Arturo Balderas Rodríguez
No podía ser de otra
manera. Donald Trump convirtió el máximo acto político de su partido en
un gran espectáculo mediático al que pudo haber llamado
Yo Trump, el salvador. Hizo de la convención en la que se formalizó su candidatura, una edición especial de su show El Aprendiz, o mejor aún, del concurso de Miss Universo. Aunque en este caso fueron su familia y adeptos los que desfilaron en la pasarela, ante miles de sus admiradores.
Cada cuatro años cuando los partidos ungen a sus candidatos, el
folclore, la chabacanería y el drama son los ingredientes
indispensables. En esta ocasión, en una convención poco común, el drama y
las sorpresas superaron todo lo previsto. Fuera del ritual, su esposa y
cuatro de sus hijos tuvieron participaciones en las que ensalzaron las
cualidades del esposo y padre.
La no menos sorpresiva presencia de Ted Cruz quien, en una arriesgada
jugada y con la mira puesta en 2020, se negó a respaldar la candidatura
de Trump, lo que le valió el repudio de los convencionistas que
abarrotaban el lugar. Pero todo eso es anécdota. Lo que no es anécdota
es lo poco que queda del Partido Republicano, como se le conocía.
Parafraseando lo que escribió el comentarista conservador David Brooks
en su columna del New York Times: el partido ha muerto, viva el partido. Los republicanos deberán encontrar su nuevo perfil.
Trump intentó delinear los que debieran ser ideales del partido y,
por extensión, las coordenadas en las que se fundamentará la
transformación del país: aislacionismo, proteccionismo y nacionalismo a
ultranza, como sus ejes fundamentales. En contradicción abierta con los
republicanos, de su proyecto se deriva la necesidad de un gran gobierno,
el incremento en los servicios y la ampliación de la deteriorada
infraestructura del país, y en especial, la derogación de los tratados
de libre comercio, políticas que están. Reiteró su proyecto de reducir
impuestos y establecer un régimen en el que predomine el orden y la ley.
Por supuesto, no adelanto cómo hará para que propuestas tan disímbolas
cuadren.
Distopía, desaliento, oscuridad y caos fueron adjetivos que
repitieron varias veces quienes, encabezados por Trump, hablaron durante
la convención. Lo cierto es que a contracorriente de esa imagen, existe
una realidad que poco tiene que ver con ese sombrío panorama: la
economía se ha recuperado paulatinamente, se redujo el déficit fiscal,
el desempleo ha llegado a su nivel más bajo en varias décadas, los
servicios sociales se han incrementado, el crimen se ha reducido año con
año, y la tolerancia ha crecido en amplios sectores sociales.
Entre los republicanos persiste la parte más oscura y retrógrada de
su política conservadora. Una muestra está contenida en algunos
capítulos de la plataforma que hace unos días die- ron a conocer:
permitir y promover expresiones religiosas en el sistema público y
privado de enseñanza, respeto a la familia tradicional encabezada por un
hombre y una mujer, en ese orden; privilegiar el uso del carbón como
energético y la implícita negación del cambio climático, construcción de
una gran muralla en la frontera con México; incrementar los castigos a
las personas acusadas de usar drogas y alcohol.
Después de esta turbulenta semana, no está del todo mal augurar una mejor para la que se inicia.
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