Immanuel Wallerstein
El presidente Donald
Trump ha dejado claro que su presidencia tendrá una posición sobre todo y
en todas partes. También dejó claro que él solo tomará la decisión
final sobre las políticas que seguirá su gobierno. Él ha escogido dos
áreas prioritarias para implementar sus políticas: México y Siria/Irak,
que es la zona de fuerza del Califato o Estado Islámico (EI). Podríamos
llamar a estas dos áreas puntos álgidos (hotspots), donde el magnate está actuando en su modo más provocador.
Se suponía que México fue el principal asunto de toda su campaña,
primero en su nominación republicana y luego durante la elección
presidencial. Es probable que sus incesantes comentarios ásperos hacia
el país y los mexicanos le hayan ganado más apoyo popular que cualquier
otro tema, y por tanto le dieron la presidencia.
Trump se da cuenta correctamente de que si no hubiera priorizado
realizar acciones contra México arriesgaba la rápida y seria desilusión
de sus más ardientes simpatizantes. Así que eso hizo.
En sus primeros días en el cargo, ha reiterado que construirá un
muro. Ha asegurado que busca una revisión importante del TLCAN, y que si
eso falla repudiará el tratado. Y ha repetido su intención de hacer que
México pague por el muro instituyendo un impuesto a todas las
importaciones mexicanas a Estados Unidos.
¿Puede realmente hacer todo eso? Hay problemas legales y políticos
para que implemente el programa. Los obstáculos legales, de acuerdo con
las leyes estadunidenses e internacionales, probablemente no son tan
grandes, pese a que pudiera acusarse a Estados Unidos de estar violando
previsiones de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Si eso fuera a
suceder, Trump probablemente estaría dispuesto a retirar a Estados
Unidos de la OMC.
Hay obstáculos políticos más serios, que hacen menos posible que
pueda llevar a cabo su programa pronto y totalmente. Hay seria oposición
en Estados Unidos al proyecto, sobre bases tanto morales como
pragmáticas. La objeción pragmática es que un muro sería ineficaz para
reducir la entrada de trabajadores indocumentados y meramente
incrementará el costo y el riesgo para los individuos que crucen la
frontera. Es interesante que las objeciones pragmáticas las estén
expresando aun los rancheros texanos, que son de sus más fuertes
simpatizantes. Y, por supuesto, hay muchas empresas estadunidenses que
dependen de los trabajadores indocumentados y que serían grandes
perdedoras. Ellos constituirán una fuerza de presión en el Congreso para
debilitar dicha política.
Tampoco es claro que pueda transferir el costo de construir el muro a
los exportadores mexicanos. Ya hay muchos análisis que argumentan que,
vía el aumento en el costo de las importaciones, eventualmente el costo
terminará pesando sobre los consumidores estadunidenses también, o en
sustitución de los exportadores mexicanos.
En el lado mexicano, el presidente Enrique Peña Nieto inicialmente
hizo el esfuerzo de negociar los asuntos fronterizos con el presidente
Trump. Envió a dos secretarios de Estado a Washington a comenzar las
discusiones preliminares. Le dio la bienvenida a México y anunció que
viajaría a visitarlo personalmente. Esta suave respuesta a las
declaraciones de Trump resultó muy impopular en México. Y Peña es
atacado en casa por muchos otros asuntos ya desde hace tiempo.
El evidente desinterés del mandatario estadunidense por
acomodar algo con su homólogo mexicano fue la gota que derramó el vaso.
En México fue considerado humillante. Peña canceló su viaje y asumió una
postura de desafío a Washington. Haciendo esto ha logrado que muchos de
sus críticos internos se reúnan en torno suyo, reivindicando el orgullo
nacional.
Pregunto de nuevo: ¿puede Trump hacer que México se doble a su
voluntad? A muy corto plazo, puede parecer que logra cumplir sus
promesas de campaña. A mediano plazo, sin embargo, no es nada seguro que
Trump emerja de este punto álgido con un récord de logros.
Siria/Irak es un punto álgido aún más difícil. Trump ha dicho que
tiene el plan secreto para eliminar al Estado Islámico. Típicamente le
dio al Pentágono 30 días para que concrete propuestas. Sólo entonces
anunciará su decisión.
Hay ya una serie de problemas para Trump. Ahora Rusia parece el actor
político individual más fuerte en la región. Ha avanzado por el camino
de crear un proceso de paz política que incluye al gobierno de Bashar
al-Assad, a la principal fuerza de oposición en Siria, a Turquía e Irán
(junto con Hezbolá). Estados Unidos, Europa occidental y Arabia Saudita
están todos excluidos.
Tal exclusión es intolerable para el mandatario estadunidense, que ya
habla ahora de enviar tropas terrestres para golpear a Isis. Pero, ¿con
quién se aliarán dichas tropas en Siria o Irak? Si lo hacen con el
gobierno dominado por los chíitas, impedirán el apoyo de las fuerzas
tribales sunitas que Estados Unidos había estado cultivando pese al
respaldo que alguna vez otorgaron a Saddam Hussein. Si se alían con los
peshmerga turcos, antagonizarán más aún con los gobiernos turcos e
iraquíes. Si se junta con las fuerzas iraníes, habrá gritos en el
Congreso estadunidense y en Israel, tanto como en Arabia Saudita.
Si a pesar de esto Trump envía tropas, se encontrará con que será muy
difícil extraerlas, como le pasó a George W Bush y a Barack Obama. Pero
con las inevitables bajas estadunidenses puede desaparecer el respaldo
en casa. Entonces recibirá aplausos de más corto plazo que en el caso de
México, y probablemente más frustraciones de mediano plazo. Tarde o
temprano, tanto él como sus simpatizantes aprenderán la amarga verdad
sobre los límites del poderío geopolítico estadunidense y, como tal,
sobre los límites del poderío mundial de Trump.
¿Qué ocurrirá entonces? ¿Explotará y cometerá actos peligrosos? Esto
es lo que casi todo el mundo teme; un Estados Unidos demasiado débil en
poder real y muy fue
rte
en armamento. Trump tendrá que decidir entre dos opciones: utilizar las
armas con que cuenta, lo cual es fútil, pero terrible, o retirarse
calladamente de la geopolítica hacia la Fortaleza América, admitiendo implícitamente su fracaso. En cualquier caso, será una decisión muy poco confortable para él.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein
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