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jueves, 19 de mayo de 2011

ALEPH: Los cuerpos desechables (I)

Carolina Escobar Sarti
El Centro Legal de la Pobreza del Sur (Southern Poverty Law Center), señaló recientemente en uno de sus informes que “tres tendencias de la derecha radical (en Estados Unidos) —grupos de odio, grupos extremistas nativistas y organizaciones patrióticas— aumentaron de 1.753 grupos en 2009 a 2.145 en 2010, un aumento del 22%, que vino después de un aumento de un 40% de 2008 a 2009”.

Otro informe del Departamento de Seguridad Interior de ese país del año 2010, resaltó que “los extremistas de derecha pueden estar ganando nuevos reclutas aprovechando los temores sobre diversos temas de emergencia. La desaceleración económica y la elección del primer presidente afro-estadounidense ofrecen especiales impulsos para la radicalización y el reclutamiento de derecha”. Y concluye: “Durante los últimos cinco años, varios extremistas de derecha, incluyendo milicias y supremacistas blancos, han adoptado el tema de la inmigración como una llamada a la acción, punto de convergencia e instrumento de reclutamiento”.

¿Deducimos entonces que el chivo expiatorio del neofascismo es el sujeto migrante? Según los datos anteriores, la lectura que podemos hacer es que la diferencia racial, expresada en cada migrante que se atreve a saltar la barda, ha vuelto al escenario mundial en una versión fundamentalista y reaccionaria. En el momento de crisis que atravesamos como humanidad, parece que el neoliberalismo es el obstáculo mayor para ejercer una nueva ética, ya que está estrechamente relacionado con las relaciones de poder, el manejo de éste y la acción política desde el poder.

Queda claro que la diferencia entre los grandes ganadores y los grandes perdedores del orden económico actual, es que los ganadores sólo arriesgan su dinero, mientras que los perdedores arriesgan sus propios cuerpos y, con ello, la vida. En el caso de los migrantes, en su mayor parte anónimos hasta que les sucede alguna desgracia, son cuerpos mal alimentados, mal pagados, desarraigados, explotados, y generalmente pertenecientes a minorías étnicas que, además, alimentan y sostienen el orden productivo de los ganadores. Esos cuerpos desechables terminan inscritos con implacable violencia en el régimen de poder por el cual se desplazan.

En lo que va de este año, EE.UU. ha deportado a casi 10 mil migrantes guatemaltecos, y de mantenerse la tendencia se sobrepasaría la cifra histórica de 29 mil 095 migrantes deportados en el 2010, cantidad que superó en 7% a la del 2009 y que casi triplicó a los deportados en 2005, según registros de la Dirección General de Migración. En este contexto de cuerpos desechables, sobresalen casos como el de la redada de Postville en el 2008, cuando 390 inmigrantes indocumentados fueron detenidos en Iowa, 287 de Guatemala. Recuerdo haber visto en la primera plana de este periódico, una imagen que me impactó profundamente; los grilletes, las cadenas, los ojos mirando al suelo, una cerca. Si no supiera leer, habría creído que se trataba de peligrosísimos criminales que estaban siendo trasladados a una prisión de máxima seguridad. Pero como sabía, al pie de la foto decía que estas personas indocumentadas habían sido encerradas en un parque para exhibición de ganado cercado con malla electrizada. Menores de edad, mujeres embarazadas, madres solteras, enfermos, todos estaban allí. Y fueron justamente sus historias, el motivo principal de la película del director guatemalteco Luis Argueta, abUSAdos: La Redada de Postville, documental imprescindible para contribuir a crear una nueva narrativa sobre los migrantes, como seres humanos. (Continuará).

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