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jueves, 17 de noviembre de 2011

Irán: ¿Guerra en el Golfo?


John Saxe-Fernández

Por el peso del petróleo en la mezcla energética que impacta la ecuación mundial de poder, el Medio Oriente es un polvorín o, mejor, un teatro de guerra general: ahí la conflictividad militar, político-económica y étnico-religiosa, se combina con factores geoestratégicos, climáticos y monetario/financieros, con alto riesgo para la paz mundial. A lo largo del siglo XX, el golfo Pérsico se consolidó como sede de las principales reservas mundiales de gas y petróleo convencional (alta calidad, bajo costo, fácil acceso). En los tiempos del techo petrolero son muy codiciadas por Exxon/Mobil, British Petroleum, Shell, Chevron/Texaco, Total/Elf, por los elevados rendimientos que se generan. Ahí se localizan campos petroleros gigantes y súper-gigantes con una vasta, compleja e interdependiente infraestructura.

Por iniciativa venezolana y saudita, los principales países exportadores de crudo fundaron la OPEP en Bagdad (1960), como respuesta al manejo arbitrario de los precios por las compañías distribuidoras. Al interferir en el gran negocio derivado de la integración vertical de las actividades, del pozo a la transformación y distribución/comercialización, la consolidación de la OPEP acentuó la hostilidad de las grandes petroleras y sus gobiernos. El abatimiento de la producción (techo petrolero) entre productores no-OPEP acentuó el afán por ese crudo y la diplomacia de fuerza contra integrantes del cártel. La genocida petro-guerra desatada por Estados Unidos en Irak, con bajas civiles estimadas en 1.5 millones y el brutal ataque a Libia, donde hay gran dotación de crudo súper-ligero, indican que la embestida militar anti-OPEP está en curso.

Máxime que ahora la atención se centra en los vastos recursos de Irán, cuarto productor mundial de petróleo que, como Arabia Saudita, es pieza clave del cártel. La guerra psicológica y política en su contra creó un ambiente denso. Ya Benjamín Netanyahu sugirió en público ataques preventivos para frenar un supuesto programa nuclear-militar iraní.¿Con armamento atómico, ya que Israel cuenta con unas 80 bombas y cohetes Jericó con suficiente alcance? o ¿es la intención provocar una respuesta iraní, para inducir la intervención de Estados Unidos? Los efectos de una guerra contra Irán, en medio de más de 60 por ciento del petróleo mundial, difícilmente se confinarán al ámbito regional. Se eliminarían reticencias de Teherán a cerrar el estrecho de Ormuz.

Por ahí transita de 35 a 40 por ciento del petróleo mundial, el suyo incluido. No fluirían unos 16-17 millones de barriles diarios de petróleo, cuando se acerca el invierno boreal. Otras líneas de comunicación en la región también son vulnerables. Por ejemplo, entre Kuwait y Bagdad se afectaría más de un millón de barriles. Aún más: una guerra pone en riesgo mayor a la OPEP, que controla el grifo petrolero y la estabilidad en el funcionamiento de los principales campos, que se extienden en espacios de miles de kilómetros cuadrados. Cada uno de los complejos, vigilados por los productores, incluye pozos, estaciones de separación del gas y petróleo, plantas estabilizadoras, plantas de inyección de gas y agua, oleoductos, gasoductos, estaciones de bombeo, tanques, refinerías, plantas de generación, muelles y otra infraestructura portuaria, etc. La interdependencia es clave desde su perspectiva: cualquier unidad puede afectar la operación total. Son cientos de pozos conectados por miles de kilómetros de oleoductos en perímetros que comprenden áreas de mil a 15 mil kilómetros cuadrados o más. En un escenario en-curso como el actual, que pone en grave riesgo los intereses vitales de los productores, su respuesta, como en el embargo de 1973, tendría repercusión inmediata y fulminante, en cualquier época del año, sobre la economía mundial. Eso es mucho más efectivo que el arma nuclear por sus efectos atmosféricos y radiológicos globales. La amenaza de guerra de Netanyahu se basa en el despliegue militar de Estados Unidos, que ya es incosteable.

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