Por: Ilka Oliva Corado
¿Por qué se embrocan? Me pregunté en
la primera ronda de las votaciones pasadas en Argentina. En mi arrabal
al que se embrocaba le hacíamos la ley del hielo hasta que aprendiera la
lección, “todos para uno y uno para todos”.
El primer instante me enfurecí cuando vi los resultados, Scioli tuvo
que haber ganado por gran diferencia, me decepcioné y me hirvió la
sangre. ¿Por qué se embrocan, volví a preguntarme? Luego me fui calmando
y las emociones se tranquilizaron y dieron paso a la razón: es la
mediatización. ¿Es la mediatización? Volví a preguntarme.
Agarré mi bicicleta y pedaleé durante cinco horas perdida en el
bosque, pensando, preguntándome, tratando de analizar el porqué de lo
ruin de la gente que es incapaz de tener conciencia y ser agradecida.
No pertenezco a ningún grupo, colectivo, organización, ni participo
en salidas a tomar café o vino con grupos de amigos con los que pueda
departir, no tengo amigos en este país. Hablo de amigos propiamente,
amigos del alma, hermanos, amigos del corazón, de luchas, no tengo. Mis
amigos leales fueron en mis años de infancia y allá se quedaron, en mi
arrabal. En mi memoria. Aquí te dicen amigo mientras tengás algo que te
puedan sacar. Amigo para matar el tiempo. Para que pasen las horas.
Eso no es amistad. Yo no utilizo a las personas, no le huyo al tiempo
ni a la soledad, en la soledad he aprendido a conocerme y prefiero mil
veces ir a pedalear en mi bicicleta, sola, que ir a reunirme en algún
bar con un grupo de gente que nada que ver. ¿Solo porque sí? ¿Porque así
es la vida? ¿Porque así toca? Paso.
Mis íntimos son mi bicicleta, mi cámara fotográfica y mi reserva
forestal rentada. Conocidos sí tengo, pero tampoco me nace el tema
del debate y esas cosas, mis conclusiones las saco sola. Yo misma
formulo mis análisis y los desmenuzo. Y no, aunque pareciera no tengo
comunicación alguna con gente de consulados ni esas hierbas. No me
interesa. Y tampoco soy colega ni de periodistas, ni de escritores ni de
poetas. Me siento aludida cuando ese gremio me llama así. Mis únicos
colegas con los vendedores de mercado y los vendedores ambulantes. Le
huyo a los letrados y a la gente famosa, me alejo lo más que pueda.
Todos los días recibo puños de correos electrónicos de gente que me
insulta y me acusa que defiendo Suramérica porque estoy bien enganchada
con gente de esos gobiernos, si pues, bien enganchada estoy, tan
enganchada que me gano la vida limpiando baños. Me dicen que vivo
cómoda a expensas del capitalismo y que así cualquiera escribe y es
“revolucionario”. No soy revolucionaria, brincos diera, apenas mi
cerebro está comenzando a despertar del letargo del sistema.
No es fácil ser oveja negra. A veces pienso que debería dejar de
nadar contra la corriente, de fatigarme, de poner empeño a todo lo que
hago, que debería dejarme llevar, que debería aceptar que estoy en
cuerpo y alma en un sistema que consume y vivir de lleno en él. Que
debería olvidar, dejar de pensar y perder lo poco que me queda de
mi capacidad de reacción. Que debería quedarme callada y hacer como que
no escuché nada. Que debería dejar de buscar mis lecturas y
concentrarme en el trabajo. Que debería pasar horas en el
gimnasio fortaleciendo mis glúteos y mis pectorales y que debería
subastar mi dignidad para comprarme un automóvil de último modelo y ropa
de marca.
Que debería hacer lo que hace la mayoría, que debería ser parte de
esa media. Y preocuparme por comprarme el iPhone reciente. Que debería
engancharme un gringo, engatusarlo y casarme y darle hijos a cambio de
la residencia estadounidense. Y ponerme a gatas las veces que él quiera a
cambio de mejorar mi economía y mi estilo de vida. Y fanfarronear con
su apellido y perder mi identidad y mi individualidad. Que debería
aprender a vivir de apariencias. Que debería omitir y dejar mi cerebro
dormido así viviría más feliz, esa felicidad que nos venden en la
televisión.
Ya no es Estados Unidos, el sistema capitalista lo tenemos en las
narices, está dentro de nuestras propias casas: con nuestros hijos
metidos en sus tabletas electrónicas y en los videojuegos, que ya no
disfrutan de los juegos de ronda, en la calle, en el patio. Del vuelo de
los barriletes. De jugar cinco, trompo o papel y tijera. Que no saben
diferenciar entre un árbol de pino y un ciprés. El consumismo nos
invadió y nos está ahogando a todos. Se ha vuelto un artículo de
primera necesidad un teléfono inteligente, la gente ya no comparte en la
mesa.
Con sentencias de “traidora” llegan los correos y los mensajes. ¿Me
vuelve traidora vivir en Estados Unidos? ¿Y qué hay de aquellos que se
embrocan en sus propios países de origen y venden su patria con un
voto? ¿Cuál es la obligación de un cerebro que despierta? Defender el
amor. Esa es su obligación. La patria es amor. La infancia es amor.
Nuestros adultos mayores son amor. Nuestra libertad es amor. Nuestra
identidad es amor. Nuestros ríos y montañas son amor. Nuestros Pueblos
Originarios son amor.
Las cosas se dicen como son, aunque duelan. Ironías de la vida, yo
vine a despertar a Estados Unidos porque mi país de origen no me lo
permitió, y aquí nació mi amor por los pueblos en desarrollo del mundo
entero, aquí pude venir a ver plenamente las injusticias mundiales,
aquí vine a enterarme de la historia que no está en los libros de texto.
Aquí me enamoré de Las Panteras Negras. De los Pueblos Nativos de
Estados Unidos. Del peronismo, del chavismo, de Cuba. Soy Cristinista.
Por si no se me nota. Pro Lula, Dilma, pro unidad latinoamericana.
Aquí me he enloquecido de amor por África. En Guatemala fui una negra
estigmatizada y excluida. No, jamás Estados Unidos me ha discriminado
por mi color como lo hizo Guatemala.
¿Acaso por vivir en Estados Unidos debería también guardar silencio
como guarda la mayoría en los pueblos oprimidos? ¿Acaso no tengo derecho
a defender el amor? ¿A preguntarme por qué nos embrocamos? ¿Acaso no
tengo derecho de expresar? ¿A pensar? ¿A cuestionarme? ¿Cómo debería
vivir entonces? ¿Cuál es la forma perfecta de vivir la vida? ¿No
buscarse problemas y mejor cerrar el pico? ¿Hacer como que no se vio
nada? ¿Cómo se defiende la dignidad, guardando silencio? ¿Cómo se
denuncian las injusticias, omitiéndolas?
Somos tan cobardes que decimos que Estados Unidos tiene la culpa de
todo, la culpa es de nosotros mismos, por mediocres y por guardar
silencio. ¿Vuelvo a preguntarme, por qué nos embrocamos?
Argentina está de frente a la segunda vuelta, Macri ataca con el
apoyo de la oligarquía y Estados Unidos, yo pregunto: ¿El pueblo
argentino se dará por vencido? ¿Se va a embrocar ahora después de que
tanto les costó a Néstor y Cristina sacar a flote el país? ¿Es así como
piensan pagarle a las Abuelas de la Plaza de Mayo y a los miles de
desaparecidos, torturados y masacrados? ¿Es así como piensan honrar su
memoria histórica? ¿Piensan embrocarse de nuevo? ¿Es así como piensan
romper con la unidad Latinoamericana? No podemos retroceder. No podemos
ser tan ruines. Tenemos la obligación moral y humana de defender el
amor, ¿si no lo hacemos nosotros quién lo hará? ¿Estados Unidos, el
sistema?¿Quién?
Debemos defender el amor estemos donde estemos, en nuestras
circunstancias, con nuestras herramientas, con nuestros alcances. Todos
los aportes son importantes y necesarios. ¿No es trágico que una
empleada doméstica se pueda comprar una computadora en Estados Unidos e
informarse de lo que sucede en el mundo y escribir artículos de
opinión y que en nuestros países de origen, las empleadas domésticas
sigan siendo esclavizadas y comiendo las sobras y la comida de los
perros? ¿Qué es lo que estamos haciendo mal en nuestros países de
origen, eso también es culpa de Estados Unidos? ¿Acaso eso no es
desamor?
En fin…, buenos días a todos.
Posdata: el domingo gana Scioli.
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