Inestable.
Así es como imaginamos el 2017. Habrá varios epicentros y el principal
será la Casa Blanca. Este año empieza el 20 de enero: cuando Trump se
convierta en el 45º presidente de Estados Unidos. Incluso si este país
ya no es tan poderoso e indispensable, lo que Washington hace o deja de
hacer define la agenda global como nadie.
Peligroso. Creemos
que hay una serie de acontecimientos puntuales que, aunque improbables,
podrían tener un notable efecto desestabilizador a nivel mundial. Para
poner un ejemplo, imaginemos cuáles serían los efectos de una
inverosímil pero posible victoria de Marine Le Pen en las elecciones en
Francia. La anticipación, los planes de contingencia y las estrategias
de resiliencia serán muy necesarios.
Perturbador. Como lo
son las imágenes de miles de personas intentando cruzar el Mediterráneo
para escapar de ciudades asediadas en el Medio Oriente o del hambre en
Yemen. Tendremos más imágenes como estas en 2017. Se están convirtiendo
en la nueva normalidad. Quizá estemos ante una fatiga de la crisis, en
la cual tanto sociedades como gobiernos dan por sentado que no hay nada
que puedan hacer para cambiar el curso de los acontecimientos.
Masculino.
El año 2016 decepcionó a aquellos que esperaban que las mujeres
obtuvieran un nivel de representación política sin precedentes. Hillary
Clinton quedaba por delante en la mayoría de las encuestas y todo el
mundo esperaba que la persona elegida como secretario general de
Naciones Unidas sería una mujer. En cambio, 2017 será una exhibición de
liderazgo testosterónico, ya sea en Washington, Moscú, Ankara o Manila.
E impredecible. Una
lección extra del 2016 ha sido que es mejor no apostar sobre los
resultados de las elecciones y los referéndums. De hecho, el alcance de
lo imaginable se amplía cada día más. Así que conviene ser prudente al
realizar cualquier intento de intuir el futuro. Y esto también aplica a
este ejercicio.
Cada año, CIDOB escoge diez temas susceptibles de
determinar la agenda internacional. El propósito de este ejercicio es
ayudarnos a navegar en aguas turbulentas. Situamos en el mapa las rocas
que ya son visibles, pero imaginamos también aquellas más dañinas que
podrían estar acechando bajo la superficie.
1. ¿Cuán radicales serán los cambios en la política exterior de los EEUU?
Durante
las últimas semanas del 2016, estuvimos pendientes de los nombramientos
de Donald Trump para los cargos clave. En 2017, ya no nos fijaremos en
los nombres sino en las acciones, las políticas y las estrategias.
En
unos meses deberíamos tener una idea más clara acerca de la solidez del
acercamiento de EEUU a Rusia, de las consecuencias que tendrá para las
relaciones transatlánticas, hasta dónde irá Trump al desafiar a China o
humillar a México y, finalmente, si la nueva Administración seguirá una
línea ideológica en relación con Irán y Cuba o si aprovechará
pragmáticamente parte del legado en política exterior de Obama, aunque
deteste la mera idea de hacerlo.
Esperamos que los lobbies
económicos tengan un papel principal en este proceso. A Donald Trump se
le recordará que prometió conseguir buenos acuerdos para Estados Unidos;
acuerdos que creen empleo.
Tanto si le mueve la ideología o el
pragmatismo, Estados Unidos tiene una considerable capacidad
desestabilizadora. ¿Trasladará EEUU su embajada en Israel desde Tel Aviv
a Jerusalén? ¿Habrá algún otro movimiento en la política hacia Taiwán
que fuerce a China a tomar represalias? ¿Apoyará EEUU a los defensores
del Brexit y a otras fuerzas que trabajan para la desintegración
europea?
Más importante todavía: una decisión problemática en
política exterior también podría ser el resultado de lo que otros
obliguen a hacer a Estados Unidos. Sus aliados podrían provocar una
crisis para intentar presionar a Washington, especialmente en Oriente
Medio. Israel puede intentar ver si Trump realmente les ha extendido un
cheque en blanco. Arabia Saudí se mostrará más prudente al ser bien
consciente de que existe una profunda desconfianza en varios sectores de
la nueva Administración del Partido Republicano. También los rivales de
toda la vida pueden poner a prueba los límites. No deberíamos descartar
un intento de Rusia de desestabilizar la OTAN todavía más o nuevas
provocaciones de Corea del Norte. Por último, un ataque terrorista de
gravedad en Estados Unidos o en contra de los intereses estadounidenses
en el extranjero podría dar lugar a una respuesta agresiva, de
consecuencias imprevisibles.
2. ¿Deconstruir el orden mundial o cambiarlo de manos?
Se
habla mucho del desorden mundial y del colapso del orden liberal basado
en las normas. Y no sólo entre académicos. Parte del debate se centrará
en si Estados Unidos y Europa están abdicando de su posición de
liderazgo y por qué. ¿Es un proceso estructural e irreversible? Y de ser
así, ¿desafiarán otras potencias algunas de las instituciones del orden
mundial, se opondrán a los intentos de hacerlas avanzar e incluso
llenarán el vacío dejado por Occidente?
Un concepto que será útil para retratar las dinámicas en el reajuste del orden mundial es lo que en inglés se conoce como norm antipreneurs.
Es decir, aquellos estados y otros actores que se resisten o se oponen
frontalmente a los cambios normativos. El año 2017 no será prometedor
para la liberalización del comercio, la justicia transnacional o la
protección de civiles. Deberíamos estar atentos a las consecuencias de
la decisión de varios países africanos de retirarse de la Corte Penal
Internacional, de las discusiones en Naciones Unidas sobre cómo
reaccionar ante la violación masiva de derechos humanos o las crisis
humanitarias, y de los debates nacionales sobre asilo.
El comercio
será un laboratorio interesante pues tres estrategias distintas, y en
cierto modo contradictorias, estarán en juego. La nostalgia
proteccionista ganará terreno, especialmente en Occidente. La mayoría de
acuerdos comerciales en negociación se aparcarán durante un tiempo.
Asia, y en menor medida América Latina, explorarán las posibilidades de
liberalización comercial sin Europa o Estados Unidos. Y China intentará
proyectarse como actor global y se convertirá en defensora de la
liberalización comercial.
Creemos que China merece una atención
especial este año. Primero, es el actor global con un margen de maniobra
más amplio: puede desafiar a algunas de las instituciones del orden
mundial liberal, cooptarlas o simplemente ir por libre. Sean cuales sean
sus decisiones, los efectos se notarán a nivel mundial. Segundo, cuando
debatamos sobre el auge de China, nos centraremos más en la
sostenibilidad de su modelo económico y en la resiliencia de su sistema
político. Beijing será el centro de todas las miradas cuando se celebre
el 19º Congreso del Partido Comunista de China, en otoño. Tercero, la
misma potencia que aparece como actor conservador cuando se trata de las
nociones clásicas de soberanía, no-interferencia y política de las
grandes potencias, se convierte en revisionista cuando las normas van en
contra de sus intereses. Las controversias acerca de la Ley del Mar y
su aplicabilidad en el mar del Sur de China serán el ejemplo más claro
de esta contradicción.
Paradójicamente, aquellos actores que
fundaron el orden mundial son menos firmes en su defensa y aquellos que
inicialmente lo percibieron como una imposición ahora están deseosos de
hacérselo suyo.
3. ¿La subida del tipo de interés profundizará la crisis en los mercados emergentes?
La
presidencia entrante de Trump estará marcada por el gasto en
infraestructura financiado por la deuda, que hará que se dispare el tipo
de interés de EEUU. Un dólar fuerte hará que las exportaciones de EEUU
sean menos competitivas y fomentará las importaciones. Así, a pesar de
la retórica proteccionista de Trump, el déficit por cuenta corriente de
EEUU probablemente aumentará. Los países europeos tienen todavía una
política monetaria más acomodaticia, con tasas de interés más bajas y
valorarán positivamente el aumento de su competitividad resultado del
apreciamiento del dólar. Según el Banco de Pagos Internacionales (Bank for International Settlements),
el dólar se apreció más del 40% respecto a una cesta de divisas de las
economías de los mercados emergentes entre mayo de 2014 y enero de 2016.
Los mercados emergentes resultarán afectados. Será más difícil emitir y
refinanciar la deuda pendiente en dólares, así como atraer inversión
extranjera, lo que llevará probablemente a más impagos de las empresas y
a calificaciones de deuda pública más bajas.
Mientras el dólar
está sacando músculo, las economías emergentes sienten que su luna de
miel con los inversores está llegando al final. Cuando los tipos de
interés bajo eran la norma en los países en desarrollo, los fondos
internacionales miraron más allá para obtener mayores rendimientos.
Aquellas economías con sistemas financieros en desarrollo necesitados de
dólares eran el oasis perfecto. El flujo de dólares que entró en los
emergentes mediante bonos denominados en dólares se convirtió en crédito
local, inversión y aumento del precio de los activos. Con el dólar
constantemente al alza, también lo está el coste del servicio y, ante la
previsión de que el 10% de la deuda corporativa denominada en dólares
venza en 2017, los problemas se perfilan en el horizonte.
Países
como China y Corea del Sur, con grandes reservas de divisas y una deuda
pendiente en dólares limitada en comparación con sus economías y sus
exportaciones, serán menos vulnerables que Brasil, Turquía, Indonesia,
Rusia y Sudáfrica. Brasil, por ejemplo, tiene la segunda deuda
denominada en dólares más grande, después de China, y la deuda en
dólares a corto plazo de Turquía representa por sí sola el 8% de su PIB.
Un dólar más fuerte favorecerá las exportaciones de China, la cual
podrá promover su influencia en Asia si EEUU abandona las negociaciones
del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (Trans-Pacific Partnership,
TPP). Sin embargo, China se encontrará entre la espada y la pared al
intentar estimular su economía interna justo cuando la Reserva Federal
de Estados Unidos (FED) adopta una línea más dura.
4. El cambio climático y las renovables: ¿se impondrá la economía a la Administración Trump?
La
Administración Trump supondrá un gran reto para el avance en la
mitigación del cambio climático. Este reto no es solo una cuestión de
las idiosincráticas opiniones personales del presidente entrante, sino
que se fundamenta en posturas muy arraigadas dentro del Partido
Republicano, marcadas por grupos de interés preocupados por la
rentabilidad de recursos hidrocarburíferos ahora bloqueados. El
secretario de Energía, Rick Perry, y el jefe de la Agencia de Protección
Ambiental, Scott Pruitt, son conocidos negacionistas del cambio
climático. Y el propio presidente llegó a describir el cambio climático
como una conspiración de China para minar la competitividad de Estados
Unidos.
Existe un riesgo real de que Washington se retire del
Acuerdo de París, pero eso tomaría cuatro o cinco años, por motivos
legales. Salir de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
(UNFPPC, por sus siglas en inglés) sería más fácil y rápido, y solo
podría ocurrir en el peor de los casos. En cambio, el Plan para la
Energía Limpia (Clean Power Plan) de Obama, con estándares
ambientales más estrictos y la promoción de las energías renovables,
quedará probablemente archivado. Por otro lado, Trump apoyará mejoras en
el desarrollo del gas de esquisto, el cual ha sido un factor importante
en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de
Estados Unidos, al sustituir la generación de electricidad a partir de
carbón. Las energías renovables son cada vez más competitivas. El
principal desafío ya no es su precio sino su almacenamiento, que puede
resolver la intermitencia y promover su inclusión en la red eléctrica.
Una
causa importante del descenso de la energía proveniente del carbón ha
sido la economía, no la regulación. Si bien la Administración Trump
puede incidir en la última, poco puede decir respecto a la primera y
probablemente apreciará la considerable generación de empleo que
actualmente conllevan las energías renovables. Las políticas de
mitigación del cambio climático y las energías renovables también pueden
reunir un apoyo político influyente e intereses económicos en otras
partes de la sociedad y de la política de Estados Unidos, en especial en
Silicon Valley y en la California gobernada por los demócratas.
Por
lo tanto, existen también poderosos intereses del sector privado de
EEUU que presionan para la expansión de las renovables. La reacción de
China, India y la Unión Europea ante el obstruccionismo republicano en
la lucha contra el cambio climático será crucial. China y algunos países
de la UE como Alemania intentarán capitalizar el vacío e incrementar la
competitividad de sus industrias de energías renovables, a las que
consideran estratégicamente importantes. Las renovables también ofrecen
opciones atractivas para la electrificación rural descentralizada en
India, que pronto será el país más poblado del mundo.
5. El yihadismo más allá del ISIS y el futuro de Siria e Irak
En
2017, el control territorial de la organización Estado Islámico
(conocida como ISIS, por sus siglas en inglés) seguirá disminuyendo con
la caída de Mosul, la ciudad más grande bajo su control. Una ciudad que
ha sido un símbolo y el laboratorio para la brutal implementación de su
austera interpretación de la ley islámica.
Esto significará el
final del ISIS como un proto-Estado en Irak, pero podría sobrevivir como
una organización parecida a la mafia en las zonas rurales y en algunos
barrios urbanos. Será capaz de capitalizar los agravios suníes y de usar
su discurso ideológico para dar una apariencia de respetabilidad a sus
extorsiones. Los retrocesos territoriales del ISIS en Siria podrían ser
más limitados pues el régimen de Assad y sus aliados rusos e iraníes
priorizarán la lucha contra otros rebeldes en el noroeste después de la
toma de Alepo en diciembre de 2016. El régimen de Assad explotará
también una continua amenaza del ISIS en su discurso de legitimidad ante
el público nacional e internacional. A su vez, para otras fuerzas,
luchar contra ISIS no es la única prioridad. Por ejemplo, los Comités
para la Protección del Pueblo Kurdo (YPG, por sus siglas en kurdo),
tratan de unificar los territorios kurdos al norte de Siria, y la
presencia militar turca lo que intenta es evitarlo.
La capacidad
del ISIS para proyectar su fuerza ideológica y militar se verá
menoscabada y se resentirá su marca de expansión y aparente
invencibilidad. Sin embargo, eso incentivará todavía más ataques
terroristas en Europa y en la región. Los combatientes extranjeros que
regresen supondrán, junto a los yihadistas autóctonos, una amenaza para
la seguridad.
Ningún final del ISIS significaría el final del
yihadismo, que probablemente sobrevivirá en forma de varios grupos
disidentes o como una Al Qaeda renacida. La brutal represión y los
bombardeos indiscriminados del régimen de Assad sobre los civiles, la
difícil situación de los refugiados en los países vecinos y de los
desplazados internos, y los actos de purgas étnicas de árabes suníes por
parte de milicias chiitas y de las fuerzas kurdas constituyen potentes
agravios políticos y socioeconómicos que pueden ser usados en los
esfuerzos de reclutamiento.
No se vislumbra ni una solución
política ni militar a la crisis de Siria. Es probable que la guerra
civil se prolongue. El régimen de Assad se ha mostrado capaz de
conquistar territorio, pero no ha podido mantenerlo sin el suficiente
apoyo de sus aliados rusos e iraníes, como demostró la recaída de
Palmira en manos del ISIS en diciembre de 2016. Además, ha perdido su
legitimidad ante buena parte de la población. Es improbable que sea
capaz de gobernar de nuevo una Siria territorialmente íntegra. En Irak,
el control sostenible de las áreas suníes por parte del Gobierno en
Bagdad requeriría una oferta de participación a elementos suníes y el
control eficaz de las milicias chiitas. Un pulso sobre la independencia
de la región del Kurdistán de Irak es otra posibilidad.
Con todas
las miradas puestas sobre el ISIS y los acontecimientos en Siria e Irak,
muchos podrían descuidar otras tendencias igualmente
desestabilizadoras. La economía en la mayoría de países del Medio
Oriente y del Norte de África no va nada bien. Egipto preocupa
particularmente pues representa un riesgo sistémico para toda la región y
más allá. Yemen puede seguir siendo una guerra olvidada ya que las
víctimas no llaman a la puerta de Europa, pero representa una carga
mucho más pesada de lo que se esperaba para la Casa de Saúd. Además, no
olvidemos que el conflicto árabe-israelí está lejos de resolverse. Este
año llega con algunos elementos desestabilizadores ante nosotros.
Netanyahu puede poner a prueba la lealtad del nuevo Gobierno
estadounidense. Los palestinos quizá quieran recordar que su lucha tiene
una larga historia detrás. El 2017 marca el centenario de la
declaración de Balfour, 70 años desde el Plan de Partición de Naciones
Unidas, 50 años de la humillante derrota de en la Guerra de los Seis
Días y 30 años de la primera intifada.
6. Nunca había desaparecido: la prolongada crisis de los refugiados
La
crisis de los refugiados seguirá siendo de naturaleza global. Las
crisis en Oriente Medio, en los países subsaharianos y en Afganistán
continuarán provocando desplazamientos forzosos. Demasiado a menudo, la
atención se pondrá solo en aquellos que intentan llegar a Europa. Sin
embargo, la situación de los desplazados internos y los abusos cometidos
en tránsito permanecerán a la sombra. La escasez de recursos, tanto
para los estados de acogida como para las organizaciones
internacionales, empeorará la situación.
Los refugiados y la
migración seguirán siendo prioritarios en la agenda de los gobiernos
europeos. Sienten la presión en las fronteras de Europa y la presión de
los partidos de extrema derecha que promueven la priorización de esta
cuestión en la agenda en las próximas contiendas electorales.
Al
este, la ruta de tránsito de los Balcanes probablemente quedará cerrada.
Puede que Turquía amenace con cancelar su acuerdo sobre los refugiados
con la UE. Sin embargo, si lo hace, perderá un importante instrumento de
presión. Los gobiernos europeos pueden sentirse seguros de que por esta
vía intentarán cruzar menos refugiados que en el momento álgido de
2015, por dos razones principales: los refugiados se arriesgan a quedar
abandonados en una isla griega o en un centro de detención y saben que
la ruta de los Balcanes está cerrada. De esta forma, cualquier
empeoramiento en el Este conllevaría una crisis de los refugiados en
Grecia, no necesariamente en Europa.
En cambio, el tráfico por la
ruta central se intensificará. La operación Sophia cuyo objetivo era
reducir el tráfico de personas mediante la vigilancia marítima, no puede
dar resultados mientras Libia siga siendo un Estado disfuncional.
Además, los factores que empujan a la emigración africana pueden incluso
crecer. Los que lleguen a Europa tendrán dificultades para ser
reconocidos como refugiados. Serán tratados como inmigrantes económicos,
susceptibles de ser expulsados.
Si la situación en el estrecho de
Sicilia se torna inmanejable e Italia recurre a su anterior práctica de
abrir paso a los migrantes hacia sus vecinos del norte, se suspenderá
Schengen de nuevo. En cambio, puede que veamos una mayor
comunitarización de las políticas de control de fronteras (por ejemplo,
la guardia costera y fronteriza europea y los acuerdos de asociación con
países de origen y de tránsito). Una política de fronteras europea
reforzada no significará un progreso en el Sistema Europeo Común de
Asilo (SECA), puesto que éste implicaría un mayor “reparto de
responsabilidades” y pocos son los que están dispuestos a asumirlo. La
cuota de reubicación (de 160.000 según lo acordado en septiembre de
2015) tampoco se alcanzará este año, lo que confirma la idea de que la
«crisis de los refugiados» que se supone es europea se está convirtiendo
en un problema griego e italiano.
Finalmente, una salida que se
seguirá explorando son los acuerdos de readmisión de la UE y los
bilaterales con los países de tránsito y de origen. El número de
deportaciones aumentará, pero no hasta el punto de reducir
significativamente el número de inmigrantes irregulares y de
solicitantes de asilo rechazados en Europa.
7. ¿Secuestrará la derecha populista a la Unión Europea?
Atrincherada
en Polonia y Hungría y envalentonada con el voto del Brexit y la
victoria electoral de Donald Trump, la derecha populista conocerá un
mayor auge en Europa en 2017. Esto no significa que alcance mayores
cotas de poder. El Partido por la Libertad (PVV, por sus siglas en
neerlandés) de Geert Wilder conseguirá un aumento en votos en las
elecciones de marzo en Holanda, aunque esto no necesariamente se
traducirá en formar parte del Gobierno o lograr el puesto de primer
ministro. Marine Le Pen del Frente Nacional (FN) de Francia, puede
perder en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia.
Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) superará el
10% de los votos en las elecciones federales en septiembre y será la
primera vez después de la Segunda Guerra Mundial que un partido xenófobo
accede al Bundestag, aunque quedarán excluidos de cualquier coalición.
Además, un ataque terrorista, una nueva crisis migratoria o importantes
escándalos políticos podrían aumentar sus posibilidades electorales. Si
esto ocurriera, especialmente en Francia, la Unión Europea estaría
frente a un desafío existencial.
Incluso si la derecha populista
no llega a gobernar en Europa Occidental, su influencia indirecta será
considerable. En el contexto de una crisis de refugiados continuada,
podrán marcar agendas y complicar la formación de coaliciones de los
partidos mayoritarios. La canciller Angela Merkel, durante la convención
general de su partido en el Gobierno, la Unión Demócrata Cristiana de
Alemania (CDU, por sus siglas en alemán), ya dijo que la afluencia de
refugiados parcialmente descontrolada de 2015 «no debería repetirse»,
reconociendo así las considerables presiones a las que se enfrenta en
esta situación crítica. Con el ataque terrorista en un mercado navideño
en Berlín en diciembre de 2016, perpetrado presuntamente por un tunecino
cuya solicitud de asilo había sido rechazada, estas presiones
aumentaron y podrían incrementarse aún más en caso de nuevos ataques.
Los
actores externos serán muy conscientes de las vulnerabilidades de
Europa e intentarán explotarlas. En Turquía, Erdogan sabe que sus socios
europeos, y en especial Angela Merkel, necesitan desesperadamente su
cooperación para contener el flujo de refugiados, por lo menos hasta las
elecciones en Alemania. También Rusia se beneficia de cualquier
disrupción del proyecto de la UE y apoya cualquier fuerza política que
se presente bajo un estandarte euroescéptico.
Los votantes de los
Países Bajos, Francia y Alemania determinarán el futuro de la UE, justo
en el momento que ésta intentará negociar con el Reino Unido un acuerdo
sobre el Brexit. La Unión Europea seguirá estando en malas condiciones
para controlar su propio destino y satisfacer las expectativas de los
ciudadanos. Esto se refiere no solo a cuestiones de seguridad como el
control de fronteras y la defensa ante las ambiciones de Rusia, sino
también a la necesidad de abordar la polarización socioeconómica que ha
aumentado abruptamente durante tres décadas de discurso neoliberal.
8. ¿Ha alcanzado Putin su techo?
Putin
no podía haber deseado un inicio del 2017 más prometedor. De hecho, ni
siquiera el Kremlin se esperaba que Trump fuera el elegido y sus planes
para el año siguiente consistían en deslegitimar la victoria de Clinton.
Pero, para sorpresa de todos, un presidente amigo se sentará en el
Despacho Oval y, como es de esperar, Europa seguirá atareada ocupándose
de sus propios problemas y divisiones.
Otros factores indican que
los vientos son favorables para Moscú: Turquía insiste en explorar un
nuevo comienzo de sus relaciones con Rusia, la OPEC está al fin
intentando aumentar el precio del petróleo y los aliados de Rusia en
Siria han conseguido apoderarse de Alepo.
El Kremlin presionará
para que las sanciones que le han sido impuestas sean total o
parcialmente levantadas. Las posibilidades que eso ocurra son mayores en
comparación con algunos meses antes. También intentará profundizar las
divisiones entre los países occidentales y dentro de cada uno de ellos.
No obstante, probablemente modulará su estrategia. Ahora que Trump es el
presidente de Estados Unidos y que algunos líderes europeos (en
particular, en Francia) se muestran más conciliadores, la retórica de la
victimización se basará más en la conspiración y señalará con el dedo a
grupos en la sombra como un enemigo común. Al tratar de (re)construir
alianzas, Moscú enfatizará que el terrorismo yihadista es una amenaza
compartida
En cualquier caso, existen algunos riesgos. Rusia
continuará entrometiéndose en la política interior de los países
occidentales, pero esto podría tener consecuencias indeseadas si esas
maniobras se hacen demasiado evidentes o demasiado ofensivas. Ello es
particularmente cierto en el caso de la ciberseguridad. Intentar poner a
prueba los límites de la solidaridad entre los miembros de la OTAN
puede ser tentador, pero una vez que empieza una crisis, ésta cobra vida
por sí misma y uno nunca sabe si será capaz de cerrarla.
Acerca
de Siria, la cuestión principal será el grado de implicación de Rusia y
si el Kremlin será capaz de retirarse del campo de batalla a su debido
tiempo. Es peligroso estar atrapado en una guerra que no tiene un
significado vital para Rusia y podría conllevar el riesgo de una
reacción desmesurada siempre que los intereses de Rusia estén en el
punto de mira de grupos terroristas.
Para terminar, añadamos a
este catálogo de riesgos las incertidumbres económicas estructurales: la
baja productividad, la infraestructura deficiente, y la dependencia de
energía y de la exportación de armas. Cuando hablamos de la economía, lo
que está en juego es el nivel de apoyo público, pero también la
cohesión de la élite.
Así pues, Putin sabe que el 2016 acabó mucho
mejor de lo que esperaba, pero de cara al futuro puede que necesite
moderar sus expectativas y calibrar sus riesgos.
9. Aterrizajes forzosos en América Latina
Al
contrario que los rusos, los latinoamericanos ven 2017 con pesimismo y
la victoria de Trump es solo una entre muchas razones. Es un período de
expectativas fallidas. Unos años atrás, el continente estaba en auge y
el mayor de sus miembros, Brasil, se proyectaba como un actor a nivel
mundial. Hoy día, las perspectivas económicas para países como México,
Ecuador, Argentina, Colombia y Brasil son pésimas, por lo menos a corto
plazo. Por no hablar de Venezuela, cuya población sufrirá las
consecuencias de la polarización política y de las políticas económicas
disfuncionales de un país adicto a los altos precios del petróleo. Chile
y Perú pueden ser las únicas excepciones a este escenario sombrío.
Políticamente,
llama la atención la rapidez con la que se han erosionado los
liderazgos nacionales. Excepto en Colombia, donde compiten dos figuras
fuertes, los liderazgos políticos tradicionales en América Latina son
más bien débiles. Además, la izquierda ha perdido a sus referentes
políticos. Todo esto puede evolucionar de tres formas distintas: el
surgimiento de liderazgos apolíticos no convencionales (como pasó en
2016 en El Salvador), un aumento del descontento social que explore
nuevas formas de protesta política o sociedades cada vez más frustradas
pero pasivas. Vale la pena recordar también que 2017 será un año de
impasse político porque tres países clave (Colombia, México y Brasil)
han programado elecciones en 2018 y se estarán preparando para ellas.
Cuando
el mundo mire a América Latina la atención se centrará en cinco asuntos
más: los efectos de las decisiones de Estados Unidos en las cuestiones
relacionadas con el comercio y las migraciones, con especial impacto en
México; la inestabilidad política en Venezuela, con crecientes dudas
sobre si su propio bando podría intentar deshacerse de Nicolás Maduro;
si la Cuba post-Fidel se abre, también debido a la imposibilidad de
contar con Caracas; un proceso de paz en Colombia que afronta muchos
desafíos en su fase de implementación; y, bajo la superficie, la
posición clave del continente en los flujos ilícitos, sobre todo el
tráfico de drogas, que tiene un efecto desestabilizador que se extiende a
miles de kilómetros de distancia como hemos visto en África Occidental.
A
remolque de sus problemas económicos estructurales, focalizada en
discrepancias internas a corto plazo y sin líder a nivel regional,
América Latina tendrá que esperar un tiempo para volver a despegar.
10. Las sociedades africanas se levantan… pero los líderes se resisten al cambio
Por
toda África, la sociedad está pidiendo a los gobiernos que rindan
cuentas. Activistas jóvenes, urbanos y bien conectados reclaman que se
les escuche. En 2017 veremos cómo la fractura entre las élites y la
ciudadanía se ensancha y desata crisis políticas.
Es especialmente
significativo que algunos de los países más grandes se enfrentarán a
considerables niveles de confrontación, que con toda probabilidad serán
respondidos con una represión más severa. No debemos perder de vista a
la República Democrática del Congo. Si se aplazasen de nuevo las
elecciones y Joseph Kabila se aferra tercamente al poder la situación
degeneraría rápidamente. Etiopia, a menudo considerada por los líderes
exteriores como un ancla de estabilidad y cuyo modelo federal fue otrora
elogiado, se está tornando más inestable y represiva.
Aunque es
un país mucho más pequeño, la forma en que Gambia resuelva su crisis
política puede tener un efecto regional porque lo que está en juego es
cuánto puede resistirse un líder africano a dejar el poder cuando no
solo la ciudadanía sino también organizaciones regionales se lo piden.
Bastante a menudo, Zimbabwe consigue ser parte de la agenda global. Hay
elecciones previstas en 2018 y Mugabe, que cumplirá 93 años en febrero
de 2017 encarna la lógica del «presidente de por vida» y se enfrenta a
una oposición creciente.
Sudáfrica igualmente merece atención. No
solo por sus vulnerabilidades económicas, sino también porque el
Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) es cada vez
menos popular, incluso entre los sectores de la sociedad o las zonas del
país donde solía ser hegemónico. Este año, tendrá que elegir al sucesor
de Zuma, pero no se podrá salvar la brecha emocional entre el partido y
la sociedad. También Angola será importante. Este país, que ha vivido
un boom económico gracias a la industria del petróleo, también acudirá a
las urnas. Dos Santos ya ha anunciado que no se va a presentar; ha
decidido no seguir el ejemplo de los demás presidentes, pero eso no
significa que su partido, el Movimiento Popular de Liberación de Angola
(MPLA), esté listo para compartir el poder.
Estas dinámicas
políticas coexistirán con situaciones provocadas por conflictos en otras
partes del continente. Es más, la situación en 2017 es probable que se
deteriore. La ONU ya ha advertido que Sudán del Sur puede convertirse en
una nueva Rwanda y la Oficina para la Coordinación de Asuntos
Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA, por sus siglas en
inglés) también ha advertido de que se está gestando una crisis
humanitaria en Borno (en el norte de Nigeria). Esta lista podría
ampliarse a todo el Cuerno de África, la República Centroafricana, Sudán
y Burundi. Y el terrorismo continuará golpeando a los más vulnerables.
En
conjunto, 2017 será un año agridulce para África. Por un lado, la
población está empoderada y existe un interés mundial considerable en el
desarrollo del continente. Por otro lado, los intereses políticos de
las élites en el poder y la proliferación de crisis de seguridad y
humanitarias impedirán a África explotar su pleno potencial.
Una advertencia: puede empeorar
«Las
predicciones son difíciles, especialmente acerca del futuro» dijo una
vez George Bernard Shaw con su agudeza habitual. Cuando se acaba el año
es fácil identificar los asuntos que pasaron desapercibidos (como el
intento de golpe de Estado en Turquía) o los resultados electorales
improbables unos meses atrás (como la victoria de Trump). Para 2017 ya
hemos identificado muchos riesgos: conflictos territoriales en el mar
del sur de China, una escalada militar entre Arabia Saudí o Israel e
Irán para involucrar a Estados Unidos en el conflicto, la caída de
Venezuela, una guerra híbrida de Rusia en el Báltico para poner a prueba
la determinación de la OTAN, el secuestro de la Unión Europea por parte
de la extrema derecha, una Corea del Norte desafiante, episodios
genocidas en estados africanos fallidos como Sudán del Sur, una
agitación violenta en la República Democrática del Congo y ataques
terroristas de gravedad que podrían alterar los procesos electorales y
forzar represalias militares. Pero también debemos estar preparados ante
“cisnes negros” (acontecimientos imprevisibles hasta que ocurren) y
“rinocerontes grises” (amenazas muy probables y de gran impacto y, sin
embargo, ignoradas). Tenemos por delante un peligroso camino lleno de
baches y es imposible predecir cómo será el destino final.
50 fechas a marcar en el calendario
1 de enero: Antonio Guterres asume la Secretaría General de Naciones Unidas.
Guterres hereda un delicado proceso de paz en Siria, una crisis
migratoria, un Israel que desafía con la resolución 2334 y la demanda de
unas medidas más eficaces en la lucha contra el cambio climático.
12 de enero: Conversaciones para la reunificación de Chipre.
Tras el fracaso de las conversaciones de noviembre de 2016, se
retomarán las negociaciones en Ginebra. Ambos bandos tienen la intención
de acelerar las reuniones para alcanzar una solución integral lo más
pronto posible.
15 de enero: Conferencia de Paz sobre Oriente Medio.
Los intentos franceses para relanzar el Proceso de Paz en Oriente Medio
tienen pocas posibilidades de éxito debido a la oposición de Netanyahu y
al apoyo que éste recibe del presidente electo Trump.
15 a 18 de enero: Foro Mundial de Datos de la ONU. Sudáfrica
acogerá el foro para ayudar a crear consenso sobre la generación de
datos entre las oficinas de estadística nacionales y otros actores
implicados. El objetivo es trabajar conjuntamente en el desarrollo de
servicios de datos abiertos para las estadísticas oficiales relativas al
continente.
17 a 20 de enero: Foro Económico Mundial.
El encuentro anual, que tendrá lugar en el municipio suizo de Davos,
juntará a los líderes mundiales para definir la agenda mundial, regional
e industrial. Será la primera vez que el presidente Xi Jinping asista
al encuentro, lo que significa que el acontecimiento recalcará las
ambiciones mundiales de China.
20 de enero: Día de la investidura en Estados Unidos.
Esta fecha marcará el inicio de los cuatro años de mandato de Donald
Trump como presidente de Estados Unidos. Los movimientos en la política
interna y exterior de la nueva Administración demostrarán si Trump es
realmente capaz de hacer «que Estados Unidos vuelva a ser grande».
22 al 31 de enero: Cumbre de la Unión Africana.
La cumbre de este año marcará el 15º aniversario del reemplazo de la
Organización para la Unidad Africana (OAU, por sus siglas en inglés) por
la Unión Africana.
23 de enero: Conversaciones de Paz sobre Siria en Astana.
Un nuevo intento de encontrar una solución política al conflicto que
deriva de un acuerdo anterior negociado por Rusia, Irán y Turquía,
dejando al margen a EEUU.
19 de febrero: Elecciones presidenciales en Ecuador.
Serán las primeras elecciones desde 2006 en que el actual presidente
Rafael Correa no figurará en las papeletas. Su sucesor, Lenin Moreno,
lidera las encuestas. Sin embargo, según el sistema electoral de
Ecuador, se celebrará una segunda vuelta a menos que uno de los
candidatos obtenga más del 50% de los votos.
22 al 24 de febrero: Cumbre Mundial de los Océanos.
La cumbre, que tendrá lugar en Bali (Indonesia), centrará la atención
en cómo financiar una economía de los océanos sostenible con el impulso
del capital y del sector privado.
Marzo: Negociaciones del Brexit.
Según Theresa May, a finales de marzo Gran Bretaña iniciará formalmente
las negociaciones para la salida, las cuales deberán finalizar en un
plazo de dos años.
15 de marzo: Elecciones generales en los Países Bajos.
Serán las primeras elecciones en que se pondrá a prueba el éxito del
populismo de ultraderecha, en este caso, del Partido por la Libertad
(PVV, por sus siglas en holandés) de Geert Wilders.
25 de marzo: 60º aniversario del Tratado de Roma.
El aniversario podría ser una ocasión para que los líderes europeos se
reúnan y debatan acerca de los problemas a los que se enfrenta la UE y
acerca de una nueva visión, si es preciso.
26 de marzo: Elección del jefe del Ejecutivo de Hong Kong. Desde
las protestas de la Revolución de los Paraguas en 2014, a favor de la
elección directa del jefe del Ejecutivo y no por nombramiento de
Beijing, la política de Hong Kong ha estado divida. El titular pro
Beijing desde 2012 anunció que no se presentaría para el cargo. El
descontento popular que se propaga en la política de Hong Kong puede dar
lugar a conflictos con China.
Abril: Elecciones legislativas y locales en Argelia.
Debido a los problemas de salud de Buteflika, estas elecciones pueden
ser un campo de batalla para la sucesión. Una tasa de participación baja
sería un indicador significativo del descontento popular.
23 de abril: Primera ronda de las elecciones presidenciales en Francia.
Después de las elecciones en los Países Bajos, de nuevo se pondrá a
prueba a la ultraderecha en las urnas. Un buen resultado para Marine Le
Pen, líder del ultraderechista Frente Nacional (FN), generará
incertidumbres entre los líderes europeos y los mercados a nivel
mundial.
4 de mayo: Elecciones en el Reino Unido. Este año se celebrarán los comicios para los consejos de Inglaterra, Escocia y Gales; y para los alcaldes de Inglaterra.
7 de mayo: Segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia.
Si Le Pen llega a la segunda vuelta, la única manera de evitar otra
victoria de la ultraderecha podría ser una alta participación y la
capacidad de la oposición para convencer al público de que Le Pen es una
amenaza para los valores republicanos de Francia.
9, 11 y 13 de mayo: Festival de Eurovisión.
El certamen se ha convertido en un asunto político en el país
anfitrión, Ucrania. Debido a la dificultad para conseguir fondos del
presupuesto estatal, si Ucrania no puede permitirse celebrar el evento,
Rusia, el país que ocupó el segundo lugar en el concurso el año pasado,
sustituirá a Ucrania.
14 de mayo: Elecciones legislativas estatales en Renania del Norte-Westfalia.
Este Estado tiene más votantes que el conjunto de los estados del este
de Alemania, de modo que las elecciones en Renania del Norte-Westfalia
serán un importante ensayo antes de las elecciones nacionales de este
mismo año.
19 de mayo: Elecciones presidenciales en Irán.
Serán las primeras elecciones por las que pasará Irán desde el
lanzamiento del tratado nuclear y son significativas para las decisiones
políticas de Irán a corto plazo.
25 de mayo: Reunión de la OPEP. Se espera que, después de la reunión, los estados miembros alarguen por un tiempo los recortes en la producción.
Junio: Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO).
La cumbre está programada para celebrarse en Astana, en junio. Este
año, India y Pakistán se convertirán formalmente en miembros de pleno
derecho de la organización. Será la primera ampliación de la SCO, pero
probablemente no la última. Puede que a medio plazo se incluya también a
uno o varios de los actuales observadores (Afganistán, Bielorrusia,
Irán o Mongolia).
5 de junio: 50º aniversario de la Naksa.
El aniversario de la ocupación podría desatar nuevas olas de violencia
entre los palestinos, especialmente los jóvenes, y el Estado israelí.
Finales de julio: Elecciones presidenciales en India. En India habrá elecciones antes de julio. El objetivo del partido en el gobierno, el Bharatiya Janata Party
(BJP), es expandir su huella nacional y consolidar su papel como
principal fuerza política de la India. La contienda presidencial será
precedida por elecciones en estados clave como Punjab y Uttar Pradesh.
Julio: Cumbre de la OTAN. El evento tendrá lugar, por primera vez, en la nueva sede de la OTAN en Bruselas, probablemente en julio.
7 y 8 de julio: Cumbre delG-20 en Hamburgo.
Los líderes de las principales economías mundiales se reunirán para
hablar de gobernanza mundial, en especial en asuntos relacionados con la
estabilidad, la responsabilidad y la viabilidad.
4 de agosto: Elecciones presidenciales en Rwanda.
Paul Kagame se presentará para su tercer período en el cargo. Hace unos
meses, un referéndum aprobó las enmiendas constitucionales que admiten
esa posibilidad. Este referéndum también aprobó la reducción del mandato
presidencial de siete a cinco años, aunque este cambio no entrará en
vigor hasta 2024.
8 de agosto: Elecciones generales en Kenia.
Las elecciones han sido un asunto muy problemático en la historia
reciente del país. En 2007, más de 1.300 personas fueron asesinadas y
600.000 personas fueron desplazadas debido a la violencia electoral. Las
tensiones probablemente aumentarán a medida que se acerque la fecha de
los comicios.
Entre 27 de agosto y 22 de octubre: Elecciones federales en Alemania.
En el puesto de canciller desde 2005, Angela Merkel ha anunciado que se
presentará para un cuarto mandato. Sin embargo, el partido
ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en
alemán), que obtuvo resultados bastante buenos en las elecciones
estatales y locales, recibirá cada vez más apoyo popular dependiendo de
las políticas de Merkel sobre migración y de la oposición a la que se
enfrente la canciller.
11 de septiembre: Elecciones parlamentarias en Noruega.
En las elecciones de 2013, la coalición de centro-izquierda entregó el
poder a una coalición entre los Conservadores (Høyre) y el Partido del
Progreso (FrP, por sus siglas en noruego), defensor de las políticas de
libre mercado pero acusado de populismo. Focalizándose en cuestiones
como la rebaja de impuestos, la construcción de carreteras y unas
políticas sobre inmigración más estrictas, el Partido del Progreso ha
ganado cada vez más popularidad. La pregunta es si el centro-derecha
puede conservar el poder aplicando estas políticas.
12 al 25 de septiembre: 72ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Con la elección como próximo presidente de Estados Unidos de Donald
Trump (las declaraciones del cual han contradicho a Naciones Unidas en
asuntos como los derechos humanos, los refugiados, el cambio climático y
el proceso de paz en Oriente Medio), la ONU se dirige hacia una
relación con EEUU nueva y potencialmente desafiante.
26 de septiembre: Fin del 2º Plan de reubicación de emergencia.
Tras el fracaso de los estados miembros para cumplir con este programa,
la Unión Europea deberá decidirse sobre el siguiente paso para abordar
el asunto de la reubicación de los refugiados.
Octubre: Elecciones presidenciales en Kirguizstán.
Las elecciones en Kirguizstán se celebrarán probablemente a finales de
año. El actual presidente Atambáyev ha repetido con insistencia que no
buscará el cargo de primer ministro ni ningún otro puesto político de
ámbito nacional. El proceso electoral pondrá a prueba la resiliencia y
la credibilidad del sistema parcialmente democrático del país.
10 de octubre: Elecciones generales en Liberia.
La guerra civil de Liberia todavía ensombrece el paisaje político
actual del país: muchos de los que fueron altos cargos durante ese
periodo participan en las elecciones.
24 al 27 de octubre: 19º Congreso Nacional del Partido Comunista de China.
La normativa sobre jubilación exige el reemplazo de hasta 11 de los 25
miembros del politburó en el Gobierno, entre los cuales están cinco de
los siete miembros de su Comité Permanente Supremo.
29 de octubre: Elecciones legislativas en Argentina.
Se renovará un tercio del Senado y casi la mitad de la Cámara de los
Diputados, lo que incluye a representantes de la provincia de Buenos
Aires, importante estratégica y simbólicamente. A pesar de enfrentarse a
procedimientos judiciales, la anterior presidenta Cristina Kirchner ha
lanzado una decidida campaña para presentar su candidatura.
6 al 17 de noviembre: COP 23 de la UNFCCC.
Fiji organizará la 23ª Conferencia de las Partes (COP 23) de la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
(UNFCCC, por sus siglas en inglés), que tendrá lugar en Bonn (Alemania).
Como primer país en ratificar tanto el Protocolo de Kioto como los
Acuerdos de París, es probable que Fiji reitere su llamamiento a Trump
para que cambie su postura sobre el cambio climático.
7 de noviembre: Centenario de la Revolución Rusa.
Será interesante ver qué importancia da el Kremlin a la conmemoración
de un hecho que ha marcado la historia rusa y del mundo entero. Sobre
todo, si recordamos que Putin dijo una vez que el fin de la Unión
Soviética fue una de las mayores catástrofes del siglo XX.
19 de noviembre: Elecciones generales en Chile.
El expresidente Sebastián Piñera (2010-2014) lidera las encuestas. Sin
embargo, no está claro si se presentará a la presidencia. Declaró que lo
comunicaría en marzo del 2017. El número de indecisos es alto, así que
el resultado de las elecciones es difícil de predecir. Dependerá de la
decisión de Piñera y de las posibles coaliciones que se formen en los
próximos meses.
26 de noviembre: Elecciones presidenciales en Honduras.
El expresidente Manuel Zelaya, destituido en el golpe de estado de
2009, ha criticado la candidatura a la reelección del Presidente Juan
Orlando Hernández. Zelaya y sus seguidores la definen como un acto
ilegal.
20 de diciembre: Elecciones presidenciales en Corea del Sur.
Después del escándalo de corrupción que estalló en octubre de 2016, en
el que está implicada la actual presidenta Park Geun-hye, la mayoría de
la Asamblea Nacional votó a favor de su destitución. El proceso
electoral llega en un contexto de agitación política que probablemente
no desaparecerá en los próximos meses.
Pendiente: Elecciones locales en Túnez.
Las elecciones permitirán a los tunecinos votar a sus representantes
locales por primera vez desde las revueltas de 2011. Será importante
tomar nota de la tasa de participación de la juventud, cuyas
expectativas siguen sin ser cumplidas.
Pendiente: Cumbre de la ASEAN. En 2017 se cumplen 50 años de la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés), que será presidida por Filipinas. Esta cumbre pondrá de relieve el papel regional de Manila.
Pendiente: Elecciones generales en Líbano.
Puesto que el actual Parlamento, en funciones desde 2009, amplió su
propio mandato dos veces en medio de una feroz oposición, éste será el
primer voto legislativo en ocho años.
Pendiente: Elecciones legislativas en Angola.
El presidente José Eduardo dos Santos, en el poder desde 1979, señaló
que quizá no se presentaría a la reelección en las votaciones.
Pendiente: Propuesta de referéndum en Cataluña. El
Gobierno catalán ha anunciado que antes de que termine septiembre
celebrará un referéndum sobre la independencia de Cataluña. El Gobierno
español ha reiterado que no se producirá.
Pendiente: Posible referéndum constitucional en Turquía. Se
prevé celebrar un referéndum sobre cambios constitucionales el próximo
verano. La enmienda más destacada y controvertida es la introducción de
una presidencia ejecutiva que reemplace el actual sistema parlamentario.
Pendiente: Elecciones generales en Tailandia.
La muerte en octubre de 2016 del rey tailandés Bhumibol Adulyadej (que
bendijo el golpe militar de mayo de 2014) generó una tormenta en la
política tailandesa. Si bien las nuevas elecciones tailandesas pueden
adelantar un gobierno civil, la polarización entre la clase media urbana
y las zonas rurales pobres densamente pobladas —principal problema del
país— no parece que vaya a resolverse pronto.
Pendiente: Elecciones generales en la República Democrática del Congo.
Tras el acuerdo al que se llegó para poner fin al mandato de Joseph
Kabila, podría producirse la primera transferencia de poder pacífica
desde la independencia. Si las partes mantienen lo acordado, Kabila no
podrá cambiar la Constitución para permanecer en el poder y habrá
elecciones antes de que termine el año.
- Eduard Soler i Lecha y Eckart Woertz (coord.), investigadores sénior, CIDOB
Texto
finalizado el 9 de enero de 2017. Esta Nota Internacional es el
resultado de una reflexión colectiva por parte del equipo de
investigación del CIDOB. Coordinada y editada por Eduard Soler i Lecha y
Eckart Woertz, se ha beneficiado de las contribuciones de Anna Ayuso,
Jordi Bacaria, Anna Bardolet, Moussa Bourekba, Luigi Carafa, Paula de
Castro, Carmen Claudín, Carme Colomina, Elena Dal Zotto, Nicolás de
Pedro, Anna Estrada, Francesc Fàbregues, Oriol Farrès, Blanca Garcès,
Francis Ghilès, Sean Golden, Susanne Gratius, Kiera Hepford, Daria
Kalashnikova, Irene Martínez, Óscar Mateos, Pol Morillas, Jordi Quero,
Elena Sánchez, Héctor Sánchez, John Slocum, Melike Janine Sökmen,
Pere Vilanova y Santiago Villar.
E-ISSN: 2013-4428
D.L.: B-8439-2012
01/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario