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jueves, 21 de julio de 2016

OTAN: gatillera de guerra nuclear



John Saxe-Fernández
La Jornada
Hoy hemos decidido declarar la capacidad operativa inicial (COI) del sistema de misiles de defensa (SMD) de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Así lo anunció Jens Stoltenberg, secretario general, en la cumbre de esa alianza militar, con el aplauso de Obama, Merkel, Cameron, Hollande y suspicacias a granel de dentro y fuera. La OTAN todavía hoy opera con Estados Unidos a cargo, ya que éste sufraga casi tres cuartas partes de su presupuesto anual. Se trata además de una COI que sigue sujeta a la dinámica de guerra general nuclear que enfrentarían a Estados Unidos y Rusia en una eventualidad catastrófica. En realidad Stoltenberg se refirió al Sistema Nacional Antibalístico de Estados Unidos (SNA) que esa potencia instala en Europa, parte de toda la infraestructura nuclear y balística bajo su comando, control y operación, con decenas de miles de millones de dólares invertidos, en su mayoría a favor de grandes firmas aerospaciales estadunidenses, que aplaudieron la abrogación del Tratado Antibalístico, ABM, obstáculo a la desestabilización nuclear y a fabulosos negocios.
El SMD es careta de una OTAN en papel de conspicua gatillera de guerra nuclear, que asume como suya, sin consulta ciudadana, la agresividad estratégica de Estados Unidos, que conduce a la instalación de respuestas automáticas ante un SNA a pocos minutos de las plataformas rusas de lanzamiento terrestre. ¿Puede alguien imaginar el belicismo estadunidense ante un hipotético sistena antibalistico ruso en las narices del Pentágono? Ya se vivió algo así en 1962, al borde de una guerra nuclear. Ahora sería como que Rusia colocara parte integral de su sistema antibalístico en Chihuahua y Alberta para proteger a Estados Unidos de algún Estado canalla y luego usara una coalición latinoamericana, pagada por Rusia y con Estados Unidos como principal amenaza, para el manejo conjunto de un sistema antibalístico regional. Ante tal eventualidad, algún líder sensato de Estados Unidos clamaría, con razón, que “eso que Rusia pone en funcionamiento en Chihuahua y Alberta es automáticamente parte de toda la infraestructura nuclear rusa… parte integral de la capacidad nuclear de Rusia”. Esa fue la razón esgrimida por Vladimir Putin al plantear la médula de la iniciativa del gobierno de Bush para instalar sistemas antibalísticos, interceptores y radares en las proximidades de Rusia (ver Acoso estratégico, La Jornada, 16/12/07).
Ese despliegue hecho por Bush persiste con Obama y ahora el riesgo de guerra es tan alto –o mayor– que en 1962, ya que el empuje de la OTAN hacia el este, en violación de acuerdos con Gorbachov, trasladó el epicentro de la guerra fría de Berlín a Ucrania, luego del golpe de estado de febrero, 2014, articulado por Estados Unidos para instalar un régimen anti-ruso que reprime con bandas neo-nazis a la población ruso-parlante.
Moscú percibe el SNA como lo que es: una amenaza directa. En palabras de la cancillería rusa: Todavía percibimos las acciones destructivas de Estados Unidos y sus aliados en el área antibalística, como una amenaza directa a la seguridad global y regional (NYT, 12/3/16).
Tratar de neutralizar la capacidad rusa de segunda respuesta, desde plataformas de lanzamiento en Rumanía o Polonia es correr riesgos catastróficos. La puesta en escena de la OTAN en papel de gatillera nuclear se anunció en momentos en que Ashton Carter, secretario de defensa estadunidense, colocó a Moscú por encima del Estado Islámico como principal amenaza a la seguridad su país, mientras la OTAN realizaba provocaciones bélicas en la frontera de Rusia.
Fue pocos días antes de la cumbre de la OTAN y de una histeria belicista sobre la agresión rusa en Ucrania y su expansión hacia los países bálticos y Polonia, azuzada por radio, prensa y TV, que altos cargos alemanes llamaron a la cordura pronunciándose contra posturas belicistas de alto riesgo. El general Petr Pavel, presidente del Comité Militar de la OTAN, dijo que el despliegue de batallones que estaría realizando la alianza en esos países, no era un acto militar, sino político. Aclaró que no es la intención de la OTAN crear una barrera militar contra una agresión rusa a gran escala, porque tal agresión no está en la agenda ni existen evidencias de los servicios de inteligencia que sugieran tal cosa.
Lo que no amainó fue el escepticismo sobre el manejo conjunto, dada la integración operativa del SMD a la estructura y dinámica del SNA. Oficiales franceses escépticos de la COI advirtieron que su oposición al SMD no tiene nada que ver con la oposición de Rusia y las medidas defensivas que le acompañan, sino con dudas de que el SMD esté realmente “bajo control de la alianza… y no bajo control de EU” (WSJ,18/5/16). Pero, yendo un poco más a fondo, ¿no es ese SMB y la fabricación de un enemigo, intentos para dar vigencia a la OTAN, plagada de anacronismos y de una riesgosa colonialidad estratégica, cuando la seguridad europea debe estar en manos europeas? Es hora de preguntar, con Stephen Kinzer (ICH,9/7/16), ¿Es la OTAN necesaria?

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