Por
Germaine Gómez Haro
Tras el triunfo de la Revolución cubana en 1959, uno de los principales objetivos fue atender y solucionar la grave situación que presentaba la educación en el país, para lo cual era imprescindible atacar el analfabetismo y ofrecer amplias oportunidades de estudio a todos los cubanos sin discriminación alguna. Así pues, en 1960 se pone en marcha la Campaña Nacional de Alfabetización cuyos logros potenciales saltaron a la vista en un lapso relativamente corto. En 1959 el analfabetismo abarcaba un 23.6% de la población, y en sólo dos años esta cifra se había reducido a un 3.9%. Un dato interesante es que se hizo el diseño especial de una bandera que señalaba que en determinado pueblo el analfabetismo había sido superado. Las Casas de Cultura también jugaron un papel muy importante en la democratización de los valores culturales y como centro de intercambio y confrontación de ideas, así como el Movimiento de Artistas Aficionados que surgió con ellas. Paralelamente se creó la figura de los Instructores de Arte, cuya misión fue también detectar talentos potenciales para la creación artística. Los primeros cursos para llevar a cabo esta labor titánica en 1960 tuvieron como sede el hotel Habana Libre y a partir de 1961 el Teatro Nacional. Más adelante se trasladaron a los hoteles Copacabana (para las especialidades de Danza y Música) y Comodoro (para el Teatro y las Artes Plásticas).
En 1961 se desarrolla la
importante reunión de artistas, escritores y otras personalidades de la
cultura cubana en la Biblioteca José Martí, ante la presencia del líder
de la Revolución, Fidel Castro, quien en la clausura de esta reunión
pronunció sus conocidas y decisivas “Palabras a los intelectuales”. En
este discurso expuso las bases conceptuales sobre las que se trazaría la
estrategia para el desarrollo del arte y de la cultura, el papel de las
instituciones, en particular del Consejo Nacional de Cultura (CNC).
Dentro de los proyectos anunciados en esta reunión, Fidel da a conocer
la próxima creación de una Academia Nacional de Arte que se ubicaría en
los terrenos del que fuera el exclusivo Country Club de La Habana, y a
la cual tendrían acceso los jóvenes que conformarían las nuevas
generaciones de artistas cubanos formados por la Revolución.
Se contempló entonces el desarrollo del complejo
proyecto arquitectónico encabezado por tres jóvenes arquitectos –el
cubano Ricardo Porro y los italianos Vittorio Garatti y Roberto
Gottardi–, que dieron comienzo a la construcción en 1960 con el
propósito de ser inaugurado en 1962, coincidiendo con el inicio del
masivo Plan de Becas que incluía el fomento y desarrollo de la enseñanza
artística. Fue imperante definir un proyecto pedagógico a gran escala
para la formación de jóvenes artistas en los principales perfiles que
tenían ya una tradición y reconocimiento en la cultura cubana: la
música, el ballet, las artes plásticas y el teatro, y a los que se
incorporó posteriormente la danza moderna. Se necesitaba formar los
especialistas que se ocuparían de difundir el arte y la cultura, cual
alfabetizadores, en todo el territorio nacional.
La Escuela Nacional de Arte
En 1962 abre sus puertas la
Escuela Nacional de Arte (ena) en el predio intervenido del Country
Club, cuya proyecto arquitectónico resultó una obra de arte emblemática
de la Revolución, y la construcción innovadora más importante que se ha
hecho en Cuba desde 1959. Tres principios sostuvieron este proyecto:
respetar el paisaje verde existente, construir con ladrillo y tejas de
barro y emplear la bóveda catalana para crear una fuerte potencia
visual. El crítico italiano Roberto Segre lo definió como “el conjunto
arquitectónico más polémico y debatido a escala nacional e internacional
del período”. La Facultad de Artes Plásticas fue diseñada por Ricardo
Porro y es un alucinante capricho de formas voluptuosas que –según
dicen– sugieren las partes íntimas del cuerpo femenino en comunión con
la exuberante vegetación tropical de los jardines del otrora campo de
golf. En una entrevista en 2011, Porro evocó: “Cuando se me encomienda
esta tarea, pensé que hasta el momento no existía una buena expresión de
revolución en la arquitectura. Quise expresar revolución en esa
escuela. Lo que sentí en aquel momento fue una explosión emocionante.”
Lamentablemente las construcciones no pudieron ser terminadas en su
totalidad y en la actualidad se ven afectadas por la falta de
conservación, pero el conjunto en sí es un ejemplo excelso de la
arquitectura orgánica.
Hortensia Peramo Cabrera, destacada investigadora y profesora de esa institución, lo recuerda así: “La ena era una criatura de la Revolución y de la cultura cubanas, con la que los integrantes de nuestra intelectualidad de vanguardia se sentían comprometidos. En definitiva, todos ellos, en alguna medida y de algún modo, habían luchado o soñado con un proyecto docente como el concebido para la ena.” Este novedoso proyecto artístico pedagógico hizo realidad los “viejos sueños insatisfechos” de las vanguardias artísticas y constituyó un parteaguas en la formación de los artistas cubanos cuyo resultado saltó a la vista desde la primera generación de egresados en 1967. De las primeras generaciones de artistas formados en la ena destacan las figuras más representativas de la plástica cubana que se dio a conocer en la década de los setenta como Ever Fonseca, Nelson Domínguez, Flora Chong, Pedro Pablo Oliva, Eduardo Roca Salazar Choco, Roberto Fabelo, Tomás Sánchez, entre muchos otros. Desde entonces y hasta la fecha, una pléyade de artistas reconocidos han egresado de esta respetada institución.
En el plano de la enseñanza se pretendía lograr algo “nuevo”, acorde con las circunstancias y el programa educacional que ofrecía la Revolución, pues esto era decisivo para la formación de las nuevas generaciones. Algunos de los artistas más connotados de la época prerrevolucionaria fueron llamados a participar en el diseño de los planes de estudios y a impartir determinadas cátedras. Consecuentemente, la primera etapa tuvo un carácter experimental que se fue definiendo poco a poco. También se determinó que los egresados ejercieran como profesores de su especialidad, una inigualable experiencia para los jóvenes estudiantes. Además de las especialidades de pintura y escultura, muy pronto se incorpora el grabado, que adquiere una tremenda fuerza al punto de convertirse poco a poco en un vigoroso movimiento reconocido y celebrado a nivel mundial. En este sentido, la ena constituyó un verdadero cultivo de jóvenes grabadores, lo que se puede considerar un importante aporte de esta institución al movimiento plástico cubano. Desde su fundación, en la ena se practicaron con entera naturalidad y libertad, las más diversas corrientes o tendencias: abstractos, concretos, realistas, surrealistas, expresionistas, ópticos, cinéticos, organizadores de performances y seguidores del pop. Desde el punto de vista temático, había una tendencia a presentar asuntos relacionados con los acontecimientos que vivía el país, así como los tópicos relacionados con la épica pasada y del momento, tratados principalmente dentro de la nueva figuración en la que destacó el retrato de nuevo tipo, la recuperación del paisaje y la búsqueda de identidad.
Una característica que siempre definió y diferenció a la ena con respecto a otras escuelas, fue
su convicción pedagógica de que el alumno tenía ante todo que dominar
el oficio. Por su conservadurismo y ortodoxia recibió en no pocas
ocasiones severas críticas, pero al paso de los años se comprueba la
relevancia del rigor en la formación técnica y conceptual de los
artistas.
El Instituto Superior de Arte/Universidad de las Artes
En 1976 se puso en marcha el Instituto Superior
de Arte (isa), concebido como una nueva opción que estableció la
estructura de especializaciones de la Educación Superior como resultado
del nivel alcanzado por la enseñanza de las artes en el país. En la
actualidad, el isa –o Universidad de las Artes– cuenta con las tres
facultades iniciales– Artes Plásticas, Artes Escénicas y Música, a las
que posteriormente se incorporaron Arte Danzario y Arte de los Medios de
Comunicación Audiovisual. Su labor abarca las enseñanzas de pregrado y
postgrado, así como también se imparten cursos cortos y de extensión,
incluyendo la preparación de profesores cubanos y extranjeros que optan
por el grado de Doctor en Ciencias sobre Arte.
Hoy en día que el arte cubano ha alcanzado un nivel de
excelencia en las primeras filas del arte internacional. Vale la pena
destacar la ardua labor que se ha llevado a cabo en la Isla en cuanto a
la preparación académica de sus artistas, cosa que no sucede en todos los países, inclusive del llamado Primer Mundo.
El sistema de enseñanza artística en Cuba es elogiado en todas las
latitudes, como bien señala el artista y crítico uruguayo Luis
Camnitzer: “ […] Hay un énfasis en su pensamiento lógico, la articulación
de ideas, la evaluación objetiva, el desarrollo de un sistema de
conceptos estéticos y criterios para guiar la búsqueda y adopción de un
lenguaje personal y para estimular la imaginación y el talento creativo
usando un máximo de significados expresivos.” No es casualidad ni
producto de la herencia genética que los artistas cubanos hoy en día
destaquen en las colecciones privadas y públicas de más alto renombre, y
sean objeto de deseo en las galerías y ferias de arte
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