Una utopía necesaria
I
Utopía nuestra la unidad y la integración de nuestros pueblos en una
sola congregación compuesta por la raíz compartida, la misma desde el
río bravo hasta la Patagonia, fronteras difusas de una identidad común,
nuestras naciones nacieron hermanadas en la tragedia de la historia,
forjaron patria quienes con su vida y sus actos dieron rumbo a los
ideales de próceres que soñaron con el mejoramiento humano, la
independencia como bandera y guía de la esperanza, Nuestra América tiene
su génesis en la dignidad de las mujeres y hombres de piel multicolor,
en el esfuerzo diario por ser como somos sin condicionamientos ni
condicionantes, libres, siempre libres, porque las cadenas apresan los
cuerpos pero las ideas surcan los cielos sin presidio, la libertad y la
independencia son la sangre que recorre nuestra venas, si la utopía es
soñar, soñamos despiertos con los pies descalzos andando los senderos de
la dignidad.
La colonia fue el trauma que aún vivimos,
continúa viviendo en la república como advirtió José Martí, nuestros
pueblos padecen el letargo lacerante del pasado, las manifestaciones de
soberbia y desapego al sentimiento original dan forma a las lejanas
maneras de gobernar, hay esperanza en Nuestra América, claro que la hay,
pero también nos siguen habitando las formas coloniales de dominación,
mirar al norte es ideal perpetuo en las mentes que olvidan o desdeñan la
raíz profunda de la geografía humana que nos compone, las formas
autóctonas han demostrado ser el sendero por el cual debemos andar,
nuestra historia es la enseñanza más clara de que en nosotros está el
venidero presente, la utopía nuestra vive con la misma fuerza con que se
soñara, Simón Bolívar y José Martí conducen el imaginario hecho
realidad en los pueblos liberados, en las manos alzadas pidiendo pan,
tierra, justicia y libertad, sus plumas plasman las constituciones que
habremos de redactar, Nuestra América unida es nuestra utopía necesaria.
II
La decisión del Consejo
Mundial “José Martí” de la UNESCO de celebrar cada 30 de enero el Día de
la Identidad Latinoamericana y Caribeña, no sólo es una acertada
realidad, sino que en estas horas es una urgente necesidad de extender y
profundizar, ahora que el soberbio imperio pretende desdeñar nuestra
dignidad, hacer de la integración latinoamericana la vertiente que
proporcionará el vigor de las naciones nuestras se convierte en la
esperanzadora razón de las acciones, resistir es inherente a nuestra
forma de vivir, construir realidades nuevas partiendo de las
experiencias propias, “la conquista de la belleza” como augurará José
Carlos Mariátegui se cimienta en el pan diario de la cultura viva que
explica en sus formas varias el hecho de ser comunes.
“ Nuestra América” el ensayo magistral que publicará Martí, el 30 de enero de 1891 en el periódico El partido liberal, habiéndose publicado veinte días antes por primera vez en La Revista Ilustrada de Nueva York,
es la síntesis de nuestra historia escrita y descrita desde lo profundo
del espíritu libertario que da forma a las miles de voces que
reclamaban una segunda independencia, hoy, ciento veintiséis años
después, las mismas voces demandan el establecimiento de otro orden
social y continental, el reclamo originario por su derecho a ser, el
grito rebelde de la mujer que se reconfigura a sí misma desde nuevas
perspectivas autogestivas, el campesino despojado, el jornalero
sobre-explotado, el obrero vilipendiado, el estudiante excluido de los
debates nacionales, los niños hambrientos y los ancianos olvidados sin
importar cuánto dieron a las patrias presentes, la voz martiana encausa
el callado grito de esperanza, crítica y proposición, análisis y
programa, el ensayo “Nuestra América” reúne lo más significativo de las
necesidades y proyecta lo más urgente de nuestras obligaciones, “hacer
es la mejor manera de decir” sentenciara Martí, en los tiempos de
grandes discursos y pocas acciones estas palabras resuenan en lo
profundo de los corazones que laten empujando el deseo irrenunciable de
construir nuevas realidades en libertad, la cultura latinoamericana y
caribeña es única porque retoma lo más universal y lo suscribe en forma
originaria.
III
En 1791
comenzó en la colonia francesa de Saint Domingue una insurrección de
esclavos negros que terminaría convirtiéndose en la guerra de
independencia de Haití, nombre último que adoptarían los libertadores en
reconocimiento al origen indígena del país, esa flama primera de
dignidad, se extendería por todo el continente aún dominado por el
imperialismo europeo, la llama de la independencia latinoamericana
tomaría forma para ir procreando a sus naciones como hijos, el carácter
autóctono de los ideales sumados al flujo universal de los derechos de
la humanidad, dieron luz a la necesaria libertad del pensamiento, las
cadenas coloniales comenzaron a resquebrajarse al momento en que se
reconoció la existencia de un pensamiento propio, vivo y vigente que
explica y proyecta nuestras realidades con la mirada puesta en la raíz,
alejado del deslumbrado pensamiento occidental, y es que la filosofía
latinoamericana existe al igual que la más universal de las filosofías.
Sin embargo, a pesar de que la independencia llegó durante el siglo XIX
para la mayoría de los países de Nuestra América, hay que reconocer que
la descolonización ha sido un proceso lento y doloroso, pues no bastó
con ganar las guerras y ascender al poder, la cultura y el pensamiento
en su mayoría siguieron inscritos en la dependencia, la ruptura de la
hegemonía de la razón occidental ha tardado siglos y se arrastra como un
pesar.
América fue una utopía, Nuestra América es nuestra
utopía, la canción propia no será ceniza, es fuego, es luz, Nuestra
América es la unidad de los pueblos cuyo pasado entrelaza las historias
presentes, la cultura e identidad recorre en lo mestizo las
particularidades de lo autóctono, hay en Latinoamérica y en el Caribe
tantos colores como esperanzas, hay danzas y comidas que alimentan las
almas que sueñan con volar en libertad, Nuestra América es la vida que a
diario se levanta para luchar, resistencia y persistencia, la
integración no puede concebirse únicamente en términos económicos cuando
los pueblos se hermanaron mucho antes de poseer tesoros materiales, y
es que el mayor tesoro lo resguardan en el fondo de los seres que la
reconfiguran con su quehacer, la riqueza mayor es la identidad delineada
por los recuerdos como memoria viva, memoria que no olvida pero que
continua atesorando, se incrementa porque se transforma para reafirmarse
a sí misma, el cambio es su motor y la identidad su expresión. Nuestra
América renace con cada sol y nosotros la reproducimos en cada acto.
IV
¿Cuándo hablaremos de nuestras historias en las aulas escolares? La
enseñanza de la historia sigue teniendo una curricula colonizada, la
ausencia de nuestra esencia es evidente, la permanencia de los resabios
coloniales en la enseñanza se refleja en la mira puesta en occidente
como eje del saber, el proceso descolonizador requiere de la producción
de saberes propios, no se trata de negar lo universal, se trata de hacer
universal los saberes originarios, se requiere tomar las ideas y
expresar las nuestras, “Ni calco, ni copia” como dijera Mariátegui, la
filosofía es creación propia de Nuestra América, es su ser el alma
enunciada con palabras. Leopoldo Zea trabajó durante décadas para
integrar un conjunto de reflexiones que dieron forma a lo que hoy
reconocemos como filosofía latinoamericana, sus esfuerzos se encaminaron
a la articulación de los saberes, las ideas y los proyectos de unidad,
integración, identidad e historia que expresan la cultura y la
cotidianeidad en los países latinoamericanos, Zea es impulsor de la
lucha por el reconocimiento de nuestra filosofía como una corriente más
de la filosofía universal.
La interrogante permanente que le
hizo reflexionar fue la misma siempre; ¿es posible hablar de una
filosofía latinoamericana?, respuesta afirmativa que tiene explicación
histórica, las verdades validas de cada momento histórico delimitan los
temas que la propia filosofía latinoamericana trata, la reflexión sobre
nuestra condición como humanos responde a la negación utópica de los
conquistadores. La filosofía latinoamericana sigue siendo desdeñada en
muchos de los llamados “centros del saber”, se le burla como el
arrogante adinerado se mofa del humilde campesino, mas olvida el
pretencioso burlesco que las manos morenas y llagadas del sencillo son
las mismas que cultivan las praderas para que abunde el alimento que en
su mesa costosa y extranjera come para saciar el hambre, así, la
filosofía latinoamericana nutre la esencia al florecer de las entrañas
de los suelos en la geografía marcada por el nosotros.
Nuestra
América ha tenido que explicarse a sí misma, para reconocerse y ser
reconocida, el trauma colonial continúa negando la existencia, por
tanto, el racismo, la discriminación y la desigualdad no únicamente son
temas materiales, son ante todo, ideas implantadas en la colectividad
como justificante de dominación, la filosofía latinoamericana es
respuesta a la hegemonía occidental, es resistencia en el campo de las
ideas frente a la cultura que se asume como superior, el crisol nuestro
es diverso como lo es la realidad. La filosofía se asume también como
instrumento para la liberación de los pueblos.
V
El contexto actual latinoamericano deja en claro la importancia de
retomar los esfuerzos de integración y unidad, el presente exige la
reflexión crítica para encontrar salidas humanas a los proyectos de
terror que nuevamente amenazan la existencia en el mundo, el debate de
ideas es urgente, los espacios donde los ideales libertarios de los
próceres nos ofrezcan luz inicial para la utopía venidera, profundizar
en el estudio y divulgación de la filosofía latinoamericana como
elemento de identidad pero también como aliciente de ilusión para
nuestros pueblos, somos los pueblos quienes nos salvaremos a sí mismos.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), es uno de
los esfuerzos actuales, pero quienes hacemos cada día las naciones
debemos ser participes de las acciones, las amenazas del imperialismo no
afectan solamente las decisiones diplomáticas, lastiman la vida diaria
de los seres humanos, unidos con hermandad las culturas latinoamericanas
respondemos con autodeterminación, Bolívar y Martí advirtieron hace
siglos del peligro que significaban los Estados Unidos de Norteamérica
mientras continuaran siendo un imperio, hoy el imperio está extendiendo
sus alas para perpetuar la dominación, en nosotros los pueblos recae la
necesidad de hacer frente y salir fortalecidos, la unidad
latinoamericana y caribeña es utopía porque es realidad. Otra vez
Latinoamérica enfrenta la disyuntiva de poner fin a la hegemonía
imperialista cristalizando el sueño bolivariano y martiano, construyendo
la América libre, justa, autónoma, con una real autodeterminación, o
padecer las lacerantes atrocidades que la historia registra y siguen
repitiéndose, las dictaduras, la desigualdad, el despojo, la explotación
podrían profundizarse aún más, la disyuntivas es la humanidad frente a
la barbarie.
VI
La semilla de
nuestra identidad florece en el quehacer humilde y descalzo de los
pueblos, la cultura refleja la grandeza del ser latinoamericano con una
filosofía propia y universal, Nuestra América es la utopía que nos mueve
al porvenir, la unidad e integración son sueños necesarios, y es que
estamos integrados con una sola identidad unidad en la realidad,
fortalecerla y protegerla es parte de la militancia de la vida en las
geografías nuestras, la esperanza sobrevive en estas tierras al perjurio
y la soberbia, la dignidad nos hace ser virtuosos y útiles para la
humanidad, la América nuestra vive en la memoria de nuestros pueblos,
vive en nosotros ahora que la honramos celebrando su identidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario