Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
En Estados Unidos las cláusulas de los contratos con instituciones
financieras incluyen leyendas con las que, por ejemplo, obligan a los
tarjetahabientes a aceptar que quienes presentan un problema con su
cuenta pueden elegir resolver cualquier reclamo mediante el arbitraje
individual Foto Ap
El perturbador reportaje en tres entregas en The New York Times (NYT), de
los excelsos reporteros Jessica Silver-Greenberg, Robert Gebeloff y
Michael Corkery, espléndidamente resumido por Amie Tsang, deja
estupefacto a un lector que haya podido conservar su alma en medio del
imperante hipermaterialismo global.
Amie Tsang resume y rezuma que
decenas de millones (¡supersic!) de ciudadanos de Estados Unidos han renunciado a su derecho constitucional para acudir siquiera un día a los tribunales aun sin saberlo, debido a que las trasnacionales
han estado insertando cláusulas individuales de arbitraje en los contratos de empleo y de usuarios, dando la vuelta a los tribunales y previniendo a la gente de emprender juicios de acción colectiva(http://goo.gl/rMWDgE).
Las
cláusulas pueden ser solamente pocas palabras, como aquellas con las que obligan a los tarjetahabientes en sus contratos de tarjetas de crédito, al señalar que quienes presentan un problema con su cuenta
pueden elegir resolver cualquier reclamo mediante el arbitraje individual.
Tal
movimientofue ingeniado hace más de una década por
una coalición de empresas de tarjetas de crédito y de menudistas de Wall Street quienes deseaban aislarse (sic) de los juicios legales muy costosos, lo que llevó a dos sentencias de la Suprema Corte que
prohibían los juicios de acción colectiva en los contratos.
El arbitraje individual, cuyo recurso no pocas veces aparece en forma misteriosa en las
letras pequeñasde los contratos amañados, otorga un ventaja descomunal a las omnipotentes trasnacionales frente a la orfandad jurídica del individuo decente.
¿Pretenden los banqueros de Estados Unidos demoler la icónica Estatua
de la Libertad, cercana a Wall Street, para establecer en su lugar la
liturgia del paleobíblico becerro de oro?
La proliferación de prohibición de juicios de acción colectiva ha
orillado a que los fiscales en 16 estados adviertan –en una carta a la
Oficina de Protección (sic) Financiera al Consumidor– que tales
prácticas ilegales (sic) de las trasnacionalespodrían florecer aún mas.
Los fiscales consideran
haber perdido un instrumento para exponer los patrones de abuso de las trasnacionales.
Amie Tsang, quien se basó en dos de las tres entregas estrujantes del NYT (http://goo.gl/qL1ZXS) y (http://goo.gl/EccIUN), sintetiza que
miles de negocios, desde las prácticas de obstetricia, pasando por las escuelas privadas (sic), hasta las megatrasnacionales, han usado el arbitraje como un sistema alterno de justicia. La tercera entrega del NYT versa sobre el otro polémico
arbitraje religioso(http://goo.gl/iZRqOO).
¡Y eso que todavía las trasnacionales no implementan sus ominosos tres tratados plutocráticos TPP/TTIP/TISA (http://goo.gl/zIEccW) que aniquilan al individuo!
Ahora
miles (sic) de casos entablados por los querellantes individuales sobre reclamos como la mala práctica médica y la muerte por negligencia se deciden tras bambalinas.
En forma insólita, en el país que ostenta la mayor (des)información per cápita del planeta,
poco se sabe sobre el arbitraje, debido a que sus procedimientos son confidenciales (¡supersic!) y el gobierno no requiere que los casos sean reportados.
En la macabra ambientación de la desregulada globalización financierista que controla la bancocracia de Wall Street (http://goo.gl/zzUclr)
–que ahora se arroga el lujo de despojar al ciudadano de sus derechos
elementales de defensa judicial–, las reglas y sentencias del arbitraje
tienden (sic) a favorecer a los negocios, cuando los
árbitros han sustituido a los jueces y a los jurados, ya que
consideran comúnmente a las empresas como sus clientes.
Nada nuevo bajo el sol sobre las conductas inicuas:
con el fin de otorgar resultados favorables a las empresas, algunos (sic) árbitros han distorsionado o pisoteado llanamente las leyes.
Existe una simbiosis judicial, para no decir incesto, entre los venales árbitros y los negocios en Estados Unidos, ya que a los
árbitrosles conviene establecer
lazos íntimoscon las empresas para atraer un mayor número de negocios a su molino:
entre 41 árbitros, cada uno ha manejado 10 o más casos para una empresa entre 2010 y 2014.
Anthony Kline, juez de apelación de California, aduce que
juzgar en forma privada es un oxímoronya que
las empresas y los árbitros tienen una razón económica para decidir en favor de los jugadores que repiten.
¿Quién juzga a los árbitros venales?
La mayoría de las veces, los querellantes pierden sus casos, incluso cuando las decisiones de los árbitros causan
sustancial injusticia.
Ahora resulta que los árbitros reconocen estar secuestrados por las
empresas, pero son impotentes cuando han hecho de la deliberada
injusticia un modus vivendi y operandi: ¡el
síndrome de Estocolmojudicial!
Los óptimos investigadores Jessica Silver-Greenberg y Robert Gebeloff aducen que el uso del
arbitraje legal (sic) ha permeado en cada rincón de las vidas de los estadunidenses, dañando a la gente desde su cuna hasta su muerte.
Myriam Gilles, profesora de leyes, arguye que el arbitrario manejo del arbitraje
constituye la privatización del sistema de justicia, donde los
estadunidenses están siendo activamente privados de sus derechos.
Los investigadores exhiben que
muchas de las empresas y marcas con las que los consumidores interactúantienen cláusulas de arbitraje escritas
en letras pequeñasen los
términos de sus servicios, como las omnipotentes trasnacionales AT&T y Starbucks (http://goo.gl/waoB9T), las cuales, por cierto, se están apoderando del “México neoliberal itamita”.
Lo peor es que “en los años recientes se ha vuelto cada vez más
difícil presentar solicitud de una tarjeta de crédito, el uso de un
celular, un servicio de Internet o de cable o la compra on-line, sin aceptar el arbitraje privado. Lo mismo aplica para obtener un empleo (¡supersic!) o rentar un carro”. ¡Qué horror sin honor!
Algunos jueces han catalogado las prohibiciones de acciones judiciales colectivas como un
permiso para salir libre de las cárceles, ya que
es casi imposible que un solo individuo pueda demandar a una trasnacional con vastos recursos.
William G. Young, juez federal en Boston, quien fue nombrado por el presidente Reagan, comentó que el arbitraje
se encuentra entre los más profundos giros de nuestra historia legal, ya que,
en forma ominosa, los negocios tienen una alta probabilidad de optar por salirse del sistema legal vigente y conducirse de pésima manera sin ningún reproche.
¿Cómo andarán las cosas en el “México neoliberal itamita”, donde los ciudadanos impugnan la ausencia de
justiciaen general, y en particular en la presidencia del controvertido Tribunal Superior de Justicia (sic) del DF, que destila un fuerte olor a azufre?
Una cosa es seducir y/o comprar la justicia pública de los venales
jueces penales –práctica muy socorrida por las trasnacionales–, y otra
es privatizarla.
La
privatización de la justiciaen Estados Unidos por la bancocracia constituye la quintaesencia de la impotencia y la indefensión del ciudadano esclavizado por las
leyesdel mercado y su emblemático becerro de oro.
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