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martes, 21 de febrero de 2012

LA CONFUSIÓN ENTRE EL ODIO Y EL DERECHO A PROTESTAR; EL AMOR Y LASUMISIÓN

En el mar de confusión fomentado por la mediocracia, es indispensable distinguir entre el odio y el derecho a disentir, así como entre el amor y la sumisión...


Sintió Jesucristo odio cuando reprendió severamente la vendimia fuera del templo? ¿Sintieron odio los héroes de la Independencia, cuando llamaron a la lucha contra la tiranía?
Por: Patricia Barba Ávila


En un entorno marcado por una prevalencia, a todas luces exacerbada, de manejo mediático y mercadotécnico del pensamiento colectivo hacia una concepción eminentemente corporativa del acto de gobernar, se ha puesto especial empeño en confundir a la opinión pública respecto de conceptos como el odio y el derecho a disentir, el amor y la sumisión. Específicamente y con singular entusiasmo, se ha caracterizado al candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, como un personaje proclive al odio y a la violencia debido a su firme oposición al fraude cometido el 2006 que muchos conocemos. Se ha descalificado sus llamados al recuento de votos, como acciones violentas e irresponsables que polarizaron a la sociedad, pasando por alto, convenientemente, que jamás pidió a sus seguidores levantarse en armas. En suma, el derecho a protestar por actos claramente ilegales y violatorios ha sido repetidamente equiparado con el odio, mientras que la campaña fundamentada en calumnias y falsedades y que fue ideada por los asesores de Felipe Calderón, no recibió jamás ni críticas del cuarto poder ni la aplicación de la ley por parte del Instituto Federal Electoral.


Asimismo, el amor ha sido equiparado con la sumisión ante el abuso de poder y la impunidad en una campaña emprendida lo mismo por la jerarquía católica que por críticos y comentaristas oficiales y oficiosos, como si el inalienable derecho de indignarse por actos de corrupción y crueldad fuese un pecado imperdonable. Prácticamente se intenta convertir a los ciudadanos en una masa informe y gelatinosa incapaz de experimentar sentimientos de repudio hacia actividades a todas luces delictivas.


Lo peculiar --por no decir contradictorio e incongruente-- es que por una parte se acepta como sagrada indignación --y con toda razón-- lo que impulsó a Jesucristo a expulsar a latigazos a los mercaderes del templo, mientras que por otra parte, se tacha de odio y violencia el acto de protestar por actos violatorios de la dignidad de miles de seres humanos que se movilizaron en 2006 para exigir el respeto por su voto ante evidencias contundentes de corrupción y abuso. Adicionalmente, no se desperdicia oportunidad alguna para afectar la imagen de un personaje que representa una amenaza a privilegios de los potentados, al insistirle que repita una altisonancia mientras se acepta con toda naturalidad una frase igualmente altisonante en boca de un respetado activista de derechos humanos...la doble moral es innegable.


Y ni qué decir de la confusión creada sobre el término "violencia", pues mientras la ciudadanía se acostumbra a una violencia cotidiana traducida en salarios de hambre, trabajo esclavo en las minas, carencia de atención médica, privatización de la educación y la muerte de más de 50,000 inocentes, amplios sectores victimados por el golpeteo mediático se indignan por los actos de oposición a tales abusos de un gobierno impuesto mediante el fraude por las élites en el poder.


Es indiscutible que el daño que ha generado el dominio de los espacios informativos por parte de Televisa, TVAzteca y radiodifusoras favorecidas con privilegios negados a los demás mortales, es de tal magnitud que se ha destruido virtualmente la capacidad de establecer la diferencia entre odio y derecho a disentir y a indignarse y entre el amor y la sumisión borreguil ante abusos y crueldades. La forma selectiva como se apunta con dedo flamígero a un contendiente que amenaza privilegios de la élite ha sido una constante en el manejo de la información, favoreciendo un entorno en el que la confusión y la manipulación se apoderan de la mente de millones de personas.


Y aquí pregunto: cuando los padres castigan a sus hijos por alguna falta, es el odio o el amor el que los guía? Cuando Don Miguel Hidalgo y Costilla y los héroes de la Independencia llamaron a las armas para liberar al pueblo de una monarquía cruel y represiva, estaban impulsados por el odio o por el amor a los desprotegidos? Cuando Emiliano Zapata, Ricardo Flores Magón, Francisco Villa y demás héroes de nuestra Revolución, se insurreccionaron contra los abusos del poder de gobiernos dictatoriales, estaban impulsados por el amor o por el odio? En suma, cuando Jesucristo criticó severamente la hipocresía de los fariseos, estuvo impulsado por el amor o por el odio?


La historia es clara cuando nos da cuenta de que los contemporáneos de los insurgentes y revolucionarios siempre han considerado como "delincuentes", "transgresores", "violentos", "herejes", a todos aquellos que amenazan sus intereses de poder. Los "forajidos" y "perseguidos" de ayer son los héroes de hoy. En ámbitos como la religión y la política, un Giordano Bruno quemado vivo por el "pecado" de pensar diferente, es equiparable a un Josè María Morelos, vilipendiado por las élites de poder eclesiástico e imperial...ambos son actualmente recordados con admiración y respeto por millones de seres humanos.


Cuando se afirma con toda contundencia que para la consecución de la justicia social, la revolución de la conciencia es un elemento fundamental, es porque hay razones de sobra para ello, como lo muestran los ejemplos arriba citados.


Comentarios: andrea.barba47@gmail.com

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