Ángel Guerra Cabrera
La Jornada
Luego de innumerables intentos
fallidos de golpe de Estado contra el presidente de Venezuela, Nicolás
Maduro, el gobierno de Trump actúa a la desesperada en la larga guerra
contra la patria de Bolívar. Washington retorció otra vez principios
fundamentales del derecho internacional, de la Carta de la OEA y normas
internas de ese desprestigiado organismo para sentar a un representante
del supertítere Juan Guaidó en la silla de Venezuela. Cómo serían de
graves las violaciones al derecho que para conseguir una mayoría simple
de votos, Estados Unidos y sus lacayos tuvieron que aceptar una
propuesta de Jamaica dando al enviado de Guaidó la categoría de
representante de la Asamblea Nacionaly no de la República Bolivariana de Venezuela, como pretendían los gobiernos de Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, Paraguay y Perú. Este circo se realiza, no es casual, en un momento en que Washington ostenta la presidencia rotatoria del Consejo Permanente. La maniobra imperial fue tan burda que el corresponsal del proimperialista diario El Tiempo de Bogotá se vio obligado a reseñar perlas como éstas: la decisión, en todo caso, fue duramente cuestionada por algunos países, entre ellos México y Uruguay. Para éstos, una decisión semejante sólo podía ser adoptada por una mayoría calificada de las dos terceras partes (24 votos) y durante una asamblea general o extraordinaria, órgano supremo de la organización. Asimismo, argumentaron que no le correspondía al Consejo reconocer a un gobierno o desconocer a otro.
Lo que está en juego es la institucionalidad de la OEA. Estamos sentando un precedente sin fundamento jurídico que va a impactar el futuro de la organización. Se trata de un tema muy delicado que no se puede resolver por una simple superioridad numérica, sostuvo el embajador de México, Jorge Lomónaco.
El diplomático también expresó, con aire irónico, que la categoría de representante de la Asamblea Nacional
podía sentar el precedente para que en mi país el Poder Judicial y el Legislativo envíen representantes a la OEA, además del Ejecutivo. La adopción de esta resolución es una victoria pírrica para un grupo de países, carece de efectos reales y tiene gran potencial de consecuencias negativas para la OEA y su institucionalidad. Criticó el precedente generado de que un órgano subsidiario pueda cuestionar, con apenas 18 votos, decisiones soberanas. Al decir órgano subsidiario se refería al Consejo Permanente, subordinado a la Asamblea General.
También reseñaba el corresponsal de El Tiempo: algunos de
los estados miembros que respaldaron la resolución confiesan en privado
que la movida de este martes fue producto de la enorme presión que
ejercieron algunas naciones, especialmente Estados Unidos, y supone una
nueva interpretación del reglamento de la OEA.
La prisa de la potencia norteña y sus marionetas era por meter como
fuera al representante del supertítere venezolano antes de que se cumpla
el plazo del 22 de abril, cuando Venezuela abandonaría la OEA por
voluntad propia.
El debate sobre Venezuela pone de relieve el giro de independencia y
soberanía en política exterior del gobierno de Andrés Manuel López
Obrador. Lejos de la obsequiosidad, genuflexión y servilismo ante
Washington de su antecesor, gozoso cabecilla de la mafia de Lima. La
llegada de AMLO a la presidencia de un país tan importante en términos
económicos, políticos y culturales ha atenuado el auge derechista y
proimperialista a que se precipitaba la geopolítica de América Latina y
el Caribe. Un hecho auspicioso para la paz en nuestra región en un
momento en que ésta se ve amenazada por la tenaz ofensiva de Estados
Unidos y las derechas, enfilada a los gobierno revolucionarios y
progresistas, particularmente contra Venezuela. Al topar ahí con un
hueso tan duro de roer que los lleva ya a hacer un soberano ridículo,
aumenta el riesgo de que la pandilla de maleantes de la Casa Blanca,
animados por el narcisista Trump, se precipiten a tomar acciones que
podrían hacer mucho daño a nuestra América. No tener en ese momento el
apoyo de México podría ser un fuerte disuasivo.
Prueba de la desesperación que cunde en el equipo de Trump ante una
Fuerza Armada Nacional Bolivariana y un pueblo venezolano que no sólo no
se rinden sino cada vez se ven más cohesionados y decididos fue el
espectáculo brutal y frustrado del vicepresidente Mike Pence en el
Consejo de Seguridad de la ONU. Éste exigió en tono arrogante y
autoritario, que la ONU reconozca al supertítere Guaidó y expulse al
representante del gobierno legítimo de Nicolás Maduro.
Mientras, en La Habana, la Asamblea Nacional proclamó solemnemente la
nueva Constitución, que por medios ejemplarmente democráticos se han
dado los cubanos. Ahí, Raúl Castro subrayó:
jamás abandonaremos el deber de actuar en solidaridad con Venezuela. No renunciaremos a ninguno de nuestros principios y rechazaremos enérgicamente toda forma de chantaje.
Twitter: @aguerraguerra
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