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viernes, 20 de mayo de 2011

abUSAdos: La redada de Postville

Margarita Carrera
Estados Unidos es visto como el mejor país para trabajar y vivir en él. Por ello, no sólo guatemaltecos, sino ciudadanos de todo el mundo lo ven como “el sueño americano” y se arriesgan a entrar ilegalmente en él, con el fin, no de robar —lo que sería totalmente imposible por el sistema de protección que tienen—, sino de trabajar y forjar ahí una familia, una vida. Generalmente se trata de gente sencilla, sin mayor cultura, pero honrada y que desea superarse. 

Todo empezó un 12 de mayo del 2008, en Postville, Iowa, cuando casi mil agentes de Inmigración arrestaron a 400 inmigrantes indocumentados que trabajaban en una fábrica de carne.

Los múltiples trabajos —que los estadounidenses no desean realizar— les abrió las puertas, aunque ilegalmente, a aquellos latinoamericanos, pero no para otorgarles empleos de alta calidad, sino aquellos en donde se les expone a las inclemencias del tiempo y se les explota. El gobierno norteamericano les teme, sin duda, porque crecen cada vez más. Ya se les ha comparado con los bárbaros que, en la era romana, invadieron el vasto imperio, el inicio de su fin.

De todas formas, no se los desea y se les persigue, al colmo de encarcelarlos por años, no importando si algunos tienen ya familia en ese lugar “ideal”. El documental abUSAdos: la Redada de Postville, del conocido cineasta guatemalteco Luis Argueta, “nos muestra magistralmente el fenómeno de la migración visto a corazón abierto, como una operación riesgosa y dolorosa que nuestros compatriotas están dispuestos a someterse con la esperanza de tener vida mejor”, escribe Fernando Carrera, director de la Fundación Soros Guatemala.

Tal Fundación trabaja a favor de la justicia y el pleno cumplimiento de los derechos humanos. Sin duda, la falta de desarrollo que prevalece en nuestra sociedad no ofrece oportunidades para el progreso humano. Ello empuja a lanzarse a ese primer mundo que los ve de menos y muchas veces los rechaza desde todo punto de vista. Empezando por el color de la piel. Porque los migrantes son tratados de manera irrespetuosa y humillante por gente que se aprovecha de sus necesidades. Sin duda en todas partes del mundo, el poderoso no es un ser justo y compasivo ante aquél que se encuentra en situaciones angustiosas.

La primera novela que leí cuando era adolescente fue Los Miserables, de Víctor Hugo, la cual influyó en mi vida cabalmente por encontrarme con un personaje generoso y piadoso, encarnado en un sacerdote, que le perdona al personaje principal el robo de unos candelabros de plata. Un libro que le dio un giro especial a mi vida. Me ayudó a buscar, no los valores materiales, sino los espirituales, más nobles y eternos.

Lo mismo le puede suceder a alguien que tenga la oportunidad de ver este film de Luis Argueta. Imposible no estar de acuerdo con la denuncia que hace, la cual, además está muy bien realizada, al punto de recibir los más altos premios internacionales.

Hay una frase de un reverendo que es toda una lección: “No hay nada que impida la necesidad de la gente de trabajar y el día que levanten más los muros, los migrantes van a tener alas”. Para Argueta el “propósito con este documental es que veamos al migrante, no como un inconforme aventurero que le está buscando tres pies al gato… sino como a un hermano que se va por carecer de oportunidades de superación —y a veces de sobrevivencia—”.

Tal presentación ha sido posible gracias a Fundación Soros Guatemala y al Consejo Nacional de Atención al migrante de Guatemala. El Gran Teatro Miguel Ángel Asturias se llenó de gente en su estreno y aplaudió con fervor.

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