Entrevista con el investigador y académico Lorenzo Meyer
El Clarín de Chile
En entrevista con Clarín.cl
Lorenzo Meyer (1942), politólogo mexicano, denuncia la estructura del
régimen de Peña Nieto y el desmantelamiento del nacionalismo: “El origen
de mi libro es una observación irritada, me parece injusto ver cómo
está viviendo México su vida pública, me parece absolutamente
inaceptable la corrupción, la irresponsabilidad de algunas decisiones y
la estupidez del presidente. Son una bola de corruptos, desde el
presidente de la República hasta el presidente municipal y el policía”.
El doctor Meyer reitera: “Desde la cúpula desmantelaron el nacionalismo
mexicano, era parte central de la relativa soberanía de nuestro país. Yo
no pensaba en Trump cuando ordenaba los capítulos del libro, tenía una
tesis: los gobernantes decidieron que nuestra suerte era unirnos a
Estados Unidos y disolvernos económicamente en Estados Unidos”.
Autor de los libros: Su Majestad Británica contra la Revolución mexicana (1991), La segunda muerte de la Revolución mexicana (1992), Liberalismo autoritario (1995), El Estado en busca del ciudadano (2005), De la euforia del cambio a la continuidad (2007), Las raíces del nacionalismo petrolero en México (2009), Nuestra tragedia persistente (2013) y Distopía mexicana (Editorial Debate, 2016), entre otros libros y antologías en coautoría.
El
investigador y catedrático del Colegio de México hace una declaración
de principios: “Mi obligación es prestarle un servicio a la comunidad
mexicana porque me educó, mi educación universitaria la pagó el Estado,
soy profesor e investigador de una institución del Estado, y lo menos
que puedo hacer es cumplir con mi responsabilidad de forma independiente
en las investigaciones, en los ensayos que escribo y en la preparación
de los alumnos”. Desde el ámbito académico se enfrenta al poder, afirma
Lorenzo Meyer: “porque lo considero ilegítimo y dañino, quienes han
ejercido el poder en México no están a la altura de las circunstancias”.
MC.- Doctor, ¿cómo surgió el libro Distopía mexicana?
LM.-
Este libro lo hice en dos etapas, cada semana tengo que redactar un
artículo para la prensa, pero escribo todos los artículos pensando en un
libro, no pienso en la coyuntura de ese día o semana, tomo los temas
actuales, tal vez es muy presuntuoso o muy humilde –no sé cuál de las
dos-, “escribo menos para el presente y más para el futuro”, quiero
dejar un testimonio. Hace años, cuando comencé a colaborar en un
periódico me costó algunos reproches del medio académico, un personaje
que llegaría a ser presidente del Colegio de México me dijo: “veo muy
mal que escribas en el periódico, porque la vida académica es una vida
centrada y concentrada para el mundo universitario, escribir para un
público mayor es degradante”; como no le hago mucho caso a las
autoridades –ni a las de mi institución, por eso nunca me dejaron llegar
a puestos directivos-, seguí colaborando en un periódico, en la radio y
la televisión pública, en mis primeros años tenía el respaldo de Cossío
Villegas que escribía en Excélsior.
MC.- ¿Reescribió los artículos del periódico “Reforma” para Distopía mexicana?
LM.-
En este libro no encontrarán los artículos, me sirven como materia
prima para rehacerlos y comprimirlos, a veces una página de mis libros
lleva algo de 2 o 3 artículos, la mayor parte del material periodístico
está desechado, espero que alguien, algún día, lea mi reflexión sobre la
vida política y cotidiana de nuestro país. En “Distopía mexicana” están
los últimos 5 años: el final del gobierno de Felipe Calderón y la
primera mitad del gobierno de Peña Nieto, voy viendo la evolución -o
involución- y reflexiono, en parte yéndome a la historia del fenómeno
–aportando el contexto histórico-, en parte recurro a la teoría
política, voy tratando de escribir para un público mayor, exactamente lo
contrario que me reprochó el que sería presidente del Colegio de
México. Mario, no crea que fue fácil escribir de manera sencilla, porque
en la vida académica –sobre todo cuando yo empecé- premiaban lo
confuso, entre más confuso y obtuso solían decir: “este doctor debe ser
un genio, porque no le entendí nada, debe ser brillante, alcanza alturas
insospechadas”. Se pueden escribir cosas profundas de manera sencilla,
no hay que dar muchas vueltas ni usar conceptos de los iniciados en
ciencias políticas, se puede decir lo mismo de una manera más simple.
MC.-
¿La Distopía corresponde a la decepción de los sexenios de Calderón y
Peña Nieto, o tiene que ver con el estado de ánimo al perder las
utopías?
LM.- Tiene que ver con una decisión, por lo menos
con la palabra “distopía”, de enfrentarme a un poder que considero
ilegítimo y dañino, quienes han ejercido el poder en México no están a
la altura de las circunstancias -coincido con la observación de Cossío
Villegas publicada en 1947, aunque él fue injusto con Lázaro Cárdenas-,
escribo desde la única opción que me queda, pude inscribirme a un
partido político y tener una participación en la administración pública,
pero considero a los partidos políticos parte fundamental del problema,
por otro lado, creo que en un punto chocan ser académico y militar en
un partido, porque un partido político exige lealtades, tienen objetivos
y uno tendría que ajustarse a esos objetivos, el académico de las
ciencias sociales tiene que ser crítico de la situación en su entorno.
Los académicos que militan en un partido político pierden independencia;
para bien o mal en mis libros está mi juicio, pero es mío, no le estoy
haciendo la corte a nadie, ni le estoy prestando servicio a los
gobernantes, mi obligación es prestarle un servicio a la comunidad
mexicana porque me educó, mi educación universitaria la pagó el Estado,
soy profesor e investigador de una institución del Estado, y lo menos
que puedo hacer es cumplir con mi responsabilidad de forma independiente
en las investigaciones, en los ensayos que escribo y en la preparación
de los alumnos.
MC.- Después de investigar los sexenios de
Felipe Calderón y Peña Nieto, ¿podríamos hablar de un patrón de conducta
gubernamental o comparten pocos puntos similares?
LM.- El
origen de mi libro es una observación irritada, me parece injusto ver
cómo está viviendo México su vida pública, me parece absolutamente
inaceptable la corrupción, la irresponsabilidad de algunas decisiones y
la estupidez del presidente -es lo menos importante porque la naturaleza
nos da las neuronas, si el presidente y los secretarios de Estado
tienen un número limitado de neuronas no sería tan grave, si fueran
honestos, si tuvieran un compromiso social, la inteligencia no sería tan
importante-, pero son una bola de corruptos, desde el presidente de la
República hasta el presidente municipal y el policía, ¿todos los
presidentes han sido corruptos?, yo salvaría a Lázaro Cárdenas, algunos
secretarios de Estado se han comprometido con un proyecto nacionalista,
también hay muchos servidores públicos honrados.
MC.- Pienso en un par de embajadores admirables: Gonzalo Martínez Corbalá y Gilberto Bosques…
LM.- De acuerdo, el problema está en la cúpula.
MC.-
El libro comienza con el capítulo dedicado a la relación México-Estados
Unidos, ¿es un orden aleatorio o era una propuesta profética ante el
triunfo de Trump?
LM.- No es aleatorio, pero tampoco lo pensé
así, no me sorprende el triunfo de Trump. Mi primera investigación fue
sobre el petróleo y la expresión positiva del nacionalismo mexicano; el
nacionalismo mexicano es defensivo, no es el nacionalismo alemán de la
década de 1930, tampoco es el ofensivo nacionalismo norteamericano.
Desde la cúpula desmantelaron el nacionalismo mexicano, era parte
central de la relativa soberanía de nuestro país. Yo no pensaba en Trump
cuando ordenaba los capítulos del libro, tenía una tesis: los
gobernantes decidieron que nuestra suerte era unirnos a Estados Unidos y
disolvernos económicamente en Estados Unidos; el embajador francés
Alain Rouquié publicó el libro: México, un país de la América del norte
(2014), su tesis era muy sencilla: “México decidió cortar con su
historia como país latinoamericano y apostó por su geografía”. La
geografía no es destino, si fuera destino Cuba sería una islita en medio
de la nada, pero lograron su independencia y tuvo un costo enorme
impuesto por el embargo de Estados Unidos. Según Rouquié: “México apostó
por lo que era natural”, no era natural, porque desde Estados Unidos
nos dicen: “fíjense en el espejo, ustedes son morenos, no saben inglés,
no pertenecen al norte, nos desagradan y vamos a construir una muralla
en la frontera”. ¿Quién demonios pensó que realmente nos dejarían ser
parte de Norteamérica?, el gobierno de México desmanteló lo poquito que
construyó la revolución: el nacionalismo defensivo y la autonomía
relativa.
MC.- Entre los problemas domésticos, ¿cuál le preocupa más?, ¿la violencia del narco o la corrupción?
LM.-
La corrupción, porque la violencia es resultado de la corrupción. La
corrupción propicia la violencia, la corrupción es una manera de decirle
a las instituciones que son débiles, que no tenemos una estructura a la
altura del siglo XXI, por eso me preocupa la corrupción, porque nos
detiene en la construcción del Estado de derecho, donde la ley se
cumpla, la ley en México puede ser injusta, además de ser injusta la ley
no se cumple. Domésticamente me preocupa la corrupción porque afecta la
estructura extremadamente injusta y desigual de México.
MC.- ¿Cuál sería su reflexión sobre los efectos de la violencia del narco en México?
LM.-
Por un lado tienes al SAT (Servicio de Administración Tributaria)
intentando recaudar los impuestos y del otro lado está la eficacia del
narco que cobra derecho de piso a los pequeños comercios y a las
escuelas, el crimen organizado te hace su víctima para extorsionar, o te
conviertes en el enemigo para exterminar, o mueres como daño colateral
de una balacera.
MC.- El libro termina con el capítulo: “Los
medios”, analiza la libertad de expresión, el despido de Carmen
Aristegui y el legado de Julio Scherer. ¿Cómo podrán debatir los
académicos, los periodistas y los lectores ante la censura del gobierno?
LM.-
Una sociedad sana requiere que los medios sean libres, autónomos y
plurales. Incluí el caso de Carmen Aristegui porque la conocí, colaboré
en su programa durante años, muchas veces le dije: “Bueno Carmen, ¿hasta
cuándo te van a dejar frente a los micrófonos?”, ella se reía de mi
broma, pero en W Radio le ofrecieron permanecer en el programa con la
condición de que la XEW (filial radiofónica de Televisa) pondría el
contenido editorial, Carmen se fue y le costó mucho trabajo conseguir
trabajo hasta que MVS Radio la contrató, porque ellos querían tener a
una periodista de peso para negociar con el gobierno, Carmen y MVS
firmaron un código de ética donde ella era libre, pero un día Felipe
Calderón se ofendió con la pregunta sobre sus problemas de alcoholismo,
la despidieron momentáneamente, MVS reinstaló a Carmen porque las
negociaciones con Calderón no funcionaron y luego llegó la gran
investigación de la “Casa Blanca” de Peña Nieto y Angélica Rivera, el
resto es historia. Carmen presentó una demanda ante la Suprema Corte de
Justicia para que se pronuncien si tiene sentido que los medios privados
al usar un bien público deben respetar la libertad de expresión, la
Corte hizo como que la virgen le habla, fallaron las instituciones, sus
instituciones están podridas, la parte sana de México se estrella contra
las instituciones podridas, el caso Carmen es emblemático y lo conocí
de primera mano.
MC.- Finalmente, ¿qué opciones tiene la ciudadanía si la podredumbre del gobierno es irreversible?
LM.-
¿Qué hacemos contra las instituciones?, no estamos en un caso extremo,
no vivimos en el régimen nazi, tampoco en la dictadura de Stalin. ¿Qué
hacemos?, en nuestro pequeño espacio y mientras se pueda: cumplir con mi
responsabilidad individual. Pero, qué hace alguien que no tiene una
historia de ciudadanía, en un sistema que compra el voto y que usa la
pobreza para ganar las elecciones que son espurias, pero son formalmente
son legales, los acarreados y militantes van a votar y se benefician
con alguna cosa material y el sistema se perpetúa, ¿qué hacemos?, hay
una parte de la sociedad que reacciona ante la compra del voto porque
puede, pero no podemos culpar enteramente a la otra parte porque son
pobres y no se les dio la educación necesaria para entender cómo están
metidos en el círculo infernal, donde ellos perpetuarán su pobreza
mientras sigan votando de esa manera clientelar, el PRI tiene las
estructuras clientelares para mover a sus bases y comprar las
elecciones. ¿Qué hacer?, individualmente tenemos que reaccionar en
contra del sistema, lo que no es garantía de que colectivamente podamos
echar al PRI, se hizo un esfuerzo en la elección del año 2000, pero el
personaje y el equipo que llegaron a dirigir al país no estuvieron a la
altura, ni en broma, y se dejaron tragar por esas estructuras y se
convirtieron en lo mismo que antes habían criticado. Espero sin mucha
ilusión la elección del 2018, en fin, tenemos que ver entre la oferta
que viene para 2018 quién da la posibilidad real de enfrentarse a una
estructura y sus intereses creados.
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