Por:
Ilka Oliva Corado
A estas horas de la oscurana escribo estas letras con el dolor
profundo que me hermana con el pueblo argentino, mi pueblo. Hablo del
pueblo raso, del pueblo real, de donde viene mi raíz . Hablo de esa
sangre milenaria latinoamericana que siempre ha sido oprimida y vendida
al mejor postor. De aquella que dicen unos genocidas hampones, que
conquistaron y la hicieron civilizada. Hablo de ese dolor amargo de
sentirnos traicionados, de reabrir la herida que comenzaba a sanar.
Estas palabras muchos quisieran que fueran sepultureras y afirmar que
sí, que nos dimos por vencidos, que Latinoamérica murió, que no hay por
dónde lucharla, por dónde rescatarla, que de nuestra Patria Grande ya
no queda nada, que soñarla libre de ingratos es cosa de melancólicos
fracasados. Que hablar de mártires pasó de moda y son patadas de
ahogados. Que recordar masacrados es de mal gusto, que el futuro es
hacia adelante no hacia atrás. Que el pasado hay que olvidarlo, Que los
torturados merecido se lo tenían. Que los desaparecidos es porque en
algo andaban. Que las Abuelas de la Plaza de Mayo son una blasfemia. Que
la única que cuenta es la historia oficial, (escrita por asesinos).
¿Qué es la democracia en manos de desleales? ¿Qué es del pétalo de
una flor en manos de un genocida, de un traidor, de un dictador?
Argentina que es uno de los bastiones de Suramérica hoy vuelve a llorar
la puñalada de los pérfidos. Pudiera escribir aquí un rosario de
lamentos y despotricar. Lanzar dardos envenenados y devolver el odio a
los que deshonraron su patria. Su entraña. A los que escupieron el
rostro de esta Latinoamérica hermosa.
Pero este texto es solo para reafirmar que seguimos de pie, que ésta
no es la primera puñalada ni será la última. Que a la infamia estamos
acostumbrados. Que si unos le apostaron al retroceso, nosotros: el
pueblo real, luchamos por la reconstrucción. Que la mediatización no nos
consumió, que tenemos Memoria Histórica y que hoy más que nunca nuestra
sangre hierve honrada de su raíz. Y que la militancia continúa; cansada
y golpeada pero certera desde la sangre de nuestros abuelos, y bravía y
lozana en la sangre de la juventud de los arrabales, de los pueblos y
de las aldeas. Desde la Cámpora, desde las periferias.
Porque nosotros no conocemos la traición, porque nuestro amor es tan
inmenso que florece en el desierto. A nosotros nos obligaron a poner los
muertos, los torturados, las violadas, los desaparecidos por la lucha
de un sueño de libertad. A nosotros intentaron silenciarnos,
minimizarnos. Intentaron doblegarnos a fuerza de metrallas. Y aquí
estamos, no pudieron. Y seguimos luchando por ese sueño de libertad y no
podrán pulverizarnos aunque nos lluevan balas, porque nada ni nadie
puede contra el amor de un pueblo honrado.
Lloro, también lloro el dolor, la misma cólera que sienten en este
momento miles de argentinos, miles de latinoamericanos en éste nuestro
continente mancillado. Lloro de tristeza de saber que el ser humano aún
no ha aprendido la lección. Que nunca la aprenderá probablemente. Que no
sabe que la patria no se vende. Que la patria se defiende con la vida.
Que la vida no sirve de nada sin dignidad. Que ningún rascacielos puede
con la belleza de las serranía.
Lloro por esta Patria Grande de nuevo subastada, de nuevo vulnerada,
una vez más mancillada. Una de tantas, no será la última estocada.
Curtida está.
Que sepan los pérfidos que aquí en este continente americano, en esta
raíz milenaria hay Memoria Histórica, hay decencia, hay valor, hay
palabra, hay acción. Que sepan en este continente americano de las
hermanas Mirabal, de las Adelitas, de Ayotzinpa, de Pancho Villa, de
Sandino, de Árbenz, de Mujica, de Lula, de Dilma, de Juana Azurduy, de
San Martín. De Bolívar, de Cristina, de Néstor, de Correa. De Evo, de
Óscar López, de Fidel, de Chávez.
De Mercedes Sosa, de Violeta Parra, de Salvador Allende, de Evita. De
Juana la Avanzadora. Que sepan que aquí no se rinde nadie, que aquí
seguimos luchando contra la avaricia de los desertores.
Que aquí seguimos con la frente en alto, hombro a hombro, con la
palabra clara y el pulso entero. Somos la resistencia y de aquí no nos
saca nadie. Somos la resistencia de nuestros ancestros, la de nuestros
abuelos, de nuestros padres, de nuestros hijos. Somos la resistencia de
los que ya no están, de los que están y de los que vienen. Reivindico
los logros de la era Kirchnerista y sigo siendo hoy más que nunca fiel
Cristinista.
¡De aquí no nos vamos! ¡De aquí no nos saca nadie!
¡Viva la Patria Grande! ¡Viva nuestra Latinoamérica! Traicionados como siempre, ¡vencidos jamás! ¡Aquí no se rinde nadie!
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