En una escena de este film, tres soldados romanos, al pie de la cruz del agonizante nazareno, se juegan a los dados la herencia del manto púrpura que Herodes, en señal de burla por aquello de “rey de los judíos”, según la trama, había colocado en hombros de Jesús cuando fue llevado ante él por los romanos para que decidiera su suerte.
El espíritu de la acción buitrera de la soldadesca romana en aquella escena es tan actual que por ello algunas acciones de potencias “democráticas” de hoy me vuelven a recordar la cinta.
Libia ha sido despedazada y su despojo repartido entre las tres potencias insignes en su desmembramiento: Estados Unidos, Inglaterra y Francia, dejando las migas para los buitres más pequeños como el mal llamado Consejo Nacional de Transición que aglutina a la caterva de traidores y asesinos de sus propios hermanos y otros países, que si bien no participaron directamente en el asesinato del pueblo libio, si prestaron armas, dineros y logística. Aún aquellos que vergonzantemente apoyaron dentro del Consejo de Seguridad el “bloqueo aéreo” a la aviación libia, eufemismo tras el cual se enmascaró no solo el desarme de la aviación libia sino el ataque colosal y mortífero posterior que, quienes sabemos de que son capaces los imperialistas luego de estudiar y sufrir en carne propia sus “incursiones humanitarias”, sabíamos que lo sufrirían los libios.
Las risas grotescas de los soldados romanos al pie de la cruz jugándose la posesión del manto, son comparables a las risas sardónicas de los imperialistas que ahora en comitiva llegan a Trípoli a saludar a los jerarcas del CNT con quienes firman las transferencias de las riquezas libias a las arcas imperiales; los jugosos contratos de la “reconstrucción” y, por supuesto, las cláusulas que permitirán ubicar sus bases militares en el otrora suelo patrio por el cual el “león del desierto” peleó denodadamente hasta su captura por parte de las huestes italianas.
A pesar de toda la propaganda triunfalista, el pueblo libio sigue peleando por su independencia y no cejará hasta ver su patria liberada de colono-imperialistas y traidores. Y, si eso lleva años, décadas, pues allí lo veremos siempre en resistencia. De eso, nuestra América está plagada de ejemplos heroicos que se han ido acrisolando por más de 500 años de sometimiento. En ese interin quizá comprendamos que solo seremos libres de la tiranía capitalista hasta que entendamos que junto a los libios tiene que haber chilenos, guatemaltecos, venezolanos, cubanos, angoleños, franceses, rusos, afganos, en fin cualquiera que sienta a Libia como su propia patria peleando junto a ellos y que en nuestras luchas los libios también son bienvenidos pues su patria también es América y el mundo. Y, eso, no solo en el campo militar sino en todos los frentes.
Cuando realmente hagamos nuestra la consigna que Carlitos Marx lanzó a todos los trabajadores: ¡Proletarios del mundo, uníos!, estaremos en capacidad real de derrocar la tiranía mundial que nos sojuzga hoy. El internacionalismo humano, más allá que el proletario, nos debe unir a los humanos pues si no somos capaces hacer nuestro el sufrimiento de nuestros hermanos en cualquier parte del mundo, fuera de sus creencias, no podremos ser revolucionarios y por tanto, incapaces de transformar las condiciones actuales.
La categoría más linda que todo revolucionario debe tener, parafraseando al Che, es la compasión. Sin ella, imposible cambiar el mundo.
La gente urge de educación y ciencia para entender su realidad, pero más que ello de compasión para cambiarla. Y, detener la destrucción que se está expandiendo aceleradamente.
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