Juan Manuel Karg
Ecuador inaugurará el calendario electoral 2017 para América Latina y el Caribe: el próximo 19 de febrero habrá elecciones presidenciales, decisivas para la región en su conjunto por lo que allí se pone en juego. El correísmo, de la mano de la dupla Lenin Moreno-Jorge Glas, se juega la continuidad de la Revolución Ciudadana, que gobierna desde enero de 2007 en un verdadero “cambio de época” para el país, tal como le gusta llamar a su presidente, a raíz de las transformaciones operadas en la vida de millones de personas.
El objetivo del correísmo es concreto: Moreno deberá sacar más de 40 puntos y una distancia de 10 respecto a su adversario más cercano para evitar la segunda vuelta electoral. Es un escenario posible, visto y considerando la imagen positiva con la que cuenta el primer vicepresidente de Correa y la propia gestión de la RC, sumado a la creciente dispersión opositora. Por ahora, y más allá de slogans, la oposición se basa solamente en denuncias de casos de corrupción -PetroEcuador y Odebrecht- que el propio gobierno ya había detectado. El caso de la constructora de origen brasileño que sacude a la política regional es el más emblemático para ilustrar ello: el gobierno de Alianza País (AP) la expulsó en 2008, siendo el único antecedente concreto en América Latina. Sobre el caso PetroEcuador, Correa fue contundente: “el país puede tener la seguridad de que jamás tolerarán esas corruptelas. Aquí no habrá impunidad, ni perdón, ni olvido, no se puede jugar con los recursos del pueblo”.
Tanto AP como sus aliados nucleados en el frente Unidos afrontan un desafío complejo en la actualidad regional: ordenar una sucesión prolija y eficiente dentro del espacio de los gobiernos nacional-populares, progresistas y de izquierda de la región, a raíz imposibilidad de ir a las urnas con su principal dirigente y cuadro político, Rafael Correa. Las experiencias de Brasil y Argentina ilustran las dificultades concretas de reemplazar a las figuras mejor valoradas de estos espacios políticos, algo que Bolivia quiere evitar intentando repostular nuevamente a Evo Morales Ayma en 2019 -tal como definió recientemente el congreso del Movimiento al Socialismo, barajando para ello cuatro posibilidades concretas-.
Un triunfo en primera vuelta del correísmo podría significar una revitaliuzación del espacio nacional-popular, progresista y de la izquierda continental tras dos años -2015 y 2016- donde la derecha retomó la iniciativa por todas las vías posibles -incluído el golpe institucional en Brasil-. CFK, Lula y Lugo, tres ex presidentes que mantienen buena aceptación popular en sus países, esperan buenas noticias de parte del correismo: este espacio continental debe mostrar un rápido triunfo electoral como forma de reposicionamiento frente a la restauración conservadora en curso, algo que más al norte ya hicieron recientemente Danilo Medina (República Dominicana) y Daniel Ortega (Nicaragua).
Macri y Temer, en tanto, anhelan un forzado ballotage que pueda proyectar en el horizonte un escenario de mayor incertidumbre, con mayor polarización de cara a un eventual segundo turno. Las declaraciones de Viteri en cuanto a una hipotética salida de Ecuador del ALBA -Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América- en caso que su propuesta resulte ganadora ilustran que hay en juego proyectos antagónicos sobre la integración regional, tal como sucede con la política doméstica.
¿Sumará Correa el plus carismático que permita a Alianza País un triunfo en una sola vuelta? ¿Lograrán Lasso o Viteri forzar un ballotage que hoy parece difícil, pero que de consumarse podría modificar el escenario? Son las dos preguntas que hoy se hacen buena parte de los analistas en torno al desenlace posible de esta contienda que será decisiva. Falta para saberlo: primero habrá más de un mes de campaña que será seguido con atención por la región en su conjunto.
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