En
resumidas cuentas, el lamentable caso va a significar que los atletas
rusos no podrán participar en los Juegos de Río de Janeiro. Así lo
decidió la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF),
tras seguir las recomendaciones de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA,
por sus siglas en inglés). Basándose sobre todo en el llamado informe
McLaren, la WADA solicitó al Comité Olímpico Internacional (COI) que la
prohibición se extendiera a toda la delegación rusa. El COI tomó una
decisión salomónica: se negó a adoptar ese mayúsculo castigo colectivo y
dictaminó que cada federación daría el permiso de participación solo a aquellos deportistas rusos sobre los que no pese sospecha o sanción de dopaje.
Sancionar a todos los deportistas rusos sin excepción no solo habría restado competitividad y espectacularidad a los Juegos de Río sino que también habría supuesto estigmatizar a Rusia como nación. Como sugiere el presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, "es imposible pensar y asimilar que se elimine a un país entero" porque "hay que respetar a los deportistas" que no han ingerido sustancias prohibidas.
Es evidente que se pretende arruinar la reputación deportiva rusa y por extensión fortalecer el clima de tensión política existente hacia Moscú.
Por desgracia, los Juegos se han convertido de nuevo en una palanca de confrontación política. Eso recuerda a la que ya se vivió en 1980 cuando Estados Unidos y otros 65 países aliados, aproximadamente, boicotearon la cita olímpica de Moscú como medida de protesta por la invasión militar soviética de Afganistán.
Tampoco es casualidad que todo este enorme embrollo fuera destapado por la prensa occidental (alemana y norteamericana) en diciembre de 2014, tras el brusco enfriamiento de las relaciones entre Rusia y EEUU a consecuencia de la crisis en Ucrania.
Además, algunos detalles del asunto no huelen bien.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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El
presidente del COI, el alemán Thomas Bach, fue muy criticado por no
plegarse a los deseos de la WADA. Le han linchado mediáticamente por
"haberse lavado las manos" como si fuera Poncio Pilatos. Otros le han
acusado de "achantarse" (acobardarse) ante las presiones del Kremlin y
los patrocinadores comerciales. Creen que Bach ha antepuesto el
multimillonario contrato por los derechos de transmisión en televisión
de las pruebas deportivas suscrito con la cadena estadounidense NBC.
Bach
hizo lo correcto. Eliminar a un deportista de élite simplemente por el
hecho de ser ruso, aunque haya pasado 10 controles y no haya dado
positivo en ninguno de ellos, supone violar la Carta Olímpica cuyo sexto
principio fundamental, casi relegado al olvido, dice lo siguiente: "El
disfrute de los derechos y libertades enunciados en esta Carta Olímpica
se asegurará sin discriminación de ningún tipo, como raza, color, sexo,
orientación sexual, idioma, religión, opinión política o de otra índole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición".Sancionar a todos los deportistas rusos sin excepción no solo habría restado competitividad y espectacularidad a los Juegos de Río sino que también habría supuesto estigmatizar a Rusia como nación. Como sugiere el presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alejandro Blanco, "es imposible pensar y asimilar que se elimine a un país entero" porque "hay que respetar a los deportistas" que no han ingerido sustancias prohibidas.
Cualquier
decisión habría sido perjudicial para el olimpismo, pero la expulsión
habría tenido peores consecuencias pues incluso quienes pedían un
escarmiento ejemplar para Rusia admiten que ese país es una
superpotencia polideportiva a todos los niveles, principalmente en el
organizativo.
Pero las críticas no cesan puesto que algunos
periodistas británicos ya cuestionan la idoneidad de Moscú para albergar
la Copa Mundial de Fútbol que debe celebrarse en 2018.Es evidente que se pretende arruinar la reputación deportiva rusa y por extensión fortalecer el clima de tensión política existente hacia Moscú.
Por desgracia, los Juegos se han convertido de nuevo en una palanca de confrontación política. Eso recuerda a la que ya se vivió en 1980 cuando Estados Unidos y otros 65 países aliados, aproximadamente, boicotearon la cita olímpica de Moscú como medida de protesta por la invasión militar soviética de Afganistán.
Tampoco es casualidad que todo este enorme embrollo fuera destapado por la prensa occidental (alemana y norteamericana) en diciembre de 2014, tras el brusco enfriamiento de las relaciones entre Rusia y EEUU a consecuencia de la crisis en Ucrania.
Además, algunos detalles del asunto no huelen bien.
El
informe incriminatorio corrió a cargo del abogado canadiense Richard
McLaren. El documento tiene como piedra angular el testimonio de Grigori
Rodchenkov, quien fuera el director del centro antidopaje en Moscú
(RUSADA). Rodchenkov declaró a McLaren que Rusia puso en marcha un
programa estatal de dopaje durante cuatro años que se extendió a los
Juegos de Londres (2012) y de Sochi (2014). Rodchenkov le dijo que creó
sustancias ilegales para ayudar a los atletas olímpicos rusos a competir
mejor y que cambió las muestras de orina fraudulentas por otras limpias
de modo que pudieran evadir la detección. Para ello, según explicó, se
sirvió hasta de la ayuda de un agente del FSB, el servicio secreto ruso.
McLaren
sostiene que Rodchenkov era "una persona creíble y sincera en el
contexto de la investigación" (página 23 del informe), pero también
admite que las alegaciones formuladas contra él por varias personas y
representantes institucionales "podrían afectar su credibilidad en un
contexto más amplio". McLaren calla que Rodchenkov se vio salpicado en
2011 en un juicio por venta de anabolizantes que implicaba a su hermana.
Y que probablemente por esa razón, en febrero de ese año, intentó
suicidarse clavándose un arma blanca en el pecho. Fue ingresado de
urgencia en el pabellón psiquiátrico del Hospital Sklifosovsky de Moscú,
donde permaneció dos meses y donde le diagnosticaron un "episodio
depresivo grave con síntomas psicóticos". Con estos serios antecedentes
médicos, ¿es realmente fiable esta persona?
Otro
punto oscuro de toda esta historia gira alrededor de Vitali Stepánov,
quien ya en 2010 denunciara estas malas prácticas a la WADA. ¿Por qué
sus acusaciones no prosperaron entonces y ahora sí lo han hecho? Porque
la situación geopolítica internacional era completamente diferente a la
actual. En otras palabras, porque Rusia era en aquel tiempo un aliado de
Occidente.
Bach acusó a la WADA de negligencia porque toda esta
tormenta podría haberse evitado si la Agencia Mundial Antidopaje hubiera
investigado a tiempo las denuncias vertidas por Stepánov. Los
funcionarios de esa organización se defienden diciendo que no tenían la
autoridad para actuar de oficio hasta que se revisó el código antidopaje
en 2015, pero hay pasajes de la antigua normativa que pueden
interpretarse de forma diferente, incluido uno que afirmaba que los
papeles y responsabilidades de la WADA incluyen cooperar con
"organizaciones y agencias relevantes nacionales e internacionales,
incluyendo pero sin limitarse a facilitar estudios e investigaciones".LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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