Emir Sader
La Jornada
Antes eran encuentros normales
entre presidentes elegidos y relegidos democráticamente por sus pueblos
para profundizar la democracia en Argentina y en Brasil. Reuniones que
han hecho regularmente para coordinar acciones comunes y consolidar la
solidaridad entre sus pueblos, a lo largo de más de una década, desde
que Lula fue a la toma de posesión de Néstor, en 2004.
Desde aquel momento las relaciones entre los dos países se han vuelto
las más cordiales en toda su historia. Se terminaron las rencillas, las
pequeñas y grandes disputas con que el imperio pretendía alejarnos y
contraponernos.
No había abrazos más calurosos y fraternales que los que se
acostumbraron a dar Lula, Néstor, Dilma y Cristina. Porque se abrazaban
dos pueblos, dos países hermanos, dos historias similares de lucha por
la democracia, por la justicia, por la soberanía.
Hoy Dilma es una mandataria sacada de la presidencia de Brasil por un
golpe parlamentario-mediático-judicial, cerrando el más largo periodo
de vida democrática en un país tan marcado por dictaduras, incluso la
anterior, que duró más de dos décadas. Con toda la dignidad de su vida
de luchas, Dilma recorre el país y viaja al exterior para seguir, desde
otra trinchera, la misma lucha que marca su vida desde su temprana
juventud. Confirmando lo que ella siempre expresó: cambia el lugar desde
donde pelear, pero no cambia nunca el lado desde donde se pelea.
Cristina es víctima de una feroz persecución política, que intenta
descalificar su imagen, en la imposibilidad de descalificar su gobierno,
que ha rescatado a Argentina de la peor crisis de su historia, ha
retomado el crecimiento económico, esta vez con distribución de renta,
ha rescatado la soberanía externa y la autoestima de los argentinos. Eso
no le perdonan. Además de que ha sido una mujer quien ha liderado ese
proceso, que ha logrado relegirse con una extraordinaria votación,
superando las ofensivas golpistas de la derecha argentina.
Lula es igualmente víctima de una brutal persecución, que no
logra probar nada en contra de él; al contrario, las dos decenas de
testigos que han sido enviados para acusarlo, todos ellos han absuelto
al primer presidente obrero de Brasil. El fantasma de Lula asusta a toda
la élite golpista brasileña, que intenta sacarlo de la disputa
electoral, porque él es el único político brasileño con prestigio
popular, cuyo apoyo sólo aumenta, conforme los derechos conquistados en
su gobierno van siendo sacados por el gobierno golpista de Michel Temer.
Cristina, Dilma y Lula se abrazan de nuevo, como las referencias
fundamentales de sus pueblos, porque no son solamente personas, son la
personificación de procesos políticos que han garantizado y extendido
los derechos de la gran mayoría de argentinos y de brasileños.
Representan a millones y millones de esperanzas de que nuestros países
recuperen su dignidad, su capacidad de hacer justicia, de oír y de
atender a toda la población.
Son dos mujeres y un hombre, a los que se hubiera juntado Néstor en
caso de que estuviera todavía entre nosotros. Líderes latinoamericanos,
líderes populares reconocidos por nuestros pueblos y por ello
perseguidos. Los amamos, los protegeremos, los llevaremos de vuelta a la
dirección de nuestros países, tan necesitados de abrazos, de justicia,
de liderazgos con reconocimiento popular y prestigio internacional.
Bienvenida, Cristina, te saludamos una vez más, como la figura de la
mujer argentina, como representante de las fuerzas populares de más
larga tradición en Argentina. Te abrazamos, como abrazamos a Néstor,
como abrazamos a todos los argentinos.
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