David Brooks
La Jornada
La semana pasada estalló una protesta iniciada por unos cuantos
estudiantes que denunciaban no sólo la constante y larga historia de
racismo en la Universidad de Missouri, sino la falta de respuesta de sus
autoridades, por lo que exigieron la renuncia del rector. Rápidamente
esto creció, cuando diversas agrupaciones estudiantiles, profesores y
otros (de todos colores) se incorporaron a las protestas. Al final, el
presidente de la universidad, Tim Wolfe, renuncióFoto Ap
“Que vivan los estudiantes/ Jardín de nuestra alegría/ Son aves que no se asustan/ De animal ni policía”. De repente, los estudiantes despertaron provocando temblores.
En una semana varios rectores y decanos se vieron obligados a
renunciar a sus puestos, convocar reuniones de urgencia y comprometerse a
tomar medidas ante protestas de miles de universitarios contra el
racismo, la discriminación y la inacción de las autoridades académicas.
Aunque los jóvenes han sido la fuerza motriz del nuevo movimiento
nacional conocido como Black Lives Matter durante el último año,
detonado inicialmente por la muerte de un joven afroestadunidense a
manos de policías blancos en el pueblo de Ferguson, en Missouri, y que
fue creciendo con la ira colectiva ante varios casos parecidos en los
siguientes meses, las universidades no habían sido el epicentro de estas
movilizaciones.
Pero la semana pasada, no tan lejos de Ferguson, en el mismo estado
de Missouri, estalló una protesta iniciada por unos cuantos estudiantes
denunciando no sólo la constante y larga historia de racismo en la
Universidad de Missouri, sino la falta de respuesta de sus autoridades, y
que por lo tanto demandaban la renuncia del rector. Rápidamente esto
creció, cuando diversas agrupaciones estudiantiles, profesores y otros
(de todos colores) se incorporaron a las protestas, pero obtuvo la
atención nacional cuando varios de los jugadores del equipo de futbol
americano declararon que no jugarían el próximo partido y se sumaron a
las demandas. Adquirió dimensiones aún más grandes cuando recibieron el
apoyo del entrenador del equipo. Todos indicaron que estaban en huelga
hasta que el presidente fuera destituido.
Al final el presidente de la universidad Tim Wolfe renunció, y poco
después el rector, R. Bowen Loftin, anunció que dejará su puesto a
finales de este año. Al circular la noticia, cientos de estudiantes que
estaban congregados con profesores y otros simpatizantes expresaron su
júbilo, se abrazaron y bailaron. Inmediatamente después, se discutía
sobre si con esto había triunfado esta protesta, pero el consenso fue:
este es un movimiento, no un momento.
Los equipos de futbol y basquetbol de las grandes universidades
estadunidenses no sólo son importantes para proyectar la imagen de estas
instituciones, sino son un gran negocio que genera millones de dólares
en contratos de publicidad y de televisión. De hecho, si el equipo de la
Universidad de Missouri (conocida también por su apodo Mizzou)
no jugara un partido, la institución estaría obligada a pagar al otro
equipo un millón de dólares, según los contratos a ese nivel de las
ligas académicas.
En otras universidades, inicialmente en solidaridad con sus
compañeros en Missouri, empezaron a brotar protestas en diversas
esquinas del país en el transcurso de la semana. En la Universidad Yale
estudiantes repudiaron los intentos de justificar una fiesta de
Halloween con disfraces de estereotipo racial. Una manifestación de unos
mil jóvenes en la pequeña Ithaca College, en Nueva York, provocó un
resultado inmediato cuando los administradores nombraron a un
funcionario a cargo de la
diversidad. Poco después, la decana de estudiantes en Claremont McKenna College, en California –una prestigiosa universidad privada– renunció ante quejas de prejuicio racial. En la exclusiva Smith College, en Massachusetts, unos 100 estudiantes encabezaron protestas en solidaridad con Ithaca y Missouri. Estudiantes afroestadunidenses ocuparon las oficinas del rector en la Universidad Virginia Commonwealth. En la universidad de élite Amherst College, en Massachusetts, estudiantes denunciaron en una protesta el racismo y la xenofobia dentro y fuera de la universidad, y emitieron una larga lista de demandas, entre ellas abordar el espinoso tema de que el nombre de la universidad y el pueblo de Amherst evocan a Jeffrey Amherst, un oficial del ejercito inglés que propuso una guerra biológica contra los indígenas del país contaminándolos con cobijas infectadas de viruela en el siglo XVIII.
El pasado viernes, unos cien estudiantes interrumpieron la
inauguración de un complejo de deportes en la Universidad Northwestern
(NU), marcharon y corearon: “desde NU a Mizzou, ustedes nos
importan”, y obligaron a los administradores académicos y sus invitados
especiales a escuchar sus demandas de adoptar más medidas contra el
racismo.
Haifu Osumare, profesor de estudios afroestadunidenses en la Universidad de California, en Davis, comentó a The Guardian que todo esto tiene un vínculo con el movimiento Black Lives Matter y señaló:
creo que vamos a ver un nuevo movimiento estudiantil. Hay una historia de activismo en torno a los derechos civiles y esos temas no se han desvanecido.
Las redes sociales han sido circuitos de información instantánea
entre estudiantes en diversas universidades por todo el país, una
herramienta que ha facilitado el contagio de esta ola de protesta. Un tuit con el hashtag
#BlackOnCampus fue difundido por los activistas en la Universidad de
Missouri, solicitando a la gente contar sus experiencias sobre ser
afroestadunidense en las universidades, y poco después ya circulaban
casi 100 mil respuestas de todo el país. Éstas expresaban el
aislamiento, incidentes violentos de racismo así como micro-ofensas
cotidianas, y múltiples formas de discriminación abierta y sutil.
Es muy notable que estas acciones y expresiones en gran medida han
sido multirraciales, con la participación directa de jóvenes y
profesores latinos, asiáticos y blancos. Y los activistas insisten en
que no sólo se trata de sus experiencias dentro de las universidades,
sino que las vinculan con las
estructuras de racismoy de
opresiónen la sociedad estadunidense, y relacionan sus protestas con las del movimiento Black Lives Matter y otros que se desarrollan fuera de los muros universitarios.
Ocho años después de que algunos proclamaban que con la elección de
Barack Obama, Estados Unidos estaba pasando a ser una sociedad
post racial, los jóvenes recuerdan que eso, como con cualquier injusticia social, no se soluciona con un político en la cúpula, sino con un movimiento en las calles.
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