El
unilateralismo está de regreso y para quedarse. Distinto al proyecto de
Obama: el TPP, alianzas y pactos estratégicos; Donald Trump mira que
EEUU va a determinar él solo el curso de su país y del mundo en el
futuro. La liquidación del multilateralismo es una reversión de las
políticas instaladas en 1919 y 1944, años de grandeza americana, al
final de dos guerras mundiales ganadas, y de creación la Liga de las
Naciones y las Naciones Unidas. Ahora, lo que quedó es el reflejo de la
falta de alianzas y la pérdida de liderazgo mundial. El proteccionismo
ha vuelto también y permanecerá, hasta que le caiga a la economía
estadounidense en la cabeza.
Tras
semanas de incertidumbre, producto de un personaje impredecible y una
campaña electoral plagada de promesas idílicas y nocivas amenazas
económicas, Trump recibió el cargo como presidente electo de EEUU y lo
hizo con un discurso, aunque menos histriónico, por demás alarmante.
Expuso por primera vez, con arrogante ignorancia, preocupante demagogia
fascista y tramposa elocuencia, cuál es la visión que tiene de la
realidad y cuál es el plan de nación que le tiene preparado al mundo.
El
poder en EEUU, expuso Trump con una retórica por demás gastada y vacía
de contenido, ha estado en los políticos y no en las empresas
trasnacionales y la gran banca, y bajo su mandato se devolverá el poder
“al pueblo”. Insistió “que un pequeño grupo en la capital del país se
han beneficiado de estar en el gobierno mientras el pueblo ha pagado el
costo”. Sin embargo, omitió misteriosamente el escandaloso rescate
bancario de Paulson por 700,000 millones de dólares y el regular gasto
de 2 millones de dólares diarios que hace el lobby financiero en
Washington para beneficiarse de cambios jurídicos y tributarios. En la
realidad, el poder en EEUU está concentrado en Wall Street, las empresas
trasnacionales y el ejército. De ahí que su gabinete esté conformado
por ex presidentes de trasnacionales (Rex Tillerson, Exxon-Mobil; Andrew
Puzder, CKE-Carl’s Jr; Linda McMahon, WWE; Betsy Devos, Amway), agentes
del sector financiero (Gary Cohon, Goldman Sachs Group; Wilbur Ross;
Steve Mnuchin) y ex generales militares (James Mattis, Mike Flynn, John
Kelly). El poder está y estará intacto en Wall Street y en Washington.
Con
cinismo denunció que el “establishment” se protegió y no cuidó a los
ciudadanos. En su gobierno, todo parece indicar, éste seguirá protegido,
sin embargo, la incertidumbre está sobre qué hace con los ciudadanos y,
más importante, a cuáles se refiere. Pues, de acuerdo a su discurso de
campaña: racista, xenófobo, sexista, misógino y anti islámico, de
espíritu neo fascista, Trump está en la misma línea de Huntington cuando
respondía a “quiénes somos y qué país queremos”1 con un reclamo del regreso de los White Anglo Saxon Protestants
(WASPS) al poder. La imagen pudo apreciarse con la familia Trump subida
al estrado y la cantante del himno nacional, al frente de un público
tan diverso como la nación. Fue la imagen de un EEUU excluyente, anglo
sajón y blanco.
Incongruente
y peligroso fue también su análisis económico. Se refirió a cómo
durante décadas se enriqueció a la industria extranjera a expensas de la
industria estadounidense. Mencionó que bajo el esquema anterior “una
por una, las fábricas se cerraron […] sin siquiera pensar en los
millones y millones de trabajadores estadounidenses que quedaron atrás”.
Con la misma retórica, afirmó que “la riqueza de nuestra clase media ha
sido arrancada de sus hogares y luego redistribuida por todo el mundo”.
Como si la flexibilización forzada del trabajo en los países
emergentes, contrario al proyecto desarrollista, no hubiera sido una
estrategia de saqueo de riqueza del sur hacia el norte y explotación de
trabajo por el capital transnacional.
Mostró,
en muy pocos minutos, cuánto ignora el índice de productividad de su
país, la dinámica económica global y el interés de las empresas
trasnacionales productivas por trasladar de vuelta la producción a su
país. Cabe recordar que fue EEUU la potencia que estuvo detrás de las
aperturas comerciales, del consenso de Washington, de la OMC, y del outsourcing y
las cadenas globales de valor. Esta vez, sin respeto al proyecto
económico contingente y, sobre todo, sin ningún soporte teórico que
permita explicar la reversión de estas políticas, Trump se alzó con el
proteccionismo. No ha calculado la pérdida de rentabilidad, la baja de
la productividad de los factores2
y el alza de precios que esto va a traer a su economía. De ésta forma,
el prometido incremento del gasto público para mejorar escuelas,
carreteras, puertos y aeropuertos, con menos impuestos, generará
inflación a su economía y el encarecimiento de los costos de producción
por ambas razones.
Confirmó
su unilateralismo económico, sobre la sentencia “la protección nos
conducirá a una gran prosperidad y fortaleza”. Planteó que deberán
“proteger las fronteras de los estragos de otros países que fabrican
nuestro productos, robando nuestras empresas y destruyendo nuestros
trabajos.” De esta manera omite que fueron las trasnacionales las que se
trasladaron fuera por los altos costos dentro de EEUU e instalaron el outsourcing para mejorar su productividad.
Después
que esbozó el tipo de gobierno que ejercerá, dibujó un escenario aún
peor. Reconoció que lo importante es si éste lo controla el pueblo, y no
qué partido lo controla. Rememoró, con la referencia “NOSOTROS EL
PUEBLO”, al Artículo 1 de la Constitución de EEUU, inspirado en la
revolución francesa: “NOSOTROS EL PUEBLO para formar una unión más
perfecta, establecer la justicia, asegurar la tranquilidad doméstica,
proveer la defensa común, promover el bienestar general y asegurar las
bendiciones de la libertad, ordenamos y establecemos esta Constitución”.
No obstante atacó, repetidamente, a la clase política gobernante y a
sus instituciones. Se refirió a ella como “un pequeño grupo en la
capital [que...] ha cosechado las recompensas del gobierno mientras que
la gente ha soportado el costo”.
De
esta manera, el problema que aguarda es: ¿cómo “el pueblo” se verá
expresado si no es a través de la clase política o sus instituciones? Lo
que ha hecho Trump es atacar el centro de la política partidaria
norteamericana, del mismo modo que lo hizo Hitler en su llamado a la
nación3
cuando dijo que “los que están en el poder han creado su propia
sentencia […] la clase media está arruinada; las esperanzas sociales de
muchos millones de personas están destruidas”, o cuando Mussolini dijo
que encontró al estado democrático y liberal como débil y agnóstico4,
o Fujimori cuando en el Perú post-golpe de 1992 atacó a los partidos, o
actualmente los ataques de Marine Le Pen en Francia y Nigel Farage en
Gran Bretaña. Es el populismo encarnado en la derecha alterna, más a la
derecha de los conservadores, que critica la esencia partidaria de la
democracia.
Si la
racionalidad del neoliberalismo fue devastadora para la economía mundial
y el crecimiento económico global (que se redujo a 2.1%, la mitad la
tasa de crecimiento en comparación al periodo 60-80), la irracionalidad
patriótica de Trump y el unilateralismo conformarán un escenario en el
que difícilmente habrá ganadores. Trump espera un 4% de crecimiento vía
gasto publico que, combinado con el alza de la tasa de interés, va a
producir un desenganche donde crecerá EEUU y nadie más, salvo Asia. Para
Asia, tendrá una política del mosquito, una amenaza militar a China
para asegurar que su tasa de crecimiento baje a la mitad, hasta un 3%.
En poco tiempo, fruto de los problemas de productividad dentro de EEUU,
no obstante lo que dice Jorgenson5, se verán problemas de costos y el consumo caerá.
Toda
la política económica de Trump será, cuando más, una recuperación
cortoplacista. Mientras tanto, los brazos de política exterior
económica, el FMI y el Banco Mundial, deberán cambiar de discurso y
volverse también proteccionistas. En México sobre todo, pero en general,
se deberá trabajar en otra concepción de la política económica que
redefina su posición frente a EEUU. Las represalias comerciales por las
medidas que va a decretar Trump no tardarán, con lo que nos espera un
2017 de muy poco crecimiento, de un dólar muy fuerte, de precios de
materias primas muy deprimidos y de tasas de inversión caídas en el
mundo. Entierra el muy escaso crecimiento de Europa.
Notas
1 Samuel Huntington, “Who are we?”, 2004, NY, Simon & Schuster Paperbacks
2
Dale W. Jorgenson, Kevin J. Stiroh, “Raising the Speed Limit: U.S.
Economic Growth in the Information Age”, The Brookings Institution,
2000.
3 Discurso Adolf Hitler: 15 julio de 1932
4 Discurso Benito Mussolini: 19 de mayo de 1926
5 Jorgenson, Dale W., Mun S. Ho, and Jon D. Samuels. “The Impact of Information Technology on Postwar U.S. Economic Growth.” Telecommunications Policy November (2015).
Oscar Ugarteche y Armando Negrete
Integrantes del Observatorio Económico Latinoamericano (OBELA)
http://www.obela.org/
Oscar Ugarteche y Armando Negrete
Integrantes del Observatorio Económico Latinoamericano (OBELA)
http://www.obela.org/
http://www.alainet.org/es/articulo/183016
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