Guatemala

La aceleración de esta dinámica tras el asalto a la Corte de
Constitucionalidad, CC, (con el inicio de demandas contra tres de cinco
miembros, lo que modifica la correlación de fuerzas), acorrala al Estado
de derecho existente -de por sí, débilmente democrático- y amenaza con
hacer saltar el tablero de la Constitución vigente. La estrategia hoy es
abrir un paréntesis de legalidad y derechos, durante el cual cualquier
autoridad (un funcionario de aduanas, una ministra designada y no
electa, un militar devenido en padre de la patria) se considera
legitimada para reinterpretar y aplicar la ley, en función de intereses superiores de la nación.
No
nos debe engañar el barniz bufonesco y marcadamente histriónico de las
decisiones políticas tomadas, sobre todo las que provienen de la
Presidencia y Vicepresidencia. Tras las bambalinas del discurso simple y
enrevesado, el guion involucionista se desarrolla con notable éxito.
Boleto de ida sin retorno
A
estas alturas, no parece haber retorno para los promotores de la
desinstitucionalización prodictatorial. La rectificación no cabe en el
lenguaje de quienes conciben la política como el arte de la guerra y la
exclusión total del diferente.
Por el contrario, el camino
empedrado hacia la neodictadura del siglo XXI anticipa nuevas
embestidas: en lo institucional (CC, Procuraduría de los Derechos
Humanos, dependencias del Ministerio Público, sectores del Tribunal
Supremo Electoral-fraude) y en lo social, con amenazas crecientes a las
libertades de expresión, organización, participación y movilización.
El
escenario ideal apunta al finiquito de esta democracia (que,
paradójicamente, nunca alzó el vuelo). Fin del juego. Viva el
neoliberalismo/capitalismo (más) autoritario, sin derechos individuales
ni colectivos. Bienvenido el nuevo despotismo, en el reino de la
arbitrariedad.
Se trata de anular las
garantías institucionales y sociales todavía existentes, en función de
una nueva gobernanza: otro pacto de élites de carácter autoritario, que
sustituye el actual, igualmente elitario y falsamente democrático, pero
agotado en su capacidad de generar consensos mínimos.
Neodictadura, con idénticos actores
La
dictadura reconfigurada garantiza el statu quo, sin concesiones ni
modificaciones. Por ello vincula en su promoción al sector empresarial
tradicional (continuidad del modelo de despojo), militares
(mantenimiento de negocios legales y criminales, aplicación de la
doctrina de seguridad militarizada), economía emergente legal y criminal
(operada sobre todo por alcaldes y diputados), sectores trumpistas en
Estados Unidos y Unión Europea (gobernanza protransnacionales y de
seguridad hemisférica). La dictadura (instrumento) amplía el margen de
utilidades (objetivo), en una época en que el capitalismo prescinde -sin
márgenes para la corrección política- de la democracia formal.
Esta
comunión de interés conecta en una línea histórica larga con el
proyecto histórico de dominación, y en una línea corta con el amplio
consenso que llevó al gobierno a Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti
(2012-2015) y pretendió convertir el Partido Patriota en un modelo de
gobierno para la estabilidad política y el despojo.
Fascismo social, resistencias articuladas
La
dictadura política se apoya en el profundo conservadurismo social (se
requiere enfrentar este para anular de raíz aquella): apela a los
temores (el otro, el diferente, el diverso, el indígena), construye
falsas identidades (himno, bandera), define aspiraciones y sentidos de
vida (emprendimiento y éxito individual), rechaza los cambios
progresistas y populares. Por eso es tan eficaz, a pesar de su carácter
rudimentario, o precisamente por su carácter rudimentario.
La
encrucijada dictadura/democracia nos atrapó, con ventaja táctica -y
experiencia histórica acumulada- para la primera opción. El reto ahora
es garantizar espacios de acción en la democracia que no se concretó,
para seguir construyendo la democracia real que queremos, que desde mi
punto de vista tiene que ser participativa, diversa,
comunitaria-anticapitalista, feminista, plurinacional y popular,
construida desde abajo, de forma horizontal y permanente.
La
actual espiral de aplastamiento de (opciones) de libertad y derechos se
consolidará si no existen respuestas diversas en formas, actorías y
contenidos, a la vez que masivas y articuladas, que prioricen el
fortalecimiento de la unidad antidictadura y popular, por encima de mi papel en cada acción y mi proyecto.
La
falta de acuerdos tácticos (pese a las notables coincidencias
estratégicas), la dificultad de ampliar el horizonte de la indignación a
los sectores hoy atrapados por la indiferencia, la concepción unívoca
(no diversa) y centralizada de la política transformadora, y el análisis
(y confrontación) parcial del modelo de dominación, son -en mi opinión-
cuatro retos a enfrentar para acometer la impostergable ruptura y
profundización democrática.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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