Guatemala
Un intelectual coherente debe denunciar las injusticias.
Empezando por las de su propio país.
Ignacio Ramonet [1]
Me
recuerdo los primeros años en la escuela. Cuando hablábamos en nuestro
idioma, llegaban los maestros y nos decían: “no estén hablando en
lengua, porque de repente están hablando mal de nosotros”. En otros
momentos, como burlándose de nosotros, nos decía: hablen en lengua pues
muchá. Y para los días 12 de diciembre, el que se llamaba “día de la
shiguala o día de la virgen de Guadalupe”, llegaban a nuestras casas a
prestar los cortes de nuestras hermanas, para presumirlas durante la
misa y así vestirse de “inditas”, como decían en ese entonces y como
siguen diciendo. Se tomaban la foto en el parque y al fondo la imagen o
la estampa de la virgen de Guadalupe, los hombres vestidos de “Juan
Diego”, con bigote pintado con carbón, sombrero y pañuelo rojo en la
cabeza, camisa y pantalón blanco, una faja roja y un par de sandalias.
Mi
mamá y mi papá, decían a mis hermanas: “Ma kemelej taq a so’, wi’ inkaj
qi kojom, ki loq qe’ (no presten su ropa, si ellos quieren vestir como
nosotros que compren su propio traje, porque a nosotros nos ha costado y
ellos nunca nos van a prestar algo)”. Esta frase podría sonar como a
egoístas, pero no es así. La forma de vida que hemos tenido no solo
desde la llegada de los Españoles, que aunque se diga, que ya basta de
echarles la culpa, pero esa es nuestra realidad y no podemos negarla,
porque desde que llegaron ellos, nosotros hemos vivido como personas de
segundo nivel y eso poco a poco se fue reproduciendo, hasta hacerse
famosa la frase: “soy pobre pero no indio” y esto sigue hasta hoy, sin
importar si eres “indio permitido o no”, siempre hay un “álito de
racismo y discriminación en las relaciones”.
La “gente de las
comunidades son unos ignorantes”, se dice siempre, cuando llegan las
elecciones, votan solo porque les regalan algo. Pero acaso, han sentido
Ustedes el hambre que estruja el estómago de los niños mayas, porque
llevan muchos días de no comer y si comen, solo es “tortilla con chile”,
pero eso no quiere decir que estemos tristes o frustrados. A pesar de
eso siempre somos alegres, reímos cuando debemos llorar y lloramos
cuando debemos reír, por eso también nadie nos entiende y nos comprende,
porque aquí el reloj gira de forma diferente. Entre los Q’eqchi’,
cuando se comienza una reunión siempre se dice: “¿Ma’ sa’ sa’ ech’ool?”
(¿están contentos?) y todos responde: “¡sa’ li q’a ch’ool!” (si estamos
contentos). Puede ser que el Otro, el Kaxlan, perciba nuestra música
como triste, pero no es tristeza, lo que pasa es que por medio de ella
trasmitimos “ternura y amor”, porque a la naturaleza, a la belleza, a la
tierra, al mundo, hay que tratarlo con ternura y con amor, con ese amor
que nace de lo profundo de ser “hijo o hija de la tierra”.
Sí
es cierto, que desconfiamos de todos. De la izquierda y de la derecha,
de ladinos e incluso de indígenas que dicen ser intelectuales y líderes,
del socialismo y del capitalismo, de quienes promueven la refundación y
de los que no, de quienes promueven la democracia burguesa,
representativa. De quienes escriben y hablan por nosotros y sobre
nosotros (aunque digan que su método es compartir saberes). De quienes
reproducen el racismo y la discriminación, de los interculturalistas,
multiculturalistas o monoculturalista, pluralista, folkloristas. De las
religiones y sus líderes. De extranjeros y de cualquiera que es ajeno a
nuestras comunidades. Si los recibimos es por cortesía, pero no porque
confiamos en ellos. Y eso por experiencia, así les pasó a nuestros
abuelos y abuelas, cuando llegaron los españoles. Cuándo Hernán Cortez
llega a Tenochitlán, Moctezuma lo recibe con oro y plata, plumas de
quetzal y guacamaya, era una forma de ser cortes con los visitantes,
pero el español, pensó que le decían entra y llévate lo que quieras y
traicionó la cortesía. ¿Acaso, se nos va a olvidar, la quema y el
asesinato de nuestros líderes Kaji Imox, Belejeb’ Kat, Belejeb’ Tz’i en
Iximche’? ¿Cómo se nos va olvidar la traición que hizo un sacerdote a
Manuel Tot? ¿Cómo decirle a un joven o señorita que le arrebataron a sus
papás en plena guerra a que confíe? ¿Cómo nos quieren pedir que les
miremos a los ojos, si durante años el patrón, el maestro, el militar,
el sacerdote, el pastor, el funcionario público, el intelectual, siempre
nos miró con ojos dominantes y nos obligó a agachar la cabeza?, ¿Cómo
creerle a un nuevo partido o movimiento, que nos describe como
desconfiados y tristes?, ¿Cómo confiar en un nuevo partido, cuando los
anteriores nos han engañado?
Esto no es rencor, tampoco
esencialismo, es nuestra historia, que está grabada en lo profundo de
nuestra mente y nuestro corazón y que si la olvidamos se volverá a
repetir. Desde allí, hemos resurgido y seguiremos resurgiendo para
nuestra autonomía, como lo dirá Frantz Fanón: “Las grietas del
colonialismo, ante todo subjetivas, son el resultado de una victoria del
colonizado sobre el antiguo temor y sobre la desesperación ambiente
destilada día tras días por n colonialismo instalado en una perspectiva
de eternidad" [2].
Por eso nos indignamos cuando uno de los
nuestros, se vende solo por una condecoración, una medalla o un espacio
que le regala el sistema que nos ha oprimido durante años. No es cierto
que nuestros abuelos se dejaron engañar con espejitos. Nuestros abuelos
resistieron a la colonización y nosotros estamos resistiendo a esta
nueva colonización. Desde las montañas y valles, escuchamos que se
matan, se envenenan, se pelean, se traicionan y se revuelcan por
controlar su poder.
Nosotros sabemos, que nuestro tiempo no ha
llegado. Por eso, siempre hemos dicho, que “nunca más sin los pueblos”,
pero eso no quiere decir que estemos pidiendo que nos incluyan, frase
que está siendo mal manejada, por quienes dicen ser organizaciones
mayas. Nuestras verdadera forma de organización es el Komon. Es el
awixb’aal (Poqomchi), el kaleb’aal (Q’eqchi). Nuestro tiempo volverá a
llegar, pero no desde la inclusión, sino desde el cambio profundo. No
son las ONGs, no son los partidos, no son las asociaciones, tampoco los
COCODES, quienes harán los cambios, sino “Li Tenamit” (Q’eqchi’), “Re’
Tinamit” (Poqomchi), el pueblo.
Cuando criticamos el racismo que
impera en Guatemala, no lo hacemos desde nuestro esencialismo, como lo
han querido afirmar quienes defienden las ideas de don Edelberto Torres.
Podemos reconocer los aportes que han hecho personas, como Edelberto,
que posiblemente son importantes, tanto en el campo de la sociología, de
la antropología, de la filosofía, la historia, la arqueología,
etcétera, pero eso no quiere decir que por eso no es susceptible de
discursos racistas o discriminadores y al ser persona pública se expone a
toda clase de críticas.
Recuerdo muy bien, en una reunión en
la sede del PNUD-Guatemala, una funcionaria de ese organismo en ese
momento, decía a un grupo de indígenas: “No sé qué es lo que quieren, si
yo hace seis meses que dejé de ser racista”. Hace unos meses, cuando
discutíamos un libro al que fui invitado por el Centro Rolando Morán;
decía: “que la izquierda partidista, es difícil que llegue a gobernar,
porque cuando fue la izquierda armada, cometió muchos errores y nunca ha
pedido disculpas a los pueblos indígenas. En otro momento se lo decía a
algunos sacerdotes, que “la iglesia comenzó a bajar el número de
feligreses, porque muchas veces la misma iglesia no respondió a la
altura que exigía los pueblos indígena”. Los mismo pasa con las iglesias
evangélicas, sobre todo por intromisión del Instituto Lingüístico de
Verano, cuando distorsionó los idiomas mayas. Hace unos días el Consejo
de Comunidades en Resistencia de la Sierra de las Minas, declaraban,
“que pedían a los centros académicos, de investigaciones o a
investigadores, que para cualquier investigación que quieran realizar en
su territorio, que primero solicitaran permiso al Consejo para evitar
que se utilice información que solo les concierne a las comunidades”.
La
entrevista a Edelberto Torres, la no aprobación a las reformas
constitucionales, no aceptar que existe el derecho indígena, el no
reconocimiento de las consultas comunitarias, considerar nuestros
argumentos como esencialistas-étnico, el desalojo de la sexta avenida,
la película Ixkanul, las actividades del Ministerio de Cultura,
considerarnos de la ciudad o del interior, seguir construyendo espacios
de arriba hacia abajo (como hasta ahora se han construido los partidos
políticos y los movimientos), construir desde los iluminados a los no
iluminados, no aceptar que los mayas no queremos inclusión, sino
autonomía y libre determinación, no comprender que para nosotros la
democracia es un estorbo y que los partidos políticos, las religiones,
las ONG, fundaciones, asociaciones y otras forma de organización de tipo
occidental, son parte de una política de racismo y discriminación.
No
podremos avanzar hacia la refundación, fundición, transformación,
revolución, si no lo hacemos primero con la sociedad. La sociedad debe
ser la primera en cambiar, su pensamiento, su sentimiento. La sociedad
debe comprenderse en sí misma, plural y multicultural. Los líderes y
lideresas, deben comprender que el pueblo es la vanguardia. Que los y
las intelectuales solo son como una especie de “comadrón o comadronas” y
que solo ayudaran a parir al pueblo y no a decir que tiene que hacer el
pueblo. Que los pueblos no esperan mesías, porque es el pueblo el mismo
liberador y nadie más.
La lucha contra el racismo y la
discriminación, debe de dejar de ser de diente a labio. La lucha contra
el racismo y la discriminación, nos debe ayudar para derribar este
sistema de injusticias, de desigualdad y que nos ha llevado a ser
pueblos con hambre, con miedo y con desesperanza. Por eso, es que
desconfiamos de quienes reproducen el mismo sistema, pero nosotros nunca
estaremos tristes, a pesar de la situación en que nos ha sumido el
sistema capitalista-neoliberal-extractivista-tradicional y conservador.
Notas:
[2] Fanon, Frantz, Sociología de una Revolución, Ediciones ERA, México, 1968.
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