Carolina Escobar Sarti
No cabe duda de que nuestro idioma es generoso. Tanto, que nos ha regalado hasta los eufemismos. Por ejemplo, hace cinco o seis décadas se hablaba de explotación laboral; hoy se habla de flexibilización laboral. Antes se hablaba de violación a los derechos laborales, hoy de desregulación del mercado de trabajo. He sido empleada y empleadora en distintos espacios y momentos de mi vida, así que sé que es un tema por demás complejo, donde tanto la parte que contrata como la contratada son capaces de violar los pactos contractuales.
Sin embargo, quien tiene más saliva traga más pinol, como dice el dicho, lo cual puede traducirse así: quien tiene más poder es el que manda en un sistema como el que rige las relaciones laborales de hoy en Guatemala. Así, el dueño de una empresa tiene más posibilidades dentro de un sistema que funciona para su servicio que el empleado. Flexibilidad laboral, en nuestro contexto, significa que se estableció un modelo regulador flexible para definir hasta dónde llegan los derechos laborales de los trabajadores y trabajadoras de empresas y organizaciones privadas, pero no tan flexible para regular las ganancias de esas empresas y las formas en que estas se obtienen.
En la mayoría de los casos, flexibilidad laboral ha significado en Guatemala un paso atrás. Pocas generaciones, y entre ellas pocas personas, han podido gozar de las conquistas laborales logradas entre 1944 y 1954. Si esto no fuera cierto, la economía informal no significaría un porcentaje tan alto de nuestra economía nacional, y los indicadores de desempleo y pobreza no serían los que son. Si esto no fuera cierto, no habría tantas personas tronándose los dedos pensando en cómo enfrentarán su vejez.
Hablemos, por ejemplo, de un cortador de caña que no trabaja en eso por vocación, sino porque como analfabeta y pobre no tiene muchas más opciones. Como él es fuerte, como su padre también fue cortador de caña en una sociedad agraria atrasada y nunca pudo pagarle estudios, él sólo eso sabe hacer. ¿En quiénes recae la responsabilidad de esta inhumanidad? Claro que, en esas condiciones, estará“contento” de tener al menos trabajo, pero ¿qué posibilidades existen que se desarrolle como persona y que su familia salga de ese círculo de pobreza y explotación? A lo mejor la fuerza de ese joven habría permitido que fuera uno de los grandes deportistas del país, pero el capataz se encarga de recordarle que lo que interesa es la productividad. Lo que no le dice es que esta productividad no se le devolverá a él, sino a esos pocos para quienes trabaja.
Esto se aplica igual a algunas empresas que hoy en día les piden a sus empleados mal pagados más de 60 horas de trabajo semanales, pero no les ofrecen ninguna prestación social ni seguridad laboral. Todo, para mantener el crecimiento del sector privado. ¿No sería mejor si todos y todas creciéramos juntos para realmente hacer crecer un país? Estoy consciente, como dije al principio, que es un tema complejo y que estamos en un tiempo postindustrial y digital que demanda otras formas de pactar lo laboral, pero la macroeconomía guatemalteca ha crecido, en mucho, gracias a la explotación laboral. Y encima, ya hay una respuesta para todo aquel que se atreve a nombrarse inconforme: “Agradezca que tiene trabajo”.
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