José Steinsleger
En la segunda mitad del siglo
pasado, cuatro grandes estadistas (bien distintos entre sí) fijaron la
ruta estratégica de nuestros pueblos: Juan Domingo Perón, Fidel Castro,
Salvador Allende y Hugo Chávez.
Fidel dijo:
La fe de los pueblos se despierta con hechos, con realidades, con soluciones verdaderas(1962); Allende alcanzó a decir:
la historia es nuestra y la hacen los pueblos(1973); Perón advirtió que su
único herederosería el pueblo (1974) y, cuando todo parecía perdido, Chávez nos alentó con su legendario
por ahora(1992).
Asomando el nuevo siglo, los pueblos eligieron a gobernantes
realmente representativos: Lula da Silva y Dilma Rousseff, Fernando
Lugo, Manuel Zelaya, Evo Morales y Rafael Correa; José Mujica, Néstor y
Cristina Kirchner; Nicolás Maduro, Andrés Manuel López Obrador, Alberto
Fernández…
He apuntado varias veces la palabra
pueblo. ¡Que así quede! Pues no por esquiva, su definición suena menos hipócrita que la de
sociedad civil, arma de doble filo que los intelectuales clonados fifí, manipulan a discreción.
Ninguno de los presidentes referidos, fueron y son iguales entre sí. Pero todos fueron y son desacreditados por los fifí, cuyas
ideas(sic) responden a las agendas mediáticas, financieras, judiciales y militares de Washington, junto con las de Tel Aviv, la Unión Europea, y la de un
marquésapátrida que, desde Madrid, dirige el coro de sus achichinqles latinoamericanos.
Sedientos de sangre popular como en Bolivia, Colombia y Chile,
urgidos de políticos dementes como Jair Bolsonaro, ardidos por el
fracaso de sus mercenarios frente a la heroica Venezuela bolivariana,
los fifí vienen fogoneando, con crueldad y en plena pandemia,
la desestabilización de México y Argentina. Indisimulable, la similitud
del discurso golpista fifí en ambos países.
En México, con más estilo que el comandante del grupo Soriana que
propuso derrocar al Presidente antes del 1º de diciembre, el ex
conspirador del fallido operativo de la Berlinstrasse de Coyoacán,
asoció al Presidente de México con Bolsonaro, Trump, Netanyahu y otros (
Un gobierno destructor, Letras Libres, 259, julio, 2020).
Mientras en Argentina, los golpistas fifí, apoyados por medios de
incuestionablecompromiso con la
libertad de expresión(sic, La Nación, Clarín, y el tóxico portal sionista Infobae), salieron a las calles con propuestas como: fase 1: fusilar políticos; fase 2: fusilar sindicalistas, fase 3: Argentina despega. Por no hablar del diputado en funciones que pintó su coche con la leyenda
Vamos por vos, chorra, en alusión a la vicepresidenta constitucional, Cristina Fernández.
El pedigrí del fifí lo identifica como odiador serial y
golpista cobarde que empuja a bestias fascistas, como las que en
noviembre acabaron con Evo Morales en Bolivia. O que se relamen cuando
el Tesoro de EU transfiere a la Reserva Federal los recursos bancarios
de Venezuela. O con el lawfare que, sin pruebas, sentenció por corrupción al ex presidente de Ecuador Rafael Correa, a ocho años de prisión.
Los golpistas fifí son peligrosos y representan algo más que meros
intelectuales de derecha. Intuyen, con claridad, que Argentina se dispone a celebrar el 75 aniversario del mayor movimiento de masas del continente, y que así como la Revolución Mexicana, la 4T renueva la esperanza de los pueblos.
A los fifí les urge desacreditar al gobierno de la 4T. Una
causa precedida por tres grandes momentos históricos, que a su vez
inspiraron la ruta estratégica de los estadistas mencionados: primera T:
el movimiento armado independentista para liberarse de los 300 años de
dominio español (1810-21); segunda T: guerra entre liberales y
conservadores de la que surgieron las Leyes de Reforma (1858-61);
tercera T: revolución agraria y social que terminó promulgando la
Constitución que rige actualmente en México (1910-17), cuarta T: el
proceso en curso, liderado por AMLO desde 2018.
Se está con la 4T o en contra, expresó AMLO.
O somos conservadores, o somos liberales, añadió. En este sentido, me complace remitir al lector a los lúcidos análisis, entre otros, de José Blanco, Pedro Miguel, Enrique Galván Ochoa, John Ackerman, Pedro Salmerón, Luis Linares Zapata, José Agustín Ortiz Pinchetti, Abraham Nuncio, Carlos Fernández Vega, y faltaba más, los extraordinarios moneros de La Jornada.
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