El
portavoz de la Presidencia de la República, el general Otávio Rêgo
Barros, dio el anuncio este lunes: Jair Bolsonaro determinó que se hagan
celebraciones en los cuarteles militares en conmemoración del 31 de
marzo de 1964, inicio de la dictadura militar que duró hasta 1985.
A
casi tres meses de asumir la presidencia, las encuestas dicen que
Bolsonaro ya perdió 19 puntos porcentuales de aprobación. Cada vez más
aislado y con varios frentes de ataque abiertos al mismo tiempo, el
ultraderechista se muestra caprichoso e inexperto. Y no parece
importarle tanto. Actúa –él y algunos de sus aliados– como si todavía
estuviera en campaña, y su propensión al diálogo y a la negociación es
escasa. Pero los alcances históricos de algunos de sus impulsos son
todavía difíciles de dimensionar.
Ayer y hoy
La
opinión prodictadura del ahora presidente siempre fue conocida y viene
de larga data. Siendo diputado, y en una entrevista al programa Cámara
abierta de la emisora Band, en mayo de 1999, dijo: “Yo soy favorable a
la tortura y el pueblo es favorable también”. Y agregó: “A través del
voto no va a cambiar absolutamente nada en este país. Infelizmente las
cosas cambiarán si un día vamos a un guerra civil aquí dentro, haciendo
el trabajo que el régimen militar no hizo, matando unos 30 mil,
empezando por FHC (Fernando Henrique Cardoso, presidente en la época).
Si mueren algunos inocentes, todo bien. En todas las guerras mueren
algunos”.
En
un video en 2014 frente al Ministerio de Defensa en Brasilia, Bolsonaro
aparece tirando bombas de estruendo al cielo con una bandera amarilla
de fondo que dice: “Felicitaciones, militares. Gracias a ustedes Brasil
no es Cuba”. En la tragicómica cinta, el actual presidente cita a los
actores que articularon el golpe, al que califica de “gloriosa
contrarrevolución” y “segunda independencia de Brasil”: “Felicitaciones a
los militares, a las mujeres en las calles [1], a la Iglesia Católica y
a los grandes medios que evitaron en 1964 que Brasil se convirtiera en
un satélite de la Unión Soviética”.
En
entrevista dada este miércoles al programa Brasil Urgente, también de
la Band, Bolsonaro dijo que “no hubo dictadura” y que “al igual que los
casamientos” todos los regímenes tienen “algún problemita”. La líder
actual de la bancada oficialista en el Congreso, Joice Hasselmann,
twiteó que “este es el regreso de la narrativa verdadera de nuestra
historia” y dejó en claro el sentimiento que esto le evoca: “orgullo”.
La
Procuraduría General de los Derechos Humanos del Ministerio Público
Federal ya había publicado este martes una nota en la que afirma que
“festejar la dictadura es festejar un régimen inconstitucional
responsable por graves crímenes de violación a los derechos humanos. Esa
iniciativa suena como apología a la práctica de atrocidades masivas, y,
por tanto, merece repudio social y político, sin perjuicio de sus
repercusiones jurídicas”.
Solo y a los tumbos
Más
allá de la gravedad de estas declaraciones, es necesario ponerlas en
contexto. El gobierno, que casi llega a los tres meses, se muestra
vacilante y no consigue avanzar en las pautas que colocó como
prioritarias. Una de ellas es el “paquete anticrimen” presentado por
Sergio Moro, el ex juez “héroe” del Lava Jato y ahora ministro de
Justicia de Bolsonaro. La iniciativa cuenta con pasajes muy polémicos,
como el que se refiere al “excluyente de ilicitud” con el que el juez
podrá reducir la pena a la mitad o no aplicarla en caso de que el exceso
“provenga de miedo excusable, sorpresa o violenta emoción”, lo que
desde los movimientos sociales es visto como una legitimación de los
asesinatos policiales. El proyecto está en trámite y ha generado
rispideces con el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia.
Mientras Moro quiere celeridad en su tramitación, Maia ha dicho que es
una iniciativa importante, pero que la prioridad la tiene la reforma de
las jubilaciones, y mandó a analizar el paquete anticrimen por un grupo
de trabajo, lo que en la práctica es congelarlo. El grupo incluye a los
izquierdistas Marcelo Freixo (PSOL) y Paulo Teixeira (PT), lo que puede
ser leído como una chicana política, efectuada en momentos en que el ex
presidente Michel Temer y el ex ministro Wellington Moreira Franco eran
detenidos por la Operación Lava Jato (véase más adelante). Es que Maia
fue el protegido de Temer en el Congreso y es yerno de Moreira Franco.
Estos
encontronazos influyen también en la tan mentada reforma de las
jubilaciones. Maia dice que el encargado de articular su aprobación es
el Poder Ejecutivo, y Bolsonaro dice que su papel en la reforma ya está
cumplido y que ahora “la pelota está en la cancha del Legislativo”.
Mientras
Bolsonaro intenta distanciarse de lo que tacha de “vieja política”,
para Michel Neil, politólogo y doctor en la Universidad de Brasilia, el
presidente se aísla y mina su base de apoyo, y encima deja al mercado
“aterrado”: “Se esperaba que este gobierno tuviera una curva de
aprendizaje, algo natural para todos los gobiernos que nunca estuvieron
en el poder. Esa curva haría que pasase de un gobierno desarticulado a
uno con una base de apoyo real –para inclusive aprobar las medidas que
entienda necesarias–, pero lo que hemos visto hasta ahora, en estos cien
días, es que pasa de un gobierno desarticulado a un gobierno aislado”.
Para Neil, el presidente “está sembrando cizaña con todos los poderes, y
eso es muy peligroso”. En ese marco es que analiza la exaltación de la
dictadura militar hecha por Bolsonaro: “Estas cizañas son muy
preocupantes desde el punto de vista de la gobernabilidad, porque se
corre el riesgo de que el país llegue a un punto en el que se torne
ingobernable. Y es más preocupante todavía cuando los militares son
tratados como el punto de equilibrio del gobierno, los adultos en la
sala”. El politólogo explica que cuando Bolsonaro trata asuntos
excéntricos o pautas morales y no asuntos económicos “demuestra que
todavía no se bajó del estrado después de la elección”. Agrega que el
presidente “no definió las reglas de juego de forma clara, ni lo que
significa de hecho esa ‘nueva política’. Es justo que intente colocar
nuevas líneas, pero tiene que dar señales de qué son y hacia dónde van”.
Los
últimos choques se dieron este miércoles. Después de que Bolsonaro
insinuara que Maia estaba dolido por la prisión de su suegro, el
presidente de Diputados le salió al cruce y aprovechó para jugar para la
tribuna: “Dolidos están los brasileños, que desde el 1 de enero están
esperando que el gobierno empiece a funcionar. Son 12 millones de
desempleados, 15 millones abajo de la línea de pobreza, la capacidad de
inversión del Estado brasileño disminuyendo, 60 mil homicidios y el
presidente jugando a presidir el país”. En tanto, el vicepresidente de
la República, el general Hamilton Mourão, dijo que le parece que hay
“ruido en la comunicación con Maia”, pero que el presidente de la Cámara
es “imprescindible”. El propio Bolsonaro restó peso al enfrentamiento
con Maia este jueves, pero todavía está por verse qué pasará con los
proyectos del oficialismo.
Dentro Temer, Fora Temer
La
orden de Bolsonaro de conmemorar el aniversario del golpe militar se
dio en un momento turbulento de la política nacional. El jueves 21, una
fuerza de tareas de la Operación Lava Jato detuvo al ex presidente
Temer, en cumplimiento del mandato de prisión preventiva emitido por el
juez Federal de Rio de Janeiro, Marcelo Bretas. Temer es acusado de
liderar desde hace cuarenta años una organización criminal para desvío
de dinero público. El ex mandatario fue liberado este lunes por un juez
de segunda instancia, quien consideró que no existen motivos legales
para mantenerlo preso hasta su juzgamiento.
Patrick Mariano, magíster en derecho, Estado y Constitución –también de la Universidad de Brasilia–, dijo a Brecha que
el decreto de prisión contra Temer “carecía totalmente de fundamentos”,
pero dice no sorprenderse, porque “esta ha sido la tónica de la
Operación Lava Jato, su método de actuación”. Es que en realidad la
prisión de Temer no sorprendió, ni siquiera a él mismo. Ya se especulaba
con esa posibilidad desde que el impeachment contra Dilma Rousseff lo
llevó a la presidencia. Para Neil, seguir suelto es hoy el mayor desvelo
de quien fue el presidente más impopular, convertido ahora en una
figura algo intrascendente: “En términos de país, hoy Temer representa
muy poco, es como un cuadro que ya salió de la pared”. Y explica: “A
pesar de que tiene cierto poder partidario, dentro de una de las
formaciones más grandes del país como es el PMBD –y eso hace que todavía
mantenga un séquito de seguidores–, nunca fue un político popular, ni
tiene aspiraciones públicas a futuro”. Sin embargo, dentro del juego
político de Brasilia, Temer y sus aliados todavía tienen influencia. “Su
prisión detona la reacción y contrarreacción de varios actores, y eso
se reflejó en el Congreso y en movimientos de varios poderes que
buscaron protegerse”,dice Neil. El politólogo cree, además, que con la
llegada de Moro al Ministerio de Justicia empezó el declive del Lava
Jato, que vio minado su imagen de imparcialidad.
Sin
embargo, Neil cree que la operación judicial ya dejó un legado: “Hay
una generación de jueces y promotores en todo el país convencidos de que
la mejora de Brasil pasa por el activismo jurídico –y, por qué no
decirlo, persecutorio–. El Lava Jato contribuyó mucho en ese sentido.
Eso es muy peligroso, porque los fines empiezan a justificar los
medios”. Mariano está de acuerdo y cree que “jueces como Moro y Bretas o
el procurador (Deltan) Dallagnol –que se hizo famoso por el power point
en que casi todos los males de Brasil apuntaban a Lula, y por la frase
“contra Lula no tenemos pruebas, pero sí convicción”– piensan que están
actuando en el terreno político, cuando en realidad están en el terreno
jurídico”. Para él, “esta forma de actuación es inaceptable y transforma
el derecho en un juego publicitario de jueces que quieren ser famosos”.
Por su parte, Neil dice que estos jueces “aumentan su capital político
creando hechos políticos”, pero se pregunta: “¿Por qué un juez precisa
tener capital político? Pensando estrictamente en su actividad,
teóricamente no deberían estar buscando ese tipo de exposición”.
Nota
[1] La Marcha de la Familia con Dios y por la Libertad ocurrió el 19 de marzo de 1964 en São Paulo. Surgió como feroz respuesta conservadora al acto en que el presidente João Goulart anunció su programa de reformas, celebrado en Rio de Janeiro seis días antes. Según crónicas de la época, la marcha reunió a medio millón de personas, en su mayoría mujeres con rosarios en las manos. Es vista como el anuncio del golpe de Estado que llegaría días después.
[1] La Marcha de la Familia con Dios y por la Libertad ocurrió el 19 de marzo de 1964 en São Paulo. Surgió como feroz respuesta conservadora al acto en que el presidente João Goulart anunció su programa de reformas, celebrado en Rio de Janeiro seis días antes. Según crónicas de la época, la marcha reunió a medio millón de personas, en su mayoría mujeres con rosarios en las manos. Es vista como el anuncio del golpe de Estado que llegaría días después.
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