Definitivamente
el Estado Islámico no intimida integralmente a Estados Unidos, sino que
es principalmente un mecanismo de manipulación a través del cual se
aterroriza a la población con el fin de domesticar sus conciencias.
Confirma esta afirmación cuatro evidencias incontrastables.- EE.UU. no ha sufrido el embate trágico del terrorismo en su territorio.
La verdad es que estos tres hechos han sido comprobados como banderas falsas ya que los estudios científicos demostraron claramente que la edificación fue destruida a través de una demolición programada y que Arabia Saudí proporcionó las personas involucradas. La inexistencia de un avión que se estrelló supuestamente en el Pentágono y el descubrimiento de un misil en vez de motores, cuerpos o alas, confirmó la falsedad. En cuanto al ataque explosivo atribuido a los hermanos Tsarnaev, se ha hecho público que Daesh manifiesta a través de sus páginas que atentará contra dicho país si condenan a aquel que permanece vivo. Lo que se conoce es que dicha información ha sido fabricada por agencias de prensa que han creado supuestas páginas de EI para confundir a la opinión pública.
- Toda la programación televisiva, de prensa, radio e internet, está dirigida a crear terror a la presencia de árabes, rusos, chinos y colombo-venezolanos.
Sin contar con la propaganda diaria en contra de Rusia, China, Irán, Corea del Norte y Venezuela, entre otros, lo que se pretende es aterrar a la sociedad estadounidense para que se confunda y cree un odio atroz a todo lo que pueda significar gente diferente.
- Se oculta la situación interna de alta violencia cotidiana y contra la población, insistiendo en la defensa ante el terrorismo.
Ello está conduciendo a una situación de violencia que es escondida a través de los medios por obra de una prensa manejada por intereses perversos.
- La situación geográfica de EE.UU. permite que los conflictos donde interviene sean difíciles de expresarse en dicha nación.
Lo que sí es evidente es que el régimen de Obama no tiene ningún interés en derrotar a su supuesto enemigo porque éste le ha servido para debilitar a todos los gobiernos que no acatan sus órdenes de dejarse expoliar, comenzando este siglo por Sadam Hussein y Gadafi, y continuando por otros mecanismos con mandatarios progresistas de América Latina como Hugo Chávez, Cristina Fernández, Dilma Roussef, los que han sufrido con otros la virulencia de una encarnizada persecución.
Por tanto, todos los discursos sobre la persecución a Daesh, la crítica al uso de armas de modo indiscriminado, el deseo de defender a esta nación de los takfiríes, son solamente una bandera falsa pues toda la política oficial está destinada a su contrario: ayudar al EI (sin contar con los frecuentes “errores” de la Coalición que eliminan a quienes los combaten), incentivar el consumo de armas producto del terror a ser invadidos o agredidos y la vinculación del país a toda agresión armada a pueblos indefensos, lo que contrasta con las declaraciones sobre la dignidad y la paz.
Nadie puede negar que los atentados a regímenes neocoloniales que auspician el terrorismo se detenga pues es un resultado de su doble moral. Sin embargo, hoy día, Daesh es una grave amenaza para las naciones que desean mantener su independencia económica y política, establecer relaciones de buena vecindad y mantener a sus pueblos en un desarrollo sostenible. De ningún modo, pese a las proclamas o débiles atentados, Estado Islámico es un peligro estructural para las potencias que lo financian y estimula. Esa es la realidad internacional y no cabe duda de su veracidad.
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