Juraima Almeida|
Se dice que los primeros cien días de gobierno de un presidente son
de luna de miel. Pero el primer centenar de días de Jair Bolsonaro al
frente del Ejecutivo brasileño sirvieron para que su popularidad y
credibilidad descendieran en la misma medida que se afianza una
administración paralela en manos de los militares de su gabinete,
mientras el poder fáctico trata de imponer una especie de
parlamentarismo.
Su estilo inflexible, misógino, homofóbico, racista y defensor de la
dictadura militar de 1964-1985, junto al uso y abuso de la red digital
Twitter (similar al de Trump) no le están funcionando en el Congreso,
donde carece de mayoría propia, lo que hace fracasar el plan para
reformar el régimen previsional adelantado por su ultraliberal ministro
de Economía Paulo Guedes, pero con guión del Fondo Monetario
Internacional.
Quizá porque los primeros 100 días fueron decepcionantes para sus
seguidores y financistas, su tono se ha vuelto un poco más conciliador,
tratando de transar con los líderes de las bancadas parlamentarias. El
jueves último, recibió a seis líderes de la “vieja política” como
Gerardo Alckmin (PSDB, adversario electoral), Romero Jucá
(MDB), Gilberto Kassab (PSD), Ciro Nogueira (PP, dispuesto a negociar),
Marcos Pereira (PRB) y ACM Neto (DEM, a quien atacó en la campaña
electoral).
Su Partido Social Liberal controla apenas 54 de los 513 escaños, lo
que obliga a Bolsonaro a concluir alianzas con legisladores de varios
partidos que forman parte de las bancadas de “las 3 B”: Biblia, Bala y
Buey, es decir los evangélicos, el lobby de las armas y los defensores
del agronegocio.
Para André Singer (Folha de Sao Paulo), fue el primer episodio de la
serie “la vuelta al parlamentarismo”. Allí tuvo que fingir la defensa de
un proyecto previsional al que, en el fondo, no adhiere. El viernes,
confrontado con la propuesta de capitalización, cereza ultraliberal del
pastel previsional, fue claro. “Si hay una gran reacción, retiro la
propuesta”, afirmó Bolsonaro.
El analista señala que esta situación se explica en la visita del
vicepresidente (general) Hamilton Mourão el 26 de marzo a la poderosa
Federación de las Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp), donde fue
aplaudido seis veces por 700 industriales y agasajado en casa del
presidente de la entidad, Paulo Skaf.
El
núcleo duro del bolsonarismo percibió que mientras perdía poder ante su
gabinete militar, estaba siendo usado para hacer el servicio impopular
de quitar ingresos a los trabajadores con la reforma previsional, para
luego ser dejado a un lado.
Una dura declaración de Steve Bannon (exasesor de seguridad de Trump)
diciendo que Mourão debe renunciar y pasar a la oposición, refleja la
verdadera sensación del nivel de las presiones alrededor del Palacio del
Planalto y la preferencia de Washington por un manejable Bolsonaro.
La hipótesis de la adopción del parlamentarismo habría sido bastante
comentada, y es por eso que el poder fáctico y los viejos líderes del
Congreso movieron sus piezas para el avance la reforma previsional a la
vez que se expanda la perspectiva parlamentarista.
La articulación de los grandes empresarios está a favor de “un parlamentarismo informal”.
David Alcolumbre, presidente del Senado, así como los senadores Simone
Tebet (MDB-MS) y Tasso Jereissati (PSDB-CE) pasaron a animar al senador
José Serra (PSDB) -SP), excanciller del dictador Michel Temer, para que
presente un proyecto de adopción del parlamentarismo.
Bolsonaro, cuya popularidad bajó del 67 al 49% en tres meses, es,
además, presa de la lucha de facciones que comprenden a los militares, a
los ideólogos ultraconservadores y a los hijos del presidente. Todos
compiten por tener mayor influencia política y se aprovechan de sus
constantes dislates, errores y provocaciones..
Su iniciativa reciente de conmemorar el golpe militar de 1964 provocó
indignación y protestas. Su afirmación de que los nazis eran de
izquierda fue ridiculizada y una serie de escándalos como las denuncias
de transacciones financieras ilegales que involucran a uno de sus hijos,
deshicieron su imagen de paladín anticorrupción.
Muchos tiburones, con uniforme o con galera, que alentaron el golpe
contra Dilma Rousseff en 2016, rondan el Palacio, en busca de rodearlo y
dejarlo en la presidencia pero sólo como jarrón chino constitucional.
Él, solito, es capaz de lograr irse del Planalto antes de que finalice
su período presidencial, que recién comienza…
* Investigadora brasileña, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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