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viernes, 20 de mayo de 2011

Mucha retórica, muy poca ayuda




Robert Fisk

Fue la misma vieja historia. Los palestinos pueden tener un Estado viable; los israelíes, un Estado seguro. No se puede deslegitimar a Israel; los palestinos no deben intentar pedir a la ONU que los declare Estado en septiembre. No se puede imponer la paz a ninguna de las partes. Algunos pasajes del discurso de Obama durante este jueves podrían convertirse en el mensaje a los cabilderos pro israelíes anunciado para este fin de semana. Ah, sí, y el Estado palestino no debe tener armas para defenderse. ¡Conque eso es lo que significa viable!

Fue una especie de segunda venida, supongo, las promesas de El Cairo recicladas, otro guiño hacia Medio Oriente, tan aburrido e injusto como todos los demás, con montones de retórica sobre las revoluciones árabes a las que Obama no hizo nada por ayudar. Algunas partes fueron de plano decepcionantes. Hemos roto el impulso de los talibanes, dijo el gran discurseador. ¿Qué? ¿En serio cree eso?

Desde luego, hubo el habitual baño retórico para Libia, Siria, Irán, los sospechosos de costumbre. Y las palabras de siempre: valor, paz, dignidad, democracia. Una criatura de Marte pensaría que el hombre de veras ayudó a forjar las revoluciones en Medio Oriente en vez de sentarse remilgosamente a un lado con la esperanza de que los perversos dictadores sobrevivieran.

Hubo algún regaño a Bahrein (donde no hubo revolución, claro), pero ni una palabra sobre Arabia Saudita, aunque tengo idea de que su anciano rey estará al teléfono con Obama en los próximos días.

¿Qué fue toda esa perorata sobre el cambio en Medio Oriente?

Recibimos una tímida referencia a la actividad colonizadora de Israel, una alusión a Hamas (naturalmente), muchas lágrimas por el verdulero tunecino Mohamed Bouazizi, quien comenzó todas las revoluciones… aunque Túnez fue un Estado que Obama nunca mencionó antes de que Ben Alí saliera a escape. La humillación de la ocupación para los palestinos –repetición exacta de lo dicho en El Cairo hace dos años– y el cuento de un palestino que perdió tres hijas por proyectiles israelíes en Gaza. Capté la idea, claro. El hombre sólo perdió a sus hijas por proyectiles que casualmente les cayeron encima; ninguna sugerencia de que alguien en realidad los haya disparado.

¿Será que Obama sólo habla demasiado? Me temo que sí. Se bañó en sus propias palabras, como hizo en su lamentable presentación cuando recibió el Premio Nobel de la Paz por sus discursos.

Y luego, como adiviné antes que lo hiciera, comparó las revoluciones árabes con la revolución en su país. Creemos que estas verdades son evidentes en sí mismas, etcétera, etcétera. Se le escapó por completo que muchos árabes lucharon y murieron para librarse de nosotros, no para ser como los estadunidenses. Y luego tuvimos que escuchar cuál va a ser el papel de Estados Unidos en el nuevo Medio Oriente. No escuchamos si los árabes quieren que los estadunidenses tengan un papel. Siempre buscando un papel.

Bueno, este fin de semana es de Netanyahu, y los asentamientos israelíes –se delimitaron otros nuevos apenas unas horas antes del mensaje de Obama– seguirán como siempre. Y para cuando Obama termine por jurar lealtad eterna a los israelíes, los árabes habrán olvidado las posturas de este jueves.

La referencia al Estado judío obviamente llevaba la intención de hacer feliz a Netanyahu. La última vez que estuve por allá, cientos de miles de árabes vivían en Israel y tenían pasaportes israelíes. Obama no hizo ninguna referencia a ellos. O tal vez es sólo mi imaginación.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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