Guatemala, 23 feb (PL) Representantes de los pueblos indígenas de Guatemala exigieron el reconocimiento al aporte económico de estos al Estado desde diferentes ámbitos laborales y productivos.
El pronunciamiento fue emitido con motivo del cambio de ciclo de la civilización maya, el 21 de diciembre próximo, en el cual niegan una vez más que ese acontecimiento signifique un vaticinio sobre el fin del mundo.
Demandan inclusión para que las ideas y voces de las comunidades autóctonas se vean reflejadas en la elaboración y ejecución de políticas públicas, pues de otra forma no se logrará avanzar y mejorar las condiciones de vida de la población.
En especial, añaden, la situación de los pueblos indígenas y otros sectores vulnerables ante los cambios drásticos tecnológicos, climáticos, económicos y políticos en el presente siglo.
Es el momento para recalcar que debemos ir tras un proyecto de nación, donde todos podamos participar y aportar en la construcción de un mejor país, continúa el texto, el cual reclama no más ofensas entre humanos y de estos contra la madre naturaleza.
Los descendientes de la milenaria cultura maya celebraron ayer con ceremonias espirituales en varios centros sagrados del país el inicio el año nuevo 1528, Oxlajuj No'j, según el calendario solar de esa civilización.
La tradición astronómica maya fija el 21 de diciembre de 2012 como conclusión de un período denominado de cuenta larga establecido en su calendario solar, cuando finaliza el quinto sol y comienza una nueva era para la humanidad.
Ante las tergiversaciones difundidas desde hace tiempo, el Consejo Nacional de Ancianos Guías Espirituales Mayas de Guatemala recuerda y aclara que se trata del fin de un período de Sol llamado Oxlajuj Bâ�Öaqtun.
Cada Bâ�Öaqtun, explica, contiene 400 años que multiplicados por 13 dan cinco mil 200, una etapa de Sol ocurrida otras veces desde que los antepasados mayas empezaron a controlar y contar el tiempo.
Lo califica de un nuevo amanecer anunciado por los astrónomos mayas o cargadores del tiempo y autoridades en la vida espiritual y material, transmitido por los ancestros durante miles de años de generación en generación.
Este lapso sagrado es propicio para pedir porque no falten los alimentos, que las semillas ancestrales sean resguardadas y sembradas por las nuevas generaciones, según el pronunciamiento.
También exige la libre determinación y respeto a los territorios de los pueblos indígenas, fundamentales para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria.
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