Esta
vez las encuestas no se han equivocado, ganó la derecha y vuelve a
gobernar Argentina, después de 12 años de gobierno de Néstor y Cristina
Kirchner.
Es la primera vez, desde 1998, cuando Hugo
Chávez se eligió presidente de Venezuela, que un gobierno progresista de
América Latina es derrotado y se interrumpe la construcción de
alternativa al neoliberalismo. En elecciones anteriores, como las de
Venezuela y de Brasil, los triunfos se dieron por márgenes estrechos,
pero en Argentina las tendencias indicaban la probable victoria del
candidato de Cristina Kirchner.
Una derrota de esas
dimensiones no se debe a un solo factor, tiene que ser resultado de
problemas en la gestión del gobierno nacional y de la provincia, de
debilidades del candidato escogido, de errores en la campaña electoral,
de éxitos en la sistemática campaña de los medios de información en
contra del gobierno y del buen desempeño del candidato opositor.
El
gobierno de Cristina llegaba a su final con alto nivel de apoyo y, a la
vez, alto nivel de rechazo, por el propio estilo de enfrentamiento
adoptado por ella, que permitió una gran movilización de la militancia
kirchnerista pero, a la vez, provocó altos índices de rechazo en los
sectores opositores. El gobierno contaba con significativos avances
sociales, sobretodo en comparación con el más grande retroceso social
que el país había vivido, en la crisis del 2001/2002. La propia
oposición tuvo que reconocerlos, al punto que sus candidatos se han
comprometido a mantener los principales programas sociales del gobierno
La
reelección de Cristina, en 2011, con el 54% de los votos contra el 22%
del principal candidato opositor, consagraba los avances conquistados y
el estilo del gobierno. Sin embargo, en los últimos años, esos avances
fueron cuestionados especialmente por los efectos de la inflación – del
25% al año – sobre el salario de los trabajadores. Al mismo tiempo el
control del cambio producía descontentos en sectores de la población,
multiplicados por las campañas negativas de los medios de información.
La ruptura del gobierno con la principal central sindical dificultó aún
más la política de control de los daños de la inflación.
La
definición del candidato del gobierno no desembocó en una buena
alternativa. No había un candidato preferido por Cristina, al mismo
tiempo que el único que se situaba bien en las encuestas – Daniel Scioli
– había tenido roces con el gobierno, y no sería el escogido por
Cristina, en caso de que ella tuviera alternativas.
Cristina
optó así por Scioli, confiando en su favoritismo en las encuestas,
ella, por otro lado, definió su candidato a la Vicepresidencia, y
contaba con obtener una consistente bancada parlamentaria y el probable
gobernador de la provincia de Buenos Aires, como presencia política del
kirchnerismo.
En la campaña Scioli se ha revelado un mal
candidato y, al mismo tiempo, los resultados electorales en la provincia
de Buenos Aires, han revelado que el suyo no fue un buen gobierno.
Esto, combinado con la definición de un candidato con mucho rechazo para
sucederlo, llevó a la pérdida de la dirección de la provincia,
principal bastión del peronismo.
El gobierno contaba
también con las dificultades de la oposición. Esta vez el principal
adversario no era el radicalismo, pero se dividía entre un disidente del
gobierno – Sergio Massa – y un opositor frontal – Mauricio Macri. Massa
aparecía como el candidato más peligroso para el gobierno, porque
podría contar con los votos peronistas y antiperonistas. En ese sentido,
Macri aparecía como un candidato teóricamente con menor competitividad,
por ser frontalmente antiperonista.
La más grande
sorpresa electoral, que ha cambiado el escenario político, fue el
resultado de la primera vuelta, cuando las encuestas daban el triunfo
directo de Scioli o una ventaja holgada, que lo haría llegar a la
segunda vuelta como el franco favorito.
La mayor sorpresa
electoral, que cambió el cuadro político, fue el resultado de la
primera ronda electoral, cuando se esperaba – según las encuestas –
el triunfo directo de Scioli. La diferencia de menos del 3%, con una
suma significativa de votos de los candidatos opositores, aliada a la
sorprendente derrota del kirchnetismo en la provincia de Buenos Aires
por una joven candidata vinculada a Macri, proyectaron el favoritismo de
la oposición para la segunda vuelta.
Macri posicionó, en
aquel momento, la imagen de que la mayoría de los argentinos – 64% -
habría votado por el cambio, mientras Scioli representaba la continuidad
del kirchnerismo. Ese escenario no cambió a lo largo de la campaña de
la segunda vuelta, aun con Scioli intentando distanciarse del gobierno y
con Cristina apareciendo menos. En el resultado final, Macri conquistó
20 puntos más en la segunda vuelta, mientras que Scioli logró tener 8
puntos más. Macri conquistó el 70% de los votos nuevos, mientras
Scioli el 30%.
El resultado representa un cambio radical en la política argentina, por más que Macri haya
moderado
sus posiciones respecto a las privatizaciones y a la política social
del gobierno de Cristina. Su principal medida inmediata, anunciada por
el equipo económico neoliberal definido por él, será la devaluación del
peso, para buscar cerrar la brecha entre el tipo de cambio oficial y el
paralelo, con su liberalización, con todas las consecuencias de esa
medida con respecto a los salarios, los precios y el empleo.
Macri
cuenta con la división del movimiento sindical y con la adhesión del
principal dirigente de la principal central a su campaña. Pero esta es
una variable todavía abierta y depende de cómo el sindicalismo va a
reaccionar a los duros efectos de la liberalización del cambio sobre las
condiciones de vida de los trabajadores.
Argentina, con
Macri, da un nuevo viraje a la derecha, similar al que dio Carlos Menem,
hace dos décadas y media, cuyo contrapunto vino desde dentro del mismo
peronismo, con el gobierno de los Kirchner.
Llega la hora
de la temida restauración conservadora, que tiene su hora y su desafío.
Van a querer borrar de la memoria de los argentinos y de la sociedad
argentina todos los avances del rescate realizado por los gobiernos de
los últimos 12 años de la peor crisis de la historia del país, resultado
justamente del modelo neoliberal que Macri quiere de vuelta a la
Argentina.
Serán años turbulentos los que vienen frente a la más gran estabilidad política y apoyo popular que la Argentina ya ha vivido.
- Emir Sader,
sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del
Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de
Janeiro (UERJ).
http://www.alainet.org/es/articulo/173755
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