Carolina Escobar Sarti
Lo único que no cambia es el cambio, y de cuando en vez, tenemos la dicha de asistir a verdaderas revoluciones contra la opresión, la enajenación, la expropiación, la tiranía o el totalitarismo. El mundo jamás se habría movido en ningún sentido si en él no hubiera privado lo que algunos llaman hoy “la estética de la rebeldía”. En el sur de América, un ícono popular ha puesto a temblar a su país provocando manifestaciones que no se veían hace décadas. El movimiento crecido alrededor de la figura de Camila Vallejo,
la joven chilena de apenas 23 años, presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech), demanda cambios en el sistema educativo de aquel país, específicamente en la educación superior. De concretarse, esto podría hacer bajar del púlpito a los usureros de la educación que han favorecido un modelo sofisticado de esclavitud moderna que promueve el endeudamiento de las y los estudiantes para pagar sus estudios universitarios, sin que estos signifiquen para ellos movilidad social en contextos de inequidad y desempleo.
Lo de Camila es mucho más que retórica, y representa cambios sociales profundos que amenazan al sistema hegemónico de los adultos que han obstaculizado el desarrollo intelectual y económico de la juventud. Camila señala que, desde la dictadura de Pinochet, “el Estado trasladó al mercado la responsabilidad de educar”, y más allá de la utopía de la educación gratuita, propone: “…creemos que es posible, a través de(…) la recaudación de impuestos, especialmente a las grandes empresas, sobre todo a las mineras, que un 70% son privadas y que obtienen grandes ganancias (…). Un solo dato: con las utilidades declaradas de una sola empresa minera, La Escondida, se podría financiar toda la educación del país: matrículas, profesores, investigación, etc…”.
Por otro lado, y a pesar de la poca cobertura mediática, en el corazón financiero de Norteamérica despertaron los indignados. En la calle donde hace cuatro siglos hubo un muro de madera y lodo, hoy llamada Wall Street, surgió un movimiento que dialoga bien con el chileno. Paul Krugman, profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía 2008, dijo al respecto: “Tenemos una sociedad en la que el dinero se concentra de manera creciente en las manos de pocas personas y (…) esa concentración (…) amenaza con convertirnos en una democracia solo de nombre. La oficina del presupuesto esbozó parte de esa cruda realidad en un reporte reciente, que documentaba una aguda declinación en la porción del total de ingresos que va a los estadounidenses de ingresos bajos y medianos. Todavía nos gusta pensar que somos un país de clase media, pero ahora que el 80% de los hogares de nivel inferior recibe menos de la mitad del ingreso total, tal percepción contradice cada vez más la realidad, (…) Las mejoras salariales para la mayoría de los trabajadores con educación universitaria han sido poco impresionantes —e inexistentes desde el 2000—, mientras que ni siquiera los mejor preparados pueden ya contar con conseguir empleos con buenos beneficios.”
Dos puntas de un lazo continental se trenzan, ambas queriendo desatar pacíficamente el mismo nudo. ¿Denominamos a esto cansancio o revolución?
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