Maduro ha perdido el control del país. No sólo tenemos un aeropuerto
internacional, por el cual salen cargamentos de drogas hacia naciones
caribeñas, Europa o con rumbo a Estados Unidos, país en el cual,
sobrinos de la pareja presidencial son encontrados culpables de
narcotráfico. No sólo es la delincuencia que se adueñó de las ciudades,
pueblos, calles y avenidas de Venezuela. No sólo son los pranes quienes
desde las cárceles trafican hasta con los restos de los seres humanos
con el más salvaje canibalismo. No sólo son las denuncias por las
masacres cometidas por efectivos militares del ejército o la guardia
nacional acaecidas en Tumeremo, Cariaco o Barlovento, cuyos asesinatos
colocan al gobierno, más allá de su retórica, en una franca violación de
los Derechos Humanos. Ahora el gobierno tiene que enfrentarse contra la
quiebra económica de Venezuela en todas sus dimensiones.
Que se haya llegado a un punto en el cual no se puedan realizar transferencias electrónicas de dinero. Que los cajeros automáticos “no funcionen”, es decir, no tengan billetes. Que el gobierno haya emanado ilegalmente una “normativa” que limite el retiro de efectivo por libretas de ahorro o cheques hasta por 10 mil bolívares, son evidencias que estamos ante una crisis financiera, que ha explotado en el medio de una vorágine devaluacionista que ha multiplicado la inflación sobre las cuatro cifras anuales.
Y ante tal realidad, ¿por qué ha sido tan torpe el gobierno y el Banco Central de Venezuela (BCV) con la política monetaria y cambiaria del país? ¿Cómo después de 2007, cuando se implementó la denominada reconversión del bolívar, y pese a tener niveles desastrosos de inflación desde que Maduro asumió la presidencia, el billete de más alta denominación siga siendo de Bs. 100, con el cual nada se puede comprar?
Lo insólito es que mientras la mayoría de los venezolanos, apenas sobrevivimos con menos de un dólar diario, el gobierno quien restringió las importaciones para pagar la deuda a los multimillonarios de Wall Street, en desmedro de las importaciones de alimentos y medicinas para el pueblo, ahora ese mismo gobierno pretende detener la devaluación del bolívar, al aplicar un “corralito” financiero disfrazado. ¿Quién puede creer que exista una “falla tecnológica” de dimensiones colosales, cuando es el propio gobierno quien controla los sistemas electrónicos del país? ¿Cómo es posible que durante más de 72 horas, diversas empresas ni siquiera han podido pagar las nóminas de sus empleados, debido a que las “plataformas” bancarias, en especial, las asociadas con la banca pública, no permiten efectuar ninguna transacción financiera?
El gobierno está desesperado. No tiene margen de maniobra para enfrentar la crisis económica, porque no tiene dólares para influir sobre la compra y venta de divisas, y las que maneja, sólo están a la disposición de las mafias para comprarlas a tasas marginales, y después revenderlas en el mercado paralelo. O sea, ellos pagan y se dan el vuelto, mientras el pueblo se encuentra desesperado porque comprende que hemos entrado en un capítulo muy peligroso de desquiciamiento económico, al punto que los precios son revisados, es decir, aumentados diariamente, conforme se cotiza la moneda americana, concretamente a través del portal Dólar Today.
Ninguna mesa de diálogo, y menos las palabras de los ramplones de la burocracia pueden evitar la desgracia financiera. La interrogante ante la quiebra del país sería: ¿Hasta dónde llega la tolerancia política, económica y social del pueblo? Es impredecible; pero lo que si podemos asegurar es que mientras llega ese momento, el madurismo agoniza. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
Que se haya llegado a un punto en el cual no se puedan realizar transferencias electrónicas de dinero. Que los cajeros automáticos “no funcionen”, es decir, no tengan billetes. Que el gobierno haya emanado ilegalmente una “normativa” que limite el retiro de efectivo por libretas de ahorro o cheques hasta por 10 mil bolívares, son evidencias que estamos ante una crisis financiera, que ha explotado en el medio de una vorágine devaluacionista que ha multiplicado la inflación sobre las cuatro cifras anuales.
Y ante tal realidad, ¿por qué ha sido tan torpe el gobierno y el Banco Central de Venezuela (BCV) con la política monetaria y cambiaria del país? ¿Cómo después de 2007, cuando se implementó la denominada reconversión del bolívar, y pese a tener niveles desastrosos de inflación desde que Maduro asumió la presidencia, el billete de más alta denominación siga siendo de Bs. 100, con el cual nada se puede comprar?
Lo insólito es que mientras la mayoría de los venezolanos, apenas sobrevivimos con menos de un dólar diario, el gobierno quien restringió las importaciones para pagar la deuda a los multimillonarios de Wall Street, en desmedro de las importaciones de alimentos y medicinas para el pueblo, ahora ese mismo gobierno pretende detener la devaluación del bolívar, al aplicar un “corralito” financiero disfrazado. ¿Quién puede creer que exista una “falla tecnológica” de dimensiones colosales, cuando es el propio gobierno quien controla los sistemas electrónicos del país? ¿Cómo es posible que durante más de 72 horas, diversas empresas ni siquiera han podido pagar las nóminas de sus empleados, debido a que las “plataformas” bancarias, en especial, las asociadas con la banca pública, no permiten efectuar ninguna transacción financiera?
El gobierno está desesperado. No tiene margen de maniobra para enfrentar la crisis económica, porque no tiene dólares para influir sobre la compra y venta de divisas, y las que maneja, sólo están a la disposición de las mafias para comprarlas a tasas marginales, y después revenderlas en el mercado paralelo. O sea, ellos pagan y se dan el vuelto, mientras el pueblo se encuentra desesperado porque comprende que hemos entrado en un capítulo muy peligroso de desquiciamiento económico, al punto que los precios son revisados, es decir, aumentados diariamente, conforme se cotiza la moneda americana, concretamente a través del portal Dólar Today.
Ninguna mesa de diálogo, y menos las palabras de los ramplones de la burocracia pueden evitar la desgracia financiera. La interrogante ante la quiebra del país sería: ¿Hasta dónde llega la tolerancia política, económica y social del pueblo? Es impredecible; pero lo que si podemos asegurar es que mientras llega ese momento, el madurismo agoniza. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
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