La presidenta del Tribunal supremo Electoral indicó que se gastarían poco más de Q260 millones en la consulta popular que se realizaría en Guatemala por el conflicto con Belice. ¿No sería más barato y más trascendental dejar atrás las ideas decimonónicas y pensar en recuperar algo más nuestro que un país que ya es independiente de Inglaterra y que no tendríamos a quién pelearle? A menos que el tema Belice quisiera servir a propósitos de veladura política, diría yo que es un asunto que nace muerto y que vamos a malgastar el dinero que nos hace falta para la educación y la salud de nuestra niñez.
Carolina Escobar Sarti
Fundamental
sería, en cambio, recuperar los bienes patrimoniales que tienen que ver
con nuestra historia y nuestros orígenes. Como el Popol Wuj, por
ejemplo. La biblia maya es un bien que trasciende lo tangible y se
conecta con la función social de los mitos fundantes de una
civilización. Ahora que la diplomacia cultural está tan de moda,
convendría preguntar a gobiernos extranjeros y coleccionistas privados
de otras latitudes que poseen ese y otros bienes patrimoniales, qué
significado tienen para ellos, además del muy evidente de la posesión
de ser bienes que cuestan millones de dólares.
Déjenme soñar: sería algo inédito para la humanidad que, con motivo del Oxlajuj Baktun, le fuera devuelto al pueblo maya el Popol Wuj que está en la Biblioteca de Newberry en Chicago. Más aún, déjenme ir a la utopía: ¿Por qué no pensar en un acto colectivo por medio del cual varias naciones y colecciones privadas acordaran devolverle a Guatemala sus bienes patrimoniales? Esto marcaría una línea de salida para que todos los bienes patrimoniales fueran devueltos a sus países de origen. ¿O acaso no se hacen pactos inéditos estilo G-20 por razones menos nobles?
Pienso si Guatemala no sería un poco más Guatemala, a partir de tener nuestro Popol Wuh de regreso. Claro, esto tendría que ligarse a una sociedad que se apropiara del espíritu y la palabra popolwúhica o, al menos, la conociera. Pienso si no nos sentiríamos diferentes sabiendo que las famosas Cabezas de Cuarzo que están en colecciones privadas de Estados Unidos y Londres “vivieran” en nuestro país. ¿Cómo sentiríamos que los Códices de Dresden, París o Madrid, desperdigados por el mundo, o el de Borgia, en posesión del Vaticano, regresaran a su tierra? Ya solo de nombrarlo siento diferente, y no es por la posesión en sí misma, sino por la posibilidad de recuperar una memoria ancestral que nos compromete y responsabiliza de manera diferente respecto de lo que somos y hemos sido.
Si los domingos, en vez de ir al centro comercial, pudiéramos ir a visitar los Dinteles de Tikal que ahora están en Basilea, Suiza, a lo mejor estaríamos forjando otra identidad y otra ciudadanía. Si las Estelas del Naranjo o los Paneles de las Graderías de la Corona volvieran a Guatemala, a lo mejor estaríamos un poco más identificados con este país. Pero quizás me fui muy lejos, así que ¿por qué no comenzar por nuestro Popol Wuj y dejar este asunto en manos de la recién estrenada diplomacia cultural?
Déjenme soñar: sería algo inédito para la humanidad que, con motivo del Oxlajuj Baktun, le fuera devuelto al pueblo maya el Popol Wuj que está en la Biblioteca de Newberry en Chicago. Más aún, déjenme ir a la utopía: ¿Por qué no pensar en un acto colectivo por medio del cual varias naciones y colecciones privadas acordaran devolverle a Guatemala sus bienes patrimoniales? Esto marcaría una línea de salida para que todos los bienes patrimoniales fueran devueltos a sus países de origen. ¿O acaso no se hacen pactos inéditos estilo G-20 por razones menos nobles?
Pienso si Guatemala no sería un poco más Guatemala, a partir de tener nuestro Popol Wuh de regreso. Claro, esto tendría que ligarse a una sociedad que se apropiara del espíritu y la palabra popolwúhica o, al menos, la conociera. Pienso si no nos sentiríamos diferentes sabiendo que las famosas Cabezas de Cuarzo que están en colecciones privadas de Estados Unidos y Londres “vivieran” en nuestro país. ¿Cómo sentiríamos que los Códices de Dresden, París o Madrid, desperdigados por el mundo, o el de Borgia, en posesión del Vaticano, regresaran a su tierra? Ya solo de nombrarlo siento diferente, y no es por la posesión en sí misma, sino por la posibilidad de recuperar una memoria ancestral que nos compromete y responsabiliza de manera diferente respecto de lo que somos y hemos sido.
Si los domingos, en vez de ir al centro comercial, pudiéramos ir a visitar los Dinteles de Tikal que ahora están en Basilea, Suiza, a lo mejor estaríamos forjando otra identidad y otra ciudadanía. Si las Estelas del Naranjo o los Paneles de las Graderías de la Corona volvieran a Guatemala, a lo mejor estaríamos un poco más identificados con este país. Pero quizás me fui muy lejos, así que ¿por qué no comenzar por nuestro Popol Wuj y dejar este asunto en manos de la recién estrenada diplomacia cultural?
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