Mayo de 2017: después
de una victoria estrecha frente a Guillermo Lasso, el nuevo presidente
del Ecuador Lenin Moreno sucede a Rafael Correa luego de diez años de
transformación del país a través de un proceso que se denominó
Revolución Ciudadana. Los actores y los analistas políticos veían en el
nuevo presidente la continuación de este proceso político, con algunos
cambios de forma en la manera de hacer política (sobre todo con menos
conflictividad discursiva), como lo anunciaba su lema de campaña
“continuidad con cambios”.
Marzo de 2019: después de menos de dos
años en el poder, el nombre de la “Revolución Ciudadana” ha desaparecido
de todos los soportes comunicacionales del gobierno; las tensiones
aparecidas a partir de septiembre del 2017 hicieron explotar el partido
ganador de las elecciones presidenciales y legislativas, Alianza PAIS;
la consulta popular de febrero de 2018 permitió trastornar de manera
radical la institucionalidad del país; y se instaló poco a poco un nuevo
programa de gobierno que se puede calificar de neoliberal. Los cambios
han sido muchos más profundos y radicales que lo previsto, sin ninguna
continuidad con el proceso anterior. Más bien, las alianzas políticas se
han rediseñado al mismo tiempo que se desacredita todo lo sucedido en
la década pasada que, en el discurso de los voceros gubernamentales, es
sinónimo de despilfarro de los fondos públicos, de corrupción o de
ampliación de un Estado obeso para obedecer al autoritarismo de Rafael
Correa.
Este giro político de Lenin Moreno acaba con una década
de post-neoliberalismo para lanzar de nuevo el país en los devastadores
brazos del Fondo Monetario Internacional (FMI) con la excusa de
intentar resolver la fuerte crisis económica, responsabilidad, según
ellos, del gobierno de Rafael Correa. Antes de analizar lo sucedido en
el último año en Ecuador, es preciso volver sobre lo que es el
neoliberalismo para entender mejor lo que está pasando.
1. ¿Qué es el neoliberalismo?
A pesar de que sus primeros experimentos políticos tuvieron lugar en el
Chile de Pinochet, son los gobiernos de Thatcher en Reino Unido y
Reagan en Estados Unidos, al inicio de los años 1980, que hicieron del
neoliberalismo un modelo socio-económico a copiar en otros países. Sus
bases teóricas se construyeron desde los años 1930 con el intelectual
Fredrich von Hayek, alrededor de dos temas claves: la defensa del
liberalismo político – principalmente la democracia representativa y el
Estado de derecho – y la oposición a toda intervención del Estado en las
actividades económicas. Después de la Segunda Guerra Mundial, el
keynesianismo se impuso en todos los países centrales del capitalismo
mundial lo que hizo que los neoliberales tuvieron que esperar su crisis
en los años 1970 para surgir como una alternativa a este sistema. Para
eso benefició de las redes que había tejido antes y que se articulaban
alrededor de algunos think tanks [2] que se
convirtieron en instancias privilegiadas del activismo político de los
intelectuales neoliberales. Ahí podían influir directamente, a través de
la lucha de ideas, en los campos económicos y políticos reuniéndose con
otros académicos, ciertos políticos de derecha (principalmente del
partido conservador en Reino Unido), editorialistas de medios de
comunicación importantes y algunos grandes empresarios. Pero una cosa es
establecer las condiciones intelectuales para crear opiniones, influir
en la elite política, económica y mediática; otra es hacer de esta idea
una fuerza política capaz de ser ejecutada en el campo político. Para
lograr este objetivo, los think tanks neoliberales aprovecharon
de una coyuntura favorable con la crisis del keynesianismo, el
cuestionamiento de un modelo basado en una importante intervención del
Estado y la crisis política que atravesaba Reino Unido y el partido
conservador.
Una vez que este modelo llegó al poder con
Thatcher y Reagan, se ha convertido progresivamente en hegemónico a
nivel mundial. En sus cuarenta años de vigencia, ha evolucionado
adaptándose a las crisis que el mismo genera: “ el neoliberalismo se nutre actualmente de las reacciones de hostilidad que suscita.”
Al principio, se ejecutó en los campos económico y social con el apoyo
de una cierta institucionalidad y de normas jurídicas para luego
propagarse en los campos políticos, culturales, intelectuales, entre
otros. Siguiendo a Gilles Christoph, concebimos el neoliberalismo como
un “sistema complejo” es decir “un conjunto de elementos unidos por
relaciones de interacción y de interdependencia, de las cuales emerge
una estructura coherente, ordenada.” [3]
Para que este
sistema pueda existir y ser coherente, el neoliberalismo necesita de la
acción del Estado para crear las condiciones favorables a la expansión
de la libre competencia – entre empresas pero también entre países para
atraer las inversiones –, la libre circulación de los capitales, es
decir someter a los países e individuos al orden económico. Se necesita
de un Estado que legisle y adopte normas para que el derecho privado
prima sobre lo público y los individuos, para disminuir el precio del
trabajo y la carga tributaria para las empresas. También los Estados
deciden someterse a instituciones internacionales que garantizan el
funcionamiento del orden neoliberal como son la Organización Mundial del
Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial o la Unión Europea.
Se trata de una nueva “razón-mundo” [4]
que se basa en la extensión de la lógica capitalista en todas las
esferas de la sociedad y de la vida. Es parte de la evolución del
capitalismo como nueva etapa de acumulación de capital que se esparce
territorialmente en todos los rincones del mundo. Dentro de la historia
del capitalismo, el neoliberalismo corresponde a su fase financiera,
sucediendo al capitalismo mercantil y al industrial. Esta
financiarización de la economía se acompaña de la globalización de los
intercambios comerciales y de la mercantilización de todos los espacios.
Un ejemplo de esto es el éxito recién del concepto de economía verde
que, aprovechando de la crisis ambiental y del cambio climático, abre
nuevas oportunidades y mercados para el capital, valorizando , entre
otras cosas, la naturaleza para mercantilizarla.
El
neoliberalismo es inseparable del productivismo y del consumismo que
empezó a aparecer en los años 1950 en las sociedades occidentales pero
también del individualismo de los años 1970. El ser humano ya no es
visto como un ser social sino como un consumidor, lo que vuelven más
borrosos los vínculos sociales, el sentimiento de pertenencia a una
colectividad común. Las consecuencias en la vida en comunidad son
importantes porque ese individualismo lleva a concentrarse en la esfera
privada considerada como el núcleo base para la emancipación y el
respeto de las libertades individuales. La desafección por la política
es real y se expresa, entre otras cosas, por porcentajes cada vez más
importantes de abstención electoral o por un alejamiento de los partidos
políticos. La satisfacción de las necesidades y deseos individuales y
la búsqueda de la realización personal son los principales objetivos de
este individualismo para alcanzar la felicidad.
El sistema
neoliberal se mantiene alimentándose de las diferentes crisis. Por
ejemplo se pensaba que la crisis de 2008 iba a generar un cambio de
orientación en las políticas públicas en el centro capitalista yendo
hacia un post-neoliberalismo. Pero no fue así y asistimos más bien a una
radicalización neoliberal reafirmando así que el neoliberalismo
gobierna a través de las crisis: “La crisis se ha convertido en un
verdadero modo de gobierno” [5] . Aunque tenga que tomar
medidas contrarias a la mayoría de la población, la prioridad es salvar
al capital y relanzar la economía.
2. La deriva neoliberal de Lenin Moreno
Fue con el argumento de afrontar la crisis económica que el presidente
Lenin Moreno dejó de lado el programa con el cual ganó las elecciones
presidenciales de 2017 para apropiarse las críticas y las soluciones de
sus opositores durante estas elecciones. Si repite desde dos años que
heredó de una crisis económica fuerte (“La mesa no estaba servida”), de
un sobreendeudamiento público y de un Estado obeso que vivía por encima
de las capacidades financieras del país, parece más bien que esta crisis ha sido inducida para facilitar la aceptación de las medidas de shock
que está implementando para resolverla: austeridad presupuestaria,
privatizaciones, disminución de los subsidios, eliminación de ciertos
impuestos para las empresas, etc.
En los tres últimos años en
el poder, el gobierno de Rafael Correa tuvo que afrontar una crisis
económica que venía de cuatro componentes: la dependencia de la economía
ecuatoriana a la volatilidad de los precios internacionales de las
materias primas (entre 2014 y 2016 el precio del petróleo pasó de cerca
de 120 dólares a 20 dólares en sus niveles más bajos); la presencia de
un dólar fuerte, lo que tiene consecuencia para sus exportaciones; la
devaluación de las monedas de los países vecinos, Perú y Colombia, lo
que disminuye la competitividad de sus productos; y las consecuencias
económicas del terremoto de abril de 2016 evaluadas en alrededor del 3%
del PIB. Además del pago de más de 1000 millones de dólares a la
petrolera OXY por un arbitraje internacional a inicios de 2016.
Este periodo de crisis ha profundizado la polarización política y la frontera correismo/anti-correismo. Las manifestaciones de junio de 2015
, las más importantes que tuvo que afrontar la Revolución Ciudadana,
mostraron el descontento de una parte de las clases medias, producto, en
gran parte, de las políticas públicas de la Revolución Ciudadana pero
muy sensibles a los discursos consumistas. Fue por eso que se
movilizaron cuando se tomó la decisión de implementar salvaguardias
(aranceles) para desincentivar ciertas importaciones y la consecuente
salida de divisas. Durante los diez años de la Revolución Ciudadana, a
pesar de la existencia de un cierto discurso hegemónico en cuanto a la
apropiación de los derechos sociales, no hubo cambios profundos en lo
que Gramsci llama el sentido común [6] a partir del cual se
construye formas específicas de subjetividad: no se ha desarrollado una
contra-hegemonía cultural al neoliberalismo [7] . Además no ha
sido posible tampoco luchar contra un discurso anti-impuestos muy
vinculado con un discurso anti-Estado, herencia de los años neoliberales
pre-Revolución Ciudadana.
Así la base cultural del
neoliberalismo seguía presente cuando llegó Moreno al poder. El rol de
los medios de comunicación es fundamental para alimentar este sentido
común neoliberal. Los medios privados han actuado como actores políticos
y han sido uno de los principales opositores de la Revolución
Ciudadana. No es una casualidad que ahora se han convertido en una caja
de resonancia del gobierno de Moreno, medios privados y públicos
apoyando al unísono el cambio de rumbo de la política gubernamental.
Ellos son parte del bloque de poder actual sobre el cual se apoya el
gobierno de Lenin Moreno y que está conformado por cuatro otros sectores
cuyo denominador común es el anti-correismo. Es necesario precisar el
rol de los diferentes actores y sus alianzas porque el neoliberalismo
debe analizarse también como un conjunto de relaciones de poder que
someten la sociedad a la lógica de acumulación del capital.
El
primer sector del bloque de poder lo constituyen las cámaras de la
producción (comercio, industria) que habían perdido el poder de decidir
sobre la política económica durante la década anterior. Su mayor
representante dentro del gobierno es el ministro de Economía y finanzas
Richard Martínez que hizo toda su carrera profesional dentro de las
cámaras empezando como técnico para llegar a ser, desde 2015, Presidente
de la Federación Nacional de Cámaras de Industrias del Ecuador,
Presidente del Comité Empresarial Ecuatoriano y Presidente Ejecutivo de
la Cámara de Industrias y Producción. El segundo sector es la derecha
encabezada por el Partido Social Cristiano cuyo líder es el actual
Alcalde (saliente) de Guayaquil, Jaime Nebot el cual se proyecta como
uno de los principales presidenciables para las elecciones de 2021. El
PSC es el principal aliado del oficialismo en la Asamblea nacional y
participa en la repartición de las diferentes instituciones públicas por
parte del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS)
de transición. En este CPCCS transitorio cuyas conformación y misiones vienen de la Consulta Popular de febrero de 2018
, confluye otro sector que participa del bloque de poder: las
organizaciones políticas, sociales y sindicales de izquierda que se
oponían al gobierno de Correa. Ahí están presentes algunos socialistas
liderados por el ex rector de la Universidad Andina Enrique Ayala Mora o
el movimiento indígena alrededor de la CONAIE, cuyas demandas
particulares han sido satisfechas, como el retorno de la autonomía de la
educación intercultural bilingüe o la reapertura de la Universidad
Intercultural Amawtay Wasi . La CONAIE participa también en la
repartición de las instituciones estatales, ya que la nueva presidenta
del Consejo Nacional Electoral es dirigente de esta organización.
Finalmente, el último sector está representado por la alta sociedad
civil simbolizada por el ongismo y el poder importante de representantes
del pequeño movimiento político Ruptura de los 25 (como el Secretario
particular de la Presidencia Juan Fernando Roldan y la Ministra del
Interior y también Secretaria de la Política María Paula Romo).
Paradójicamente este bloque de poder es muy cercano a la alianza
electoral que se forjó durante la segunda vuelta de las elecciones
presidenciales de 2017 en apoyo a Guillermo Lasso para confrontar a
Lenin Moreno, en ese entonces candidato de la Revolución Ciudadana. Con
la gran diferencia que Lasso se queda como opositor al gobierno actual,
dejando el espacio a Nebot. Se trata del remplazo de la estructuración
política tradicional alrededor del eje izquierda/derecha por un “neoliberalismo progresista”
en el cual algunos nuevos movimientos sociales se alían con los poderes
económicos y financieros, en este caso para poner fin al correismo
(durante las elecciones) y con el objetivo de “descorreizar” las
instituciones públicas a través, por ejemplo, del CPCCS de transición.
Este bloque de poder legitima las reformas económicas neoliberales
implementadas por los sectores empresariales que están representados
directamente en el gobierno, generando así conflictos de intereses en su
sector. Laval y Dardot hablan de la “esencia oligárquica de la
“gobernanza neoliberal” […] un modo hibrido de ejercicio del poder que
se sostiene a la vez en el gobierno de unos pocos o de la elite, en el
sentido de una expertocracia, y en un gobierno para los ricos, en el sentido de su finalidad social.” [8]
Además del ministro Martínez, los casos más emblemáticos son los
ministros de Energía y Recursos Naturales No Renovables, Carlos Pérez
quien está vinculado al sector petrolero internacional como Halliburton;
de Agricultura y Ganadería, Xavier Lazo quien viene del sector
bananero; del Ambiente, Marcelo Mata, abogado especializado en licencias
ambientales para Petroecuador; de Transporte y Obras Públicas, Aurelio
Hidalgo, quien fue director de varias concesionarias fluviales y viales
en Ecuador y en otros países y cuya familia tiene una de las principales
empresas de construcción a nivel nacional ( Hidalgo & Hidalgo S.A.
); de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información, Guillermo León
Santacruz, un empresario del sector de informática y telecomunicación;
de Producción, Comercio Exterior , Inversiones y Pesca, Pablo
Campana, quien tiene una larga trayectoria en el sector empresarial,
principalmente en uno de los grupos económicos más grande del país, el
grupo Nobis de su suegra Isabel Noboa.
Este último influyó en la Ley de Fomento Productivo para eliminar el impuesto a la salida de divisas
(fundamental en una economía sin moneda propia) para las nuevas
inversiones, y ha estado atrás de los procesos para la firma de tratados
de libre comercio con EEUU y Canadá, así como de retomar la firma de
tratados bilaterales de inversión (TBI). El objetivo de los grandes
grupos económicos es la eliminación de este impuesto bajo el discurso de
incentivar la inversión extranjera. En la lógica neoliberal, n o se
puede controlar el capital, ni poner impuestos al capital. Más bien hay
que protegerlo y atraerlo con subsidios y otras exoneraciones. Es esta
lógica que constituye el espíritu de la Ley de Fomento Productivo , además de poner obstáculos para que el Estado tenga un rol activo en la economía.
Las reformas económicas están acompañadas por una política de
austeridad que busca la eliminación de ministerios y secretarias de
Estado así como la disminución del número de servidores públicos bajo el
argumento de eficiencia y de acabar con la “obesidad” del Estado, sin
precisar cuál sería su tamaño ideal. Es con el mismo argumento que se
quiere concesionar la administración de ciertas empresas públicas (un
tipo de privatización), principalmente las vinculadas con el sector de
telecomunicación y de hidroelectricidad que son las más rentables. El
mercado sería más eficiente para la administración de estas empresas y
el lenguaje empresarial domina los discursos gubernamentales. Esta
reforma del Estado está cobijada en e l discurso de la lucha contra la
corrupción, la cual se aplica solo a los servidores públicos, y no a los
actores privados, para desgastar lo público y legitimar el
debilitamiento del Estado.
Otra política de austeridad que se
está implementando es la de bajar los sueldos en la función pública, lo
que tendrá consecuencia también sobre el nivel de los sueldos en el
sector privado. Si se añade a esta acción la desvinculación laboral de
decenas de miles de funcionarios, estos estarán listos a cobrar un
sueldo menor para encontrar un nuevo trabajo. La política de bajos
sueldos está reclamada por los sectores empresariales bajo el argumento
de bajar los costos de producción de las mercancías ecuatorianas y así
poder competir en los mercados internacionales, ya que Ecuador tiene uno
de los sueldos básicos más altos de América Latina. El próximo objetivo
anunciado por el gobierno es la flexibilización del mercado laboral con
cambios en el Código laboral.
Todas estas reformas
neoliberales se han efectuado para preparar la llegada de la ayuda
financiera del FMI. A principio de marzo, en medio de la campaña para
las elecciones locales, en las cuales, oficialmente, el gobierno no
participó, se firmó el Acuerdo con el FMI. Al momento de escribir este
artículo, todavía no se conoce los alcances de este acuerdo que, con el
apoyo de otros organismos internacionales, llegaría a prestar al Ecuador
unos 10 000 millones de dólares. Se dio a conocer unas reformas
legislativas en las cuales se afirma la prevalencia del mercado y de la
libre competencia en contra del modelo anterior centrado en la acción
del Estado como motor de la economía. El programa político está
orientado en el cuidado de los grandes equilibrios macroeconómicos como
el fin del déficit comercial, la reducción de la deuda del Estado y del
déficit público. Otros señales tienen que ver con la disminución de los
subsidios a la gasolina súper y extra, las próximas concesiones de la
gestión de los bienes públicos al sector privado, la voluntad de
flexibilizar el mercado laboral, etc.
A pesar de decir
constantemente lo contrario, en ningún país del mundo se ha podido
combinar neoliberalismo y protección social. Hay que temer consecuencias
negativas para la sociedad ecuatoriana, entre éstas el aumento de la
desigualdad social y de la pobreza. La pregunta que queda por hacer:
¿cuál será la capacidad de resistencia social frente al deterioro social
que ocurrirá con estas medidas? El ambiente de polarización política
correismo/anti-correismo no ayuda en este panorama porque divide las
fuerzas populares y favorece al bloque de poder. La etapa que se abrirá
luego de las elecciones locales que tuvieron lugar el 24 de marzo nos
dará primeras respuestas.
El autor es Candidato al doctorado en ciencia política de la Universidad de Paris 7.
[2] Los cuatro principales think tank neoliberales en los años 1970 eran la Sociedad Mont Pelerin, el Institute of Economics Affairs, el Centre For Policy Studies y el Adam Smith Institute.
Además de ser co-fundadores del primero, Hayek y Friedman tuvieron
roles muy importantes en todos estos organismos. Ver Dixon Keith, 1998, Les évangélistes du marché, Paris, Raisons d’Agir Editions.
[3] Christoph, Gilles, 2010, “Le néolibéralisme: un essai de définition”, en Espiet-Kilty, Raphaële (dir.), Libéralisme(s) ?, Clermont-Ferrand, Presses Universitaires Blaise Pascal, p. 82.
[4] Dardot, Pierre, Laval, Christian, 2009, La Nouvelle Raison du monde. Essai sur la société néolibérale, Paris, La Découverte.
[5] Dardot, Pierre, Laval, Christian, 2016, Ce cauchemar qui n’en finit pas. Comment le néolibéralisme défait la démocratie, Paris, La Découverte, p. 32.
[6] Gramsci, Antonio, 2015, Cartas desde la cárcel, Buenos Aires, Editorial Losada.
[7] La inclusión del concepto del Buen Vivir en la Constitución hubiera podido disputar la hegemonía del sentido común neoliberal.
[8] Dardot, Pierre, Laval, Christian, 2016, Ce cauchemar qui n’en finit pas. Comment le néolibéralisme défait la démocratie, Paris, La Découverte, p. 24.
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