Eric Nepomuceno
Hace unos días, en
un raro momento de síntesis fulminante, la destituida presidenta Dilma
Rousseff se refirió a su sucesor, Michel Temer, diciendo que se trata de
alguien que es mucho menor que el país
.
Eso queda claro a
cada día: Temer carece de estatura política, ética y moral para ocupar
la presidencia. No tiene otra iniciativa política que la de tratar de
contemporizar con sus aliados, no tiene liderazgo alguno, no tiene otra
propuesta para sacar el país de la más profunda crisis en décadas que
una palabrería monótona y vacía. Frente al gigantesco tamaño de los
problemas que sacuden los cimientos de sus instituciones, Brasil tiene a
un pigmeo en el sillón presidencial.
Al borde de cumplir siete
meses, el gobierno que Temer encabeza no logró la tan soñada y sonada
legitimidad. Las manifestaciones callejeras lo comprueban, así como el
ínfimo respeto de la comunidad internacional.
El equipo económico,
recibido por los apoyadores del golpe institucional como la panacea
para todos los males del mundo, no presentó otra propuesta que disminuir
el Estado a un piso mínimo, imponer un drástico recorte en los gastos
públicos y privatizar todo lo que sea privatizable. El tan anunciado
retorno de las inversiones y la tan proclamada remontada de la confianza
quedaron colgadas entre dos nubes: la de la mentira y la de la farsa.
Lo que se registró fue una caída brutal en las inversiones y también en
el consumo.
Temer, a ejemplo de su par argentino Mauricio Macri,
prometía la remontada de la economía para el segundo semestre. Bueno: el
segundo semestre llega a su fin dejando como legado un escenario de
desolación. ¿Y qué hace ahora Temer? Anuncia que la recuperación se dará
en el segundo semestre, pero del año que viene.
Una vez más, o miente o sus relaciones con la realidad están deterioradas de manera irremediable.
Por
esos días fueron divulgados algunos índices oficiales de la calamitosa
situación económica. En el tercer trimestre del año el PIB retrocedió
0.8 por ciento. Ni un único segmento de la economía dejó de generar
resultados negativos: el agropecuario, -1.4 por ciento; la industria,
-1.3 por ciento; los servicios, -0.6 por ciento. Este año la venta de
vehículos bajó 21 por ciento. La de máquinas y equipos industriales, 26
por ciento.
Ya se prevé que el PIB retrocederá por lo menos 3.5
por ciento. Y las proyecciones para el año que viene bajaron a quizá
–quizá– 0.5 por ciento.
Entre enero y fines de septiembre, el
sector de la construcción cerró 441 mil plazas laborales. Esos datos,
oficiales y asustadores, son los nuevos resultados del golpe
institucional.
La inestabilidad política, el creciente rumor de
que Michel Temer no se quedará por mucho tiempo en el palacio
presidencial, los conflictos ahora abiertos entre Congreso y Judiciario,
el avance de las investigaciones que generan denuncias que cercan al
gobierno cada vez más, tienen sus reflejos inmediatos en el mercado
financiero.
Uno de esos reflejos se notó
este jueves, cuando el real se desvalorizó 2.5 por ciento frente al
dólar, mientras la Bolsa de Valores experimentaba una caída de casi 4
por ciento. Definitivamente sobran razones para que empresariado y
banca, que apoyaron el golpe financiando manifestaciones
espontáneascontra la presidenta destituida, estén cada vez más decepcionados.
En
el campo de la política, Temer comprueba que es muy efectivo
conspirador, pero se muestra incapaz de asumir el liderazgo siquiera de
su grupo más íntimo. El pintoresco zoológico humano que ocupa el
Congreso Nacional no hace más que motivar justificadas y furiosas
críticas contra sus hábitos y costumbres.
Definitivamente en manos
del Partido Social Demócrata de Brasil (PSDB), del derrotado candidato
Aécio Neves y del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, queda cada
vez más claro que Temer no conduce el gobierno. Se mantendrá atornillado
al sillón presidencial mientras cumpla los designios de Cardoso y
compañía.
También llama la atención el nítido abandono que dedican
los medios hegemónicos de comunicación, pilar fundamental para el éxito
del golpe institucional que lo condujo a la presidencia.
Cada día
crece la impresión de que a Temer le reservan el mismo destino que al
ex presidente de la Cámara de Diputados y ahora presidiario Eduardo
Cunha. Como presidente de la cámara, él fue el instrumento esencial para
que se instalara el juicio a Dilma Rousseff. Cumplida su misión,
descartado por sus pares, volvió a ser nada más que un ejemplo concreto
de la desenfrenada corrupción que contamina al sistema político
brasileño.
Temer, como vicepresidente de Dilma Rousseff, fue
figura esencial para sucederla luego del golpe. Muy rápidamente pierde
utilidad. Más que nunca el todavía presidente está en manos de los
artífices del golpe. ¿Hasta cuándo será útil?
Mientras esa
pregunta sigue rondando los aires buscando una respuesta, Temer sigue
vivo. Pero gracias a una respiración artificial.
A la vuelta de la
esquina, esperando su hora, sonríe, soberbio, Fernando Henrique
Cardoso. Hace días lanzó una frase fulminante. Refiriéndose al
debilitado gobierno, aclaró que
es frágil, pero es lo que tenemos, es lo que hay. Faltó agregar:
Por ahora.
En
algunas semanas, 2017 hará su estreno formal. Pero 2016 ya llegó a su
fin. Ha sido un año insano, frustrante y que termina sin haber empezado.
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