Parece
consecuencia de una arraigada tradición eso de al finalizar el año, o
en las primeras semanas del siguiente, hacer análisis de situación. Ya
sea a nivel local, nacional o internacional, ya sea sobre el arte, la
economía o el acontecer gastronómico, la costumbre está ahí y los
escritos proliferan. Pues bien desde la oportunidad, y cierta
legitimidad, que da el ser parte de una organización de solidaridad y
cooperación internacional, intentamos sumar en esta línea de reflexión
sobre hacia dónde va este mundo cuando recién hemos cambiado el
calendario.
En un artículo
anterior exponíamos la consideración de haber entrado, posiblemente, en
el fin del ciclo neoliberal y como esto se ha manifestado con más
evidencia en 2016, aunque viene de un poco más lejos. Afirmación
asentada en hechos como las revueltas políticas y sociales que contra
este sistema se dieron, especialmente en la primera década del actual
siglo en América latina y que, cuestionando profundamente sus bases de
dominación, abrieron caminos nuevos y posibles que todavía hoy están en
construcción teórica y práctica (nadie dijo que esto fuera a ser fácil,
verdad). Esa afirmación se asienta igualmente, y en años más recientes,
en las sucesivas protestas encadenadas en los países del sur europeo, al
sufrir éstos las consecuencias más duras de la crisis de ese modelo
dominante, consecuencias no solo económicas, sino también políticas,
sociales e ideológicas. Pero este aserto del fin del ciclo neoliberal se
basaba también en el actuar de las mayorías silenciosas en el último
año, aquellas que no salen a las calles, pero que llevan años sufriendo
los rigores de este sistema que, podemos denominar ya como el de la
globalización de la desigualdad. Pues bien, ese hastío lo muestran esas
mayorías silenciosas en votaciones y referéndums que, más allá de romper
encuestas, reflejan la ruptura del conformismo pasivo al que han sido
inducidas y el cansancio contra las élites económicas y políticas
establecidas (el establishment) que hoy controlan los diferentes países.
A
partir de aquí, el futuro inmediato se abre hacia opciones
diametralmente opuestas. O avanzamos hacia la construcción de sociedades
más justas, donde el desigual reparto de la riqueza y su consecuencia
más directa, el brutal resquebrajamiento de las sociedades por la
desigualdad, sea una pesadilla olvidada; o, por el contrario, se optan
por salidas neofascistas que profundicen en ese camino, como el ascenso
generalizado de la ultraderecha y de la derecha extrema parece
asegurarnos. Pero, teniendo todo esto en cuenta, centrémonos ahora en
esa anunciada revisión de situación que citábamos al principio como
objetivo de este escrito.
El
Brexit en Gran Bretaña, el referéndum en Italia, la elección de D.
Trump en Estados Unidos, y algún otro “susto” más han sido noticias
cargadas de pasado que ponían en solfa las mismas estructuras del
sistema político y social y que le han hecho tambalearse en 2016. Las
medidas proteccionistas empiezan a recuperar espacios antes perdidos,
mientras aumenta la crítica al libre mercado y su poder absoluto; el
estado recupera terreno frente a la ortodoxia neoliberal. Así, lo que
hace poco se nos presentaba como la panacea del crecimiento económico,
cual eran los innumerables tratados de libre comercio que las
transnacionales dictaban a los gobiernos, hoy empiezan a ser
cuestionados hasta por una parte de esas mismas élites. Y en toda esta
situación de impugnación y disputa a las bases del sistema, aunque se
nos trate de ocultar y minimizar, han tenido con enorme protagonismo las
distintas sociedades. Enormes movilizaciones como hacía muchos años que
no se encontraban (contra la brutal austeridad y por la vida digna en
Grecia, contra esos mismos tratados de libre comercio que antes
citábamos en toda Europa, etc.) han vuelto a recorrer las calles y han
recuperado mucho de la dignidad malograda por el neoliberalismo. Aunque
no siempre se hayan transformado en victorias políticas, han puesto
elementos importantes para los cuestionamientos imprescindibles, para la
crítica necesaria, para avanzar en la generación de alternativas al
modelo.
Pero en este
análisis de situación también hay que traer a revisión otras realidades
invisibilizadas en 2016. Las guerras de Siria, Palestina, Irak… siguen
interpelando por responsabilidades ocultas, especialmente, de parte de
las “autoridades” europeas y estadounidenses. Esas mismas que construyen
grandes proclamas a favor de la democracia y por los derechos humanos
de todas las personas, pero siguen ignorando, y en muchos casos
condenando a muerte, a miles de seres humanos que mueren en las puertas
de la vieja Europa o en la fosa común más grande de la historia en que
han convertido el mar Mediterráneo. Y todo ello mientras ocultan sus
responsabilidades en esas mismas guerras; siguen lucrándose con la venta
de armamento a contendientes de todo tipo, siguen alimentando los
enfrentamientos y siguen reprimiendo la solidaridad.
Realidades
invisibles también son otras guerras en Yemen, Libia, Somalia, Congo… y
ya que estamos aquí, citemos la invisibilización de todo un continente
como es el africano. Donde las transnacionales occidentales, con el
respaldo firme de sus gobiernos, siguen expoliando y alimentando guerras
para conseguir única y exclusivamente el aumento de sus beneficios.
No
obstante hay un lado positivo en este balance que supone a su vez las
bases optimistas para los tiempos que están por llegar. Ya señalábamos
las grandes movilizaciones que en Europa han cuestionado el modelo, pero
habrá que subrayar y enorgullecerse de la solidaridad y demanda de
derechos que la mayoría de la población de este viejo continente expresa
diariamente por esa población en marcha hacia Europa desde la expulsión
de sus territorios por las guerras o el empobrecimiento enquistado.
Cierto es que el ascenso de la ultraderecha es innegable y nos puede
abocar a tiempos muy difíciles, pero también se han fortalecido en este
2016 movimientos sociales diversos que muestran una cierta
revitalización de nuestras sociedades. Algunos, como el feminista, han
plantado cara al espejismo de la igualdad de las mujeres en esta misma
Europa, han dicho con claridad que todavía no es real la equidad y,
sobre todo, proclaman día a día que el machismo y los machistas asesinan
mujeres y que hay que acabar con uno y otros, deconstruyendo así esta
sociedad patriarcal.
Por
otra parte y cruzando océanos, hay que recuperar del interesado olvido
el hecho de que América Latina y sus grandes mayorías, hoy siguen
construyendo teorías y prácticas diferentes que buscan los caminos hacia
sociedades más justas. Que ponen a discusión conceptos viejos y nuevos
como el Buen Vivir, la economía comunitaria, la recuperación del papel
del estado en la economía o el hecho de que hay otros modelos de estados
posibles que superan al tradicional estado-nación, etc. Pero incluso en
países tan centrales como los EE.UU., pese al tiempo de oscurantismo
que puede venir con D. Trump, se abren esperanzas de nuevos
planteamientos como fue, por lo menos, el discurso renovador de Bernie
Sanders como posible candidato demócrata y lo que éste concitaba a su
alrededor. Por todo ello y mucho más que se queda en el tintero, podemos
decir que hay opciones, que hay posibilidades para que el 2017 resulte
interesante.
Y si alguien
está tentado al leer este artículo a su descalificación fácil señalando
que el mismo rezuma ideología superada por la historia, le ahorramos el
esfuerzo. Claro que este texto vuelca en sí mismo ideología, aquella que
busca la igualdad y la justicia social, la verdadera democracia en la
que más y más personas tomemos parte activa, la del respeto real a todos
los derechos para todos y todas no solo para unos pocos. Muchos
pensaron hace solo dos décadas que el fin de las ideologías había
llegado y proclamaron a su vez el fin de la historia, subrayando que a
partir de ese momento no habría más lucha ideológica. Eran los años
felices del triunfo, se pensaba absoluto, del neoliberalismo. Hoy, solo
unas décadas después discutimos sobre su oscuro inmediato futuro. Pero,
sostenemos también que hoy el riesgo está precisamente en la
desideologización que algunos pretenden para que el neofascismo, con
múltiples caras, pueda de nuevo enseñorearse del mundo en este año que
recién iniciamos. Por todo ello, les deseamos un buen año, que sepamos
cargarlo de ideología.
Jesús González Pazos
Miembro de Mugarik Gabe
2017/01/16
http://www.alainet.org/es/articulo/182927
No hay comentarios:
Publicar un comentario