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martes, 7 de febrero de 2012

Palestina: perspectiva de unidad




Representantes de las dos principales facciones políticas palestinas, Fatah y Hamas, pactaron ayer en Doha, Qatar, la conformación de un gobierno de unidad nacional encabezado por Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que deberá organizar elecciones legislativas y presidenciales en la primera mitad de este año. El acuerdo fue reconocido por el jefe del gobierno en Gaza, Ismail Haniye.

Para situar en perspectiva el convenio referido, patrocinado por el emir de Qatar, Hamad ben Jalifa al Thani, es pertinente recordar que la incipiente institucionalidad palestina experimentó una división tras las elecciones legislativas de 2006, ganadas por la organización Cambio y Reforma, vinculada a Hamas. Tras la negativa de Fatah a entregar la presidencia de la ANP a los triunfadores, éstos expulsaron al grupo rival de la franja de Gaza, que gobiernan desde entonces, mientras Fatah controla las porciones de Cisjordania que no se encuentran bajo control militar israelí.

La actitud de las potencias occidentales ha desempeñado un papel de primera importancia en el conflicto, toda vez que se negaron a admitir el triunfo electoral de Hamas, a pesar de que éste fue la culminación de un proceso democrático impecable y ejemplar, según los observadores extranjeros, con el argumento de que los ganadores de la contienda son terroristas. El régimen de Tel Aviv también rechazó cualquier trato con las nuevas autoridades palestinas y procedió a un criminal embargo de todos los recursos destinados a Gaza. Todo ello ahondó la división interna palestina y ha hecho imposible, hasta ahora, la existencia de una dirigencia unificada para ese martirizado pueblo.

En reacción al acuerdo alcanzado ayer en Doha, el premier israelí, Benjamin Netanyahu, exigió a Mahmoud Abbas que elija entre la paz con Hamas y la paz con Israel, en lo que constituye un grotesco chantaje bélico para pasar por encima del derecho de los palestinos a la autodeterminación, a la unidad nacional y a la conformación de autoridades con legitimidad y capacidad de convocatoria.

Al descuartizamiento del territorio palestino por Tel Aviv ha correspondido un empeño de Occidente por fomentar y alimentar las divisiones en la población de ese territorio con el propósito manifiesto de debilitarla hasta el punto de hacerle imposible la constitución de un Estado propio.

No es nada nuevo. En décadas pasadas las autoridades israelíes buscaron destruir el liderazgo laico de Fatah dentro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP, precursora de la ANP) por todos los medios posibles, incluidos los pactos tácitos con grupos fundamentalistas como Hamas, lo que permitió a éste incrementar su influencia en Gaza y partes de Cisjordania.

Resulta imperativo, en el momento actual, que Estados Unidos y Europa abandonen la hipocresía que ha caracterizado su actitud hacia el conflicto israelí-palestino, que respalden los esfuerzos de unidad que realizan las dirigencias de Hamas y Fatah, y que impulsen la aplicación de la legalidad internacional, lo que en Medio Oriente significa, entre otras cosas, restituir a los palestinos los territorios que le fueron arrebatados por Tel Aviv en 1967, presionar a Israel a que cumpla con el derecho al retorno de los palesitnos expulsados desde 1948 –o que pague las indemnizaciones y compensaciones correspondientes– y ayudar, de manera honesta y sin dobles discursos, en la instauración del Estado palestino.

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