo previsto.
“La gente ha cruzado aquí
desde hace años, aunque no en un número tan grande como desde hace unas
semanas”, comenta a Proceso Pierre Sigouin, cuya casa está a unos 200
metros de la línea divisoria. Sigouin es un profesor jubilado con 20
años de residencia en Hemmingford. “Antes veíamos a individuos caminando
por las calles con sus maletas. Ahora es distinto. La policía los
detiene en cuanto ponen pie en Canadá”, agrega. Dice también que él y
sus vecinos no se preocupan por la seguridad a raíz de esta actividad
creciente en la frontera. Están al tanto de que esa gente sólo busca
sentirse a salvo.
Hakan (nombre ficticio) tiene 30 años y es
originario de Turquía. Cruzó la frontera canadiense por Hemmingford a
finales de febrero. Actualmente se encuentra alojado en una residencia
de la organización cristiana YMCA, de Montreal, sitio donde pernoctan
muchos de los solicitantes de refugio que no cuentan con familia en la
ciudad o que carecen de recursos económicos para pagarse una morada.
Accede
a hablar unos minutos: “Volé de Estambul a Nueva York. Luego tomé un
autobús y un taxi para llegar a los límites con Hemmingford. La policía
me detuvo al cruzar la frontera”.
La costumbre dicta que cuando
una persona ingresa ilegalmente a otro país, su principal objetivo es no
ser detectada por las autoridades. Pero la situación que se vive al
pasar al lado canadiense de la frontera desde territorio estadunidense
es distinta por una razón específica.
Pocos meses después de los
atentados del 11 de septiembre, ambos países firmaron un tratado llamado
Acuerdo sobre Tercer País Seguro. En éste queda estipulada la
imposibilidad de que un ciudadano no estadunidense solicite refugio en
un puesto fronterizo canadiense debido a que podría hacerlo en Estados
Unidos, considerado un país seguro. Sin embargo, si el individuo cruza
la frontera de Canadá de forma ilegal, será detenido pero podrá tener
una audiencia con un juez para pedir el estatus de refugiado, en virtud
de la carta canadiense de derechos y libertades. Es por ello que las
personas que cruzan la frontera bajo esta modalidad buscan ser
detenidas.
Una vez que la Policía Montada de Canadá realiza la
detención, el individuo es conducido a un centro donde se le
identificará e interrogará. En el caso de Hemmingford, el centro más
cercano está a cuatro kilómetros, en la garita de
Saint-Bernard-de-Lacolle. Posteriormente, la persona quedará en libertad
y tendrá una fecha de audiencia con un juez para decidir su situación
migratoria, teniendo que demostrar cabalmente que requiere de la
protección del gobierno canadiense para obtener el estatus de refugiado.
El
cruce ilegal de la frontera canadiense desde Estados Unidos se ha
presentado sobre todo en puntos de la Columbia Británica, Manitoba y
Quebec, aunque la provincia francófona lidera las cifras, con
Hemmingford como el paso más frecuentado.
Durante los meses de la
campaña a la Presidencia de Estados Unidos y luego de la victoria de
Donald Trump, varios estadunidenses anunciaron su deseo de mudarse a
Canadá. Este éxodo no se ha dado. Son más bien ciudadanos de otros
países los que han atravesado la frontera de forma ilegal.
De
acuerdo con datos de la Agencia de Servicios Fronterizos de Canadá, en
2015 fueron presentadas 319 solicitudes de refugio en la Columbia
Británica y 562 en 2016. En Manitoba, la cifra anual pasó de 285 a 515.
Quebec es la provincia que ha presentado un mayor aumento: de mil 54
casos en 2015 a 2 mil 537 en 2016.
Estas cifras tuvieron un
incremento considerable a finales de 2016 y principios de 2017. Prueba
de ello es que en diciembre de 2015, 20 personas cruzaron ilegalmente la
frontera por dicha provincia y 305 lo hicieron en diciembre de 2016; en
enero de 2016, 134 individuos pasaron hacia el norte, mientras que en
enero de 2017 fueron 452.
Camille Habel, portavoz de la Policía
Montada de Canadá, informa a Proceso que la mayoría de las personas que
han ingresado a territorio canadiense de forma ilegal en los últimos
meses han viajado desde otros países a Estados Unidos, por medio de una
visa de turista o de estudios, aunque con la intención de penetrar poco
tiempo después en Canadá. También se han dado casos de gente que ha
solicitado refugio a las autoridades estadunidenses, pero que decidió
cruzar ilegalmente al lado canadiense antes de esperar el veredicto.
Las
personas que han atravesado la frontera en los últimos meses provienen
principalmente de Somalia, Yemen, Siria, Sudán, Turquía y Eritrea.
Apenas 20 minutos después de que la sudanesa pasara de Mooers a
Hemmingford con sus hijos, otro taxi se detuvo en el lado estadunidense
del camino Roxham. Un individuo de aproximadamente 50 años descendió del
vehículo con pasaporte en mano. “Soy ciudadano sirio y necesito la
protección del gobierno de Canadá”, gritó antes de ingresar a suelo
canadiense. Los agentes de la Policía Montada lo arrestaron segundos
después.
Hakan comenta: “Decidí venir a Canadá por razones
políticas. Es muy complicada la vida en mi país si uno se opone
activamente al presidente Erdogan. Canadá era el destino que ansiaba.
Buscar refugio en algunos países europeos o en Estados Unidos, ahora con
Trump, no era una opción. Soy musulmán y la islamofobia ha aumentado
terriblemente”.
Muchas de las personas que se han adentrado
ilegalmente en Canadá son ciudadanos de varios de los países que
aparecen en la “lista negra” de Trump para vetar su entrada a Estados
Unidos (decisión frenada por un juez). A su vez, las cifras de estos
cruces han aumentado significativamente desde finales del año pasado,
cuando el millonario ganó la presidencia. Camille Habel, portavoz de la
Policía Montada de Canadá, dice que su institución no considera que
exista una correlación entre estos hechos; que es muy pronto para sacar
conclusiones, aunque se preparan para todo tipo de escenarios.
La
opinión de diversos organismos que trabajan directamente con refugiados
va en otro sentido: mucha gente ha dejado de considerar a Estados Unidos
un país seguro para solicitar refugio por las palabras y las acciones
de Trump.
El salvadoreño Miguel Arévalo dirige desde hace 15 años
el Centro Scalabrini de Montreal, institución que brinda alojamiento y
otros servicios a las personas que buscan refugio. Señala a esta revista
que un número importante de individuos que han pernoctado en su centro
decidieron cruzar la frontera a pesar de contar con familia en Estados
Unidos, preocupados por el clima de intolerancia promovido por el nuevo
presidente.
A su vez, el Consejo Canadiense para los Refugiados
expresó en enero, a través de un comunicado, que el número de estos
cruces podría seguir aumentando conforme Trump vaya poniendo en marcha
sus políticas migratorias.
El caso de México
Alejandro
Estivill, cónsul general de México en Montreal, señala a Proceso que el
consulado no ha registrado la llegada de mexicanos a Canadá a través de
estos cruces irregulares. “No es una vía que los mexicanos estén
utilizando. Hay que precisar que el convenio entre Estados Unidos y
Canadá contempla que una persona proveniente de un país que no requiere
visa de entrada a suelo canadiense puede solicitar refugio en los cruces
fronterizos legales”, precisa.
“Ahora bien, dentro de las
campañas de información que se están realizando en nuestra red de
consulados en Estados Unidos se mencionan las condiciones de migración a
otros países y se habla de Canadá. Precisamos que Estados Unidos y
Canadá tienen realidades y políticas migratorias muy distintas. Hay una
serie de pasos legales para buscar vivir en Canadá, pero la gente debe
estar bien enterada. En caso de solicitar refugio, deben presentarse
elementos muy específicos que demuestren la necesidad de concederlo”,
añade.
El diplomático subraya que la vida en la clandestinidad en
Canadá es mucho más compleja que en Estados Unidos, ya que la falta de
documentación impide el acceso a un cúmulo de servicios y tareas
cotidianas, además de que las asociaciones de mexicanos no están
articuladas con el mismo vigor que en territorio estadunidense.
Estivill
comenta que desde diciembre pasado, a raíz de la eliminación de la visa
canadiense para los mexicanos, las autoridades de aquella nación han
informado de un leve incremento en las solicitudes de refugio por parte
de ciudadanos mexicanos que llegan por vía aérea. “Los consulados no
somos notificados de estas solicitudes; las autoridades canadienses
presentan únicamente cifras agregadas. Sin embargo, vemos que no existe
comparación con el gran número de peticiones de refugio que se dieron
entre 2007 y 2009”, precisa.
Arévalo cuenta que no tiene
conocimiento de ciudadanos mexicanos que hayan cruzado la frontera
canadiense de forma ilegal. Sin embargo, señala que familias colombianas
y salvadoreñas pernoctaron en su centro luego de ingresar a Canadá
desde Hemmingford hace varias semanas. Aunque en estos casos, precisa,
se trató de personas que viajaron directamente desde sus países a
Estados Unidos para cruzar enseguida a territorio canadiense.
Críticas desde dos frentes
El
gobierno de Justin Trudeau ha recibido críticas sobre la gestión del
flujo de migrantes que, sin papeles, llegan desde suelo estadunidense.
Steven Blaney, diputado del Partido Conservador, ha expresado que el
país necesita cerrar sus fronteras para impedir que algunos de estos
individuos pongan en riesgo la seguridad nacional. A su vez, Jean-Pierre
Fortin, presidente del sindicato de trabajadores aduanales, declaró a
la cadena Radio-Canadá que en caso de que el gobierno federal no
autorice la contratación de más agentes que vigilen la frontera, se
puede enviar el mensaje de que ingresar a Canadá es empresa fácil.
Desde
una posición contraria, diputados del Nuevo Partido Democrático piden a
Trudeau suspender el Acuerdo sobre Tercer País Seguro, para recibir a
los solicitantes de refugio en los pasos fronterizos oficiales y
disminuir así los riesgos para las personas que intentan esta aventura.
Esta es una opinión compartida por organismos como el Consejo Canadiense
para los Refugiados.
Pese a que el cruce por Hemmingford no
implica grandes peligros, la prensa canadiense ha documentado diversos
casos, principalmente en Manitoba, en que los desplazados han debido
caminar durante horas en la nieve sin vestimentas adecuadas. En este
ambiente de señalamientos y apoyos, el pasado 20 de febrero el cabildo
de Montreal aprobó por unanimidad una declaración que convierte a la
metrópoli quebequense en ciudad santuario para las personas en situación
migratoria irregular.
A raíz de la ola de críticas, el pasado 27
de febrero Ahmed Hussen, ministro federal de Ciudadanía e Inmigración,
explicó en televisión que hay que esperar más tiempo para saber si será
necesario ajustar la gestión de este fenómeno. Hussen, él mismo un
refugiado que llegó a Canadá a los 16 años procedente de Somalia, evitó
en todo momento criticar las medidas migratorias del presidente Trump.
Diversos
analistas han mencionado que el número de personas que atraviesan
ilegalmente la frontera puede incrementarse todavía más conforme el frío
vaya desapareciendo. Asimismo, si Estados Unidos deja de ser un sitio
seguro para miles de solicitantes de refugio por la severidad de las
leyes de Trump, el acuerdo perdería una de sus justificaciones más
importantes.
“Patrullamos la zona las 24 horas. Debemos estar
pendientes de estas personas que cruzan la frontera. Hay que hacer
cumplir la ley y también garantizar su seguridad”, comenta uno de los
agentes de la Policía Montada en Hemmingford. Habrá que ver más adelante
si el termómetro, las políticas migratorias de Trump y la visión de
Trudeau dictan otra cosa.
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