Alainet
São
Paulo, la capital paulista, está sometida a la violencia y al miedo.
Asesinatos y masacres se repiten cada día. Y lo peor: la población se
siente insegura ante la policía. Un ciudadano, aunque sea un
delincuente, puede ser detenido con vida y al poco tiempo aparecer
muerto, como se comprobó recientemente con la foto de un sospechoso
baleado por la PM después de haber sido dominado.
El número de homicidios en la ciudad de São Paulo creció un 34% en el 2012. Por cada 100 mil habitantes la media de asesinatos fue de 12.02. En supuestos enfrentamientos con la Policía Militar murieron 547 personas. Los casos de estupros subieron un 24%; el robo de vehículos un 10%; los robos el 8%. Los asaltos a bancos, sin embargo, bajaron un 12%. Estos datos son provenientes de la Secretaría de Seguridad Pública, publicados el 25 de enero.
São Paulo se divide en 96 distritos, la mayoría de los cuales tiene más de cien mil habitantes, lo que significa que cada uno supera en población al 95% de los municipios brasileños.
¿Por qué tanta violencia en la gran ciudad? Ponga diez ratones en una caja y verá que al poco tiempo se estarán agrediendo unos a otros. Lo mismo ocurre con el ser humano cuando está confinado en espacios urbanos opresivos, donde los niños no disponen de plazas y parques, donde los jóvenes no cuentan con centros deportivos y culturales, y los adultos no tienen dónde reunirse si no es en el bar de la esquina.
Según Nuestra Red São Paulo, de los 96 distritos, 60 no tienen ningún centro cultural (teatro, cine, sala de eventos…); 56 no poseen ninguna instalación deportiva pública; 44 no disponen de biblioteca pública; en 38 no hay ni un parque; y en 20 no hay delegación de policía.
La ciudad más rica del país tiene 11 millones de habitantes; 1.3 millones de los cuales viven en favelas; y 250 mil jóvenes de entre 15 y 19 años no van a la escuela; 181 mil jóvenes de 15 a 24 años están desempleados, y 98 mil niños esperan un puesto en guarderías públicas.
¿Qué se puede esperar del futuro de jóvenes que ni estudian ni trabajan? ¿De qué viven? ¿Cómo obtienen dinero? ¿Cómo sacian sus ansias de consumo? No es necesario tener una bola de cristal para saber que, de esos jóvenes, muchos recurren al crimen como medio de sobrevivencia.
São Paulo es una ciudad congestionada. Para trasladarse, el paulista emplea, como media, 2 horas y 23 minutos al día en el transporte, lo que equivale a un mes por año; y el transporte público es deficiente. En las horas pico los autobuses y el metro no dan abasto con la cantidad de pasajeros, hasta el punto de tener que intervenir la policía para controlar el acceso a los mismos.
¿Y qué sucede cuando se enferma uno en una megápolis como ésta? La media de espera para ser atendido en un puesto de salud es de 52 días; hacerse exámenes de laboratorio 65 días; y para cirugías y procedimientos más complejos 146 días. Eso cuando el enfermo logra sobrevivir…
Ante este panorama, ¿cómo evitar la impaciencia, el estrés, la sublevación, el crimen? Como indica Nuestra Red São Paulo, “éste es un escenario perfecto para que prospere la criminalidad y la violencia: extrema carencia, desigualdad enorme que engendra frustración y rebelión ante la injusticia, ausencia del poder público y falta de oportunidades de trabajo, educación, cultura y entretenimiento para jóvenes de escasos recursos, además de servicios públicos de educación, salud y transporte de baja calidad (las gentes de mayor poder adquisitivo y hasta los responsables de las políticas públicas pagan servicios privados)”.
El combate a la violencia exige cambios profundos en nuestras instituciones. Requiere una policía bien preparada y bien pagada, dotada de recursos de alta tecnología para las investigaciones, más orientada a la prevención que a la represión. Nuestro sistema penitenciario necesita dejar de ser depósito de escoria humana para transformarse en centros de recuperación mediante estudio, deporte, artes y calificación profesional.
Nuestros gobernantes debieran de trazar metas para atacar las causas de la criminalidad y la violencia, como reducir sustancialmente la desigualdad social y económica; y dotar a cada distrito de la ciudad de todos los equipamientos y servicios públicos necesarios para ofrecer calidad de vida digna a sus habitantes.
Es necesario priorizar la rendición de cuentas de los agentes públicos acusados de practicar actos de violencia y de violar los derechos humanos; fortalecer la autonomía de la Defensoría Pública; estimular la creación de espacios comunitarios que favorezcan los vínculos de solidaridad entre los miembros de la comunidad.
Le corresponde al poder público el desmontar las redes de corrupción y criminalidad, identificar a los dirigentes de esas redes y combatirlos, así como desarticular los grupos de exterminio dentro de las fuerzas policiales. Son medidas de corto plazo que deben ser tomadas, habida cuenta de la situación de guerra civil que se vive en São Paulo, lo que recae principalmente sobre la población más pobre y vulnerable de las periferias.
Frei Betto es escritor, autor de “Hotel Brasil. El misterio de las cabezas degolladas”, entre otros libros. www.freibetto.org/ > twitter:@freibetto.
Fuente: http://alainet.org/active/61533
El número de homicidios en la ciudad de São Paulo creció un 34% en el 2012. Por cada 100 mil habitantes la media de asesinatos fue de 12.02. En supuestos enfrentamientos con la Policía Militar murieron 547 personas. Los casos de estupros subieron un 24%; el robo de vehículos un 10%; los robos el 8%. Los asaltos a bancos, sin embargo, bajaron un 12%. Estos datos son provenientes de la Secretaría de Seguridad Pública, publicados el 25 de enero.
São Paulo se divide en 96 distritos, la mayoría de los cuales tiene más de cien mil habitantes, lo que significa que cada uno supera en población al 95% de los municipios brasileños.
¿Por qué tanta violencia en la gran ciudad? Ponga diez ratones en una caja y verá que al poco tiempo se estarán agrediendo unos a otros. Lo mismo ocurre con el ser humano cuando está confinado en espacios urbanos opresivos, donde los niños no disponen de plazas y parques, donde los jóvenes no cuentan con centros deportivos y culturales, y los adultos no tienen dónde reunirse si no es en el bar de la esquina.
Según Nuestra Red São Paulo, de los 96 distritos, 60 no tienen ningún centro cultural (teatro, cine, sala de eventos…); 56 no poseen ninguna instalación deportiva pública; 44 no disponen de biblioteca pública; en 38 no hay ni un parque; y en 20 no hay delegación de policía.
La ciudad más rica del país tiene 11 millones de habitantes; 1.3 millones de los cuales viven en favelas; y 250 mil jóvenes de entre 15 y 19 años no van a la escuela; 181 mil jóvenes de 15 a 24 años están desempleados, y 98 mil niños esperan un puesto en guarderías públicas.
¿Qué se puede esperar del futuro de jóvenes que ni estudian ni trabajan? ¿De qué viven? ¿Cómo obtienen dinero? ¿Cómo sacian sus ansias de consumo? No es necesario tener una bola de cristal para saber que, de esos jóvenes, muchos recurren al crimen como medio de sobrevivencia.
São Paulo es una ciudad congestionada. Para trasladarse, el paulista emplea, como media, 2 horas y 23 minutos al día en el transporte, lo que equivale a un mes por año; y el transporte público es deficiente. En las horas pico los autobuses y el metro no dan abasto con la cantidad de pasajeros, hasta el punto de tener que intervenir la policía para controlar el acceso a los mismos.
¿Y qué sucede cuando se enferma uno en una megápolis como ésta? La media de espera para ser atendido en un puesto de salud es de 52 días; hacerse exámenes de laboratorio 65 días; y para cirugías y procedimientos más complejos 146 días. Eso cuando el enfermo logra sobrevivir…
Ante este panorama, ¿cómo evitar la impaciencia, el estrés, la sublevación, el crimen? Como indica Nuestra Red São Paulo, “éste es un escenario perfecto para que prospere la criminalidad y la violencia: extrema carencia, desigualdad enorme que engendra frustración y rebelión ante la injusticia, ausencia del poder público y falta de oportunidades de trabajo, educación, cultura y entretenimiento para jóvenes de escasos recursos, además de servicios públicos de educación, salud y transporte de baja calidad (las gentes de mayor poder adquisitivo y hasta los responsables de las políticas públicas pagan servicios privados)”.
El combate a la violencia exige cambios profundos en nuestras instituciones. Requiere una policía bien preparada y bien pagada, dotada de recursos de alta tecnología para las investigaciones, más orientada a la prevención que a la represión. Nuestro sistema penitenciario necesita dejar de ser depósito de escoria humana para transformarse en centros de recuperación mediante estudio, deporte, artes y calificación profesional.
Nuestros gobernantes debieran de trazar metas para atacar las causas de la criminalidad y la violencia, como reducir sustancialmente la desigualdad social y económica; y dotar a cada distrito de la ciudad de todos los equipamientos y servicios públicos necesarios para ofrecer calidad de vida digna a sus habitantes.
Es necesario priorizar la rendición de cuentas de los agentes públicos acusados de practicar actos de violencia y de violar los derechos humanos; fortalecer la autonomía de la Defensoría Pública; estimular la creación de espacios comunitarios que favorezcan los vínculos de solidaridad entre los miembros de la comunidad.
Le corresponde al poder público el desmontar las redes de corrupción y criminalidad, identificar a los dirigentes de esas redes y combatirlos, así como desarticular los grupos de exterminio dentro de las fuerzas policiales. Son medidas de corto plazo que deben ser tomadas, habida cuenta de la situación de guerra civil que se vive en São Paulo, lo que recae principalmente sobre la población más pobre y vulnerable de las periferias.
Frei Betto es escritor, autor de “Hotel Brasil. El misterio de las cabezas degolladas”, entre otros libros. www.freibetto.org/ > twitter:@freibetto.
Fuente: http://alainet.org/active/61533
No hay comentarios:
Publicar un comentario