Alejandro Nadal
El plan económico de
Donald Trump incluye fuertes reducciones de impuestos, tanto para
individuos como para empresas, y posibilidades de deducciones fiscales
hasta cuatro veces más altas que las existentes en la actualidad. Se
calcula que éstas y otras reformas reducirán el ingreso fiscal en 9.5
billones (castellanos) de dólares a lo largo de la siguiente década y
llevarán los ingresos tributarios a su nivel más bajo desde la Segunda
Guerra Mundial.
En el caso de los impuestos a las personas físicas, el plan contempla
consolidar las siete tasas impositivas existentes en solamente tres
estratos de ingresos. Hoy las siete tasas de impuestos existentes van de
10 a 39.6 por ciento y el plan de Trump compactará esos estratos en
sólo tres con niveles de tasas impositivas de 10, 20 y 25 por ciento. Es
decir, la tasa marginal más alta será reducida en casi 40 por ciento y
al mismo tiempo se aumentarán los niveles de las deducciones personales.
Además, la tasa impositiva máxima para las personas físicas con
ganancias derivadas del capital y dividendos se reduce a 20 por ciento.
Por el lado de los impuestos a las empresas la tasa impositiva pasará
de 35 a 15 por ciento. Las ganancias repatriadas se gravarán con una
muy baja tasa (10 por ciento) lo que supuestamente servirá para que los
grandes grupos corporativos y empresas que operan a escala trasnacional
abandonen los paraísos fiscales. La tasa aplicable a las entidades
fiscales de transición (diseñadas para evitar doble tributación para
empresas y sus dueños) también se reducirá a 15 por ciento de su tasa
aplicable que es la del impuesto al ingreso de las personas físicas.
Esta reforma simplifica algunos aspectos del régimen fiscal pero, por
otra parte, crea incentivos para que algunas personas físicas se
transformen en esas entidades fiscales de transición y aprovechen las
menores tasas que se aplican a las empresas.
Es claro que los beneficios de la reducción de impuestos serán muy
desiguales. Los causantes en los deciles inferiores de la escala de
distribución del ingreso apenas verán su ingreso neto aumentar 0.8 por
ciento, mientras que los deciles superiores experimentarán aumentos de
hasta 21 por ciento. La reforma tributaria de Trump está diseñada para
beneficiar a los más ricos y aumentará la desigualdad.
Si se quisiera mantener el equilibrio en el presupuesto federal
frente a estas reducciones de impuestos la administración Trump tendría
que recortar el gasto en por lo menos 20 por ciento. Pero el plan del
nuevo gobierno contempla una ampliación del gasto público en un
ambicioso programa de renovación y construcción de obras de
infraestructura, fuerzas armadas y rubros como el de la atención a los
veteranos de guerra. El aumento en gasto militar es absurdo (Estados
Unidos ya gasta más que los 10 países juntos que destinan grandes
recursos al rubro militar). Militarizar la frontera con México y
construir su famoso muro también tendrían un costo significativo.
Además, en su campaña Trump siempre mantuvo que el gas to en seguridad social y el programa federal de asistencia médica no sería recortado.
¿Qué hay del gasto en infraestructura? Todos los analistas
concuerdan en que el rezago en infraestructura en Estados Unidos debe
ser atendido. Trump dijo la noche de su victoria electoral que
vamos a reparar carreteras, puentes, túneles, aeropuertos, escuelas y hospitales; nuestra infraestructura será la mejor del mundo y pondremos millones de personas a trabajar al reconstruirla. Pero el plan de Trump descansa en esquemas de asociaciones público-privadas, en los cuales una empresa privada recibe créditos fiscales para realizar una inversión en infraestructura (por ejemplo, una carretera) y posteriormente el costo es recuperado a través del cobro de peaje. Es decir, estamos hablando de privatizar buena parte de la infraestructura existente (detalles en peternavarro.com).
Cada quien puede pensar lo que quiera de la participación privada en
obras de infraestructura, pero estos esquemas de privatización no son
aplicables a la mayoría de los proyectos de construcción y reparación de
este tipo de obras. Muchos proyectos prioritarios desde el punto de
vista social no podrían ser financiados con créditos fiscales (agua,
transporte urbano, reparación de carreteras existentes, modernización de
hospitales y escuelas). Otros necesitarían peajes y cuotas muy
elevados, así como niveles de aforo muy altos, que no existen, para
garantizar la rentabilidad que los inversionistas privados exigen. La
experiencia internacional (incluyendo la de México) está repleta de
ejemplos que terminan en la quiebra de las entidades privadas y en
episodios de su rescate con recursos públicos.
El estímulo del paquete fiscal de Trump puede aumentar el crecimiento
económico en 2017, pero ese efecto se disipará y para 2019-2020
regresarán el estancamiento y la recesión. Mientras tanto, la
desigualdad y el desequilibrio en las finanzas públicas habrán
aumentado. Los que votaron por Trump no verán mejorar su situación.
Twitter: @anadaloficial
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