La
campaña electoral, de prolongada duración y extensa en presencia
nacional se desarrollaba sobre cauces aceptables para los llamados
“poderes fácticos” demócrata y republicano, con una calma solo alterada
por los mayoritarios, sorpresivos y persistentes márgenes de aceptación
recibidos en las encuestas por aspirantes recién llegados, sin
experiencia en los manejos de gobierno y en las lides electorales, tales
como Donald Trump
y Benjamin Carson, en el lado republicano, y el aislado, excepcional, y
autotitulado “social demócrata”, senador independiente por Vermont, Bernard Sanders, por la parte demócrata.
La complacencia llegó a su fin el 25 de septiembre pasado con el “putsch” orquestado por los congresistas republicanos del Freedom House Caucus, cuando intentaron sin éxito apoderarse de la Presidencia de la Cámara de Representantes, el tercer cargo en jerarquía dentro del Estado norteamericano. A pesar de que la campaña se encontraba en una fase preliminar, el intento de golpe hizo sonar fuertemente la alarma en el sector político dominante del país.
En el escaso mes transcurrido desde esa fecha, el “establshment” ha lanzado la contraofensiva en tres direcciones principales:
Una primera reacción de instintiva defensa por parte de los republicanos (y que contó inicialmente con el apoyo pasivo y después de manera activa de los demócratas) fue asegurar que el cargo de Presidente de la Cámara (Speaker, como lo designan en idioma inglés) se mantuviese en manos confiables para los intereses del “establishment”.
El consenso recayó en la figura del congresista por Wisconsin, Paul Ryan, de impecables credenciales conservadoras. Desde 1999 ha sido electo sucesivamente como representante por el primer distrito de Wisconsin y está ejerciendo el cargo por octava vez. En las elecciones presidenciales de 2012 acompañó a Mitt Romney como vicepresidente de la boleta presidencial.
Con 45 años de edad es considerado como uno de las más destacados integrantes de la nueva generación de legisladores republicanos, bien visto por los originales elementos del Tea Party, es identificado como “conservador fiscal”. De 2011 a 2015 fue presidente del Comité de Prespuesto (Budget Committee) de la Cámara y en 2015 ocupó el mismo cargo en el poderosísimo Comité de Medios y Arbitrios (Ways and Means Committee), que se ocupa de temas relaciones con los impuestos y contribuciones y las asignación de fondos a los órganos federales.
En la votación de la bancada republicana el 28 de octubre, Ryan obtuvo 200 votos de un total de 247, mientras que al siguiente día, en el pleno de la Cámara alcanzó 236 votos republicanos y solo 6 en contra que fueron para Daniel Webster, el preferido del Freedom House Caucus, sellando con ello cualquier ilusión de los “putchistas” que quedaron totalmente aislados. Ryan puso como objetivo principal de su gestión, lograr la unidad republicana, difícil objetivo a lo cual está obligado porque al asumir el cargo de Speaker, se convierte de manera no formal en el líder del partido republicano, ya que se convierte en el republicano que más alto cargo ocupa en la nación.
La labor inicial de Ryan en su nuevo cargo ha sido facilitada por los resultados alcanzados por el “establishment” demócrata-republicano en un segundo frente: la aprobación de una ley eliminando el límite de la deuda federal y asignando los fondos necesarios para los gastos federales hasta marzo de 2017, cuando ya habrá en funciones otro presidente de la Nación.
La aprobación de esta ley (un documento de 144 páginas inusualmente corto para este tipo de tema) se logró en ritmo acelerado y con abrumador consenso “bipartidista”, si se toma en cuenta que han sido asuntos muy controvertidos durante los últimos cinco años entre el Congreso de mayoría republicana y la Casa Blanca demócrata, sobre todo a partir de que con el auge del movimiento Tea Party, los republicanos se hicieron con la mayoría parlamentaria en ambas cámaras legislativas federales.
En una breve sesión del 28 de octubre, la Cámara aprobó el proyecto de ley por 266 votos a favor y 167 en contra, con la particularidad que el 100% de los 187 representantes demócratas lo hizo a favor, acompañados por solo 79 (32%) de los republicanos. Todos los 36 integrantes del Fredom House Caucus que han sido identificados como tales por el Pew Research Center (la organización no revela públicamente quiénes son sus miembros) estaban entre los 167 congresistas republicanos que votaron en contra del proyecto de ley.
Al día siguiente, en una sesión curiosamente convocada para comenzar inusualmente a las 12:01 a.m. (el momento más temprano en que las normas permitían volver a reunirse para analizar el proyecto de ley) y que duró hasta muy entrada la madrugada, el Senado aprobó la ley con 65 votos a favor y 35 en contra, donde también se puso de manifiesto una posición “bipartidista”.
De esta forma, la ley quedó lista para ser firmada por el presidente Obama antes de que el 3 de noviembre se cumpla el plazo en que el gobierno de los Estados Unidos pudiera verse obligado a declararse en mora. La ley aprobada estipula dejar sin efecto el techo de la deuda hasta marzo de 2017, así como la autorización para incrementar los gastos hasta la misma fecha, en 112 mil millones de dólares para gastos militares y sociales, internos y externos.
De esta forma se allana el camino para la aprobación de los presupuestos de los años fiscales 2016 y 2017.
Con las acciones en estos dos frentes, el “establishment” bipartidista republicano-demócrata logró hacer “entrar por el aro” a los levantiscos “putschistas” del Freedom House Caucus y restablecer por el momento un funcionamiento normal y ordenado del cuerpo legislativo federal. La esperanza es que esta “tregua” dure mientras transcurra el proceso de las elecciones presidenciales y hasta que se instale en la Casa Blanca la / el presidenta / e que sea electo en noviembre de 2016. El flamante nuevo Speaker Paul Ryan tendrá en esto su mayor desafio.
Otro frente de batalla del “establishment” está orientado a promover una campaña mediática para respaldar y reafirmar las aspiraciones presidenciales de los candidatos ligados a las estructuras de liderazgo politico, tanto demócratas como republicanas, fortaleciendo la imagen de personas como Hillary Clinton y de Marco Rubio, Jeb Bush, Chris Christie y John Kasich, quienes están entre los políticos profesionales que pueden tener posibilidades de pasar a la fase de las elecciones primarias a partir del 1º de febrero de 2016.
En el terreno de los demócratas la situación tiene contornos más definidos con el reforzamiento en las últimas semanas de la imagen y la actuación de Hillary Clinton y el hecho de que en la etpa de elecciones primarias sólo le queda un rival de consideración, el senador Bernard Sanders, cuya permanencia en la lucha electoral podría ser más beneficioso que perjudicial para el fortalecimiento de la candidatura de Clinton, ya que los líderes del ala “liberal” o “progresista”, parecen inclinados a dejar a Sanders a merced de sus propias fuerzas, sin apoyarlo para crear una plataforma de movilización popular que lo convierta en un contendiente con reales posibilidades de alcanzar la nominación.
Analizada desde el actual panorama preliminar de la campaña electoral, la situación es algo más complicada en el campo republicano por la atomización en sus filas, que provoca la existencia de catorce aspirantes, a pesar de que más de la mitad en la práctica ya están descartados porque, como ya hemos expuesto en un artículo anterior no cuentan con las más elementales fuerzas políticas, financieras u organizativas para sostener sus campañas. El político que en las últimas semanas ha sido objeto de mayor atención mediática es el senador Marco Rubio, a quien se le trata de presentar como una alternativa viable frente a Jeb Bush. Así se ha reflejado en los numerosos comentarios de la prensa de los Estados Unidos sobre el desarrollo del tercer debate entre los candidatos republicanos celebrado el miércoles 28 de octubre en Boulder Colorado, en la mayor parte de los cuales se resalta como punto principal el enfrentamiento (realmente intrascendente) entre Bush y Rubio a propósito de las frecuentes ausencias del segundo a las votaciones en el Senado. Estas incidencias son empleadas para aupar a Rubio como un candidato viable, a pesar de que mucho le resta en términos de experiencia, preparación, respaldo financiero y organización para poder ser considerado como candidato viable para la etapa final de las elecciones generales. La razón principal de este trato cuidadoso hacia Rubio, es que Jeb Bush hasta el momento, no ha estado a la altura de las expectativas que lo daban como un candidato imbatible entre los republicanos.
Esta pugna entre Bush y Rubio podrá tornarse más acalorada en los meses, semanas y días que restan hasta que se celebren las elecciones primarias en Florida el 15 de marzo de 2016. Si ambos se mantienen en la campaña hasta esa fecha, solo el que gane ese día podrá mantenerse en la contienda.
Paralelamente el “establishment” emplea sus fuerzas en un tercer frente: “poner en su lugar” a los aspirantes intrusos que se han colocado como punteros según las encuestas: Donald Trump y Benjamin Carson. Ninguno de ellos dos debe sostenerse toda la etapa de las elecciones primarias. Desde el punto de vista financiero, en estos momentos (contrario a lo que proyecta su imagen de empresario mil millonario) Donald Trump es el más vulnerable. El 30 de septiembre, en las arcas electorales de Trump había disponible $300 mil dólares; lo recaudado en el tercer trimestre fueron $3,9 millones; y la recaudación total desde que inició la campaña: $5,9 millones. Dinero a todas luces insuficiente para sostener una campaña viable. A Carson le ha ido mejor. El 30 de septiembre tenía a su disposición $11,3 millones de dólares; había recaudado $20,8 millones en el tercer trimestre del año y $31,4 millones desde que comenzó la campaña, pero sus gastos totalizaron $14 millones, la mayor parte gastado… en recaudar dinero.
Pero lo que ha cambiado para ambos candidatos es la acogida que reciben en los grandes medios de prensa, particularmente en el caso de Trump. Es notorio la manera en que Trump es ridiculizado por los comentaristas y articulistas y hasta el tratamiento recibido en el debate presidencial del 28 de octubre.
Pero el efecto aún no se percibe sensiblemente en las encuestas. Asi todo, según el promedio ponderado realizado por RealClearPolitics sobre las mediciones hechas por cuatro de las principales empresas de encuestas en el 30 de octubre en el ámbito nacional, Trump ocupaba el primer lugar con 26,8. La situación de las encuestas similares en el estado de Iowa eran desfavorables para Trump; el 26 de octubre, el promedio era de 20,6% para Trump, por detrás de Carson, con 29,6%. Sin embargo, Trump mantenía ventaja en las encuestas en los otros dos estados que primero celebran las elecciones primarias: en New Hampshire, según mediciones correspondientes al 30 de octubre: Trump, 30%; Carson, 13,3% y en South Carolina, Trump, 33%; Carson, 20%.
Quedan tres meses para que comiencen las elecciones primarias, El proceso electoral aún está en la fase de ensayos. Los acontecimientos de octubre han creado un nuevo clima para el proceso electoral. Según se vaya reduciendo el pelotón de aspirantes podrán definirse con mayor precisión las posibilidades de los candidatos que aún se mantengan en la contienda.
La complacencia llegó a su fin el 25 de septiembre pasado con el “putsch” orquestado por los congresistas republicanos del Freedom House Caucus, cuando intentaron sin éxito apoderarse de la Presidencia de la Cámara de Representantes, el tercer cargo en jerarquía dentro del Estado norteamericano. A pesar de que la campaña se encontraba en una fase preliminar, el intento de golpe hizo sonar fuertemente la alarma en el sector político dominante del país.
En el escaso mes transcurrido desde esa fecha, el “establshment” ha lanzado la contraofensiva en tres direcciones principales:
Una primera reacción de instintiva defensa por parte de los republicanos (y que contó inicialmente con el apoyo pasivo y después de manera activa de los demócratas) fue asegurar que el cargo de Presidente de la Cámara (Speaker, como lo designan en idioma inglés) se mantuviese en manos confiables para los intereses del “establishment”.
El consenso recayó en la figura del congresista por Wisconsin, Paul Ryan, de impecables credenciales conservadoras. Desde 1999 ha sido electo sucesivamente como representante por el primer distrito de Wisconsin y está ejerciendo el cargo por octava vez. En las elecciones presidenciales de 2012 acompañó a Mitt Romney como vicepresidente de la boleta presidencial.
Con 45 años de edad es considerado como uno de las más destacados integrantes de la nueva generación de legisladores republicanos, bien visto por los originales elementos del Tea Party, es identificado como “conservador fiscal”. De 2011 a 2015 fue presidente del Comité de Prespuesto (Budget Committee) de la Cámara y en 2015 ocupó el mismo cargo en el poderosísimo Comité de Medios y Arbitrios (Ways and Means Committee), que se ocupa de temas relaciones con los impuestos y contribuciones y las asignación de fondos a los órganos federales.
En la votación de la bancada republicana el 28 de octubre, Ryan obtuvo 200 votos de un total de 247, mientras que al siguiente día, en el pleno de la Cámara alcanzó 236 votos republicanos y solo 6 en contra que fueron para Daniel Webster, el preferido del Freedom House Caucus, sellando con ello cualquier ilusión de los “putchistas” que quedaron totalmente aislados. Ryan puso como objetivo principal de su gestión, lograr la unidad republicana, difícil objetivo a lo cual está obligado porque al asumir el cargo de Speaker, se convierte de manera no formal en el líder del partido republicano, ya que se convierte en el republicano que más alto cargo ocupa en la nación.
La labor inicial de Ryan en su nuevo cargo ha sido facilitada por los resultados alcanzados por el “establishment” demócrata-republicano en un segundo frente: la aprobación de una ley eliminando el límite de la deuda federal y asignando los fondos necesarios para los gastos federales hasta marzo de 2017, cuando ya habrá en funciones otro presidente de la Nación.
La aprobación de esta ley (un documento de 144 páginas inusualmente corto para este tipo de tema) se logró en ritmo acelerado y con abrumador consenso “bipartidista”, si se toma en cuenta que han sido asuntos muy controvertidos durante los últimos cinco años entre el Congreso de mayoría republicana y la Casa Blanca demócrata, sobre todo a partir de que con el auge del movimiento Tea Party, los republicanos se hicieron con la mayoría parlamentaria en ambas cámaras legislativas federales.
En una breve sesión del 28 de octubre, la Cámara aprobó el proyecto de ley por 266 votos a favor y 167 en contra, con la particularidad que el 100% de los 187 representantes demócratas lo hizo a favor, acompañados por solo 79 (32%) de los republicanos. Todos los 36 integrantes del Fredom House Caucus que han sido identificados como tales por el Pew Research Center (la organización no revela públicamente quiénes son sus miembros) estaban entre los 167 congresistas republicanos que votaron en contra del proyecto de ley.
Al día siguiente, en una sesión curiosamente convocada para comenzar inusualmente a las 12:01 a.m. (el momento más temprano en que las normas permitían volver a reunirse para analizar el proyecto de ley) y que duró hasta muy entrada la madrugada, el Senado aprobó la ley con 65 votos a favor y 35 en contra, donde también se puso de manifiesto una posición “bipartidista”.
De esta forma, la ley quedó lista para ser firmada por el presidente Obama antes de que el 3 de noviembre se cumpla el plazo en que el gobierno de los Estados Unidos pudiera verse obligado a declararse en mora. La ley aprobada estipula dejar sin efecto el techo de la deuda hasta marzo de 2017, así como la autorización para incrementar los gastos hasta la misma fecha, en 112 mil millones de dólares para gastos militares y sociales, internos y externos.
De esta forma se allana el camino para la aprobación de los presupuestos de los años fiscales 2016 y 2017.
Con las acciones en estos dos frentes, el “establishment” bipartidista republicano-demócrata logró hacer “entrar por el aro” a los levantiscos “putschistas” del Freedom House Caucus y restablecer por el momento un funcionamiento normal y ordenado del cuerpo legislativo federal. La esperanza es que esta “tregua” dure mientras transcurra el proceso de las elecciones presidenciales y hasta que se instale en la Casa Blanca la / el presidenta / e que sea electo en noviembre de 2016. El flamante nuevo Speaker Paul Ryan tendrá en esto su mayor desafio.
Otro frente de batalla del “establishment” está orientado a promover una campaña mediática para respaldar y reafirmar las aspiraciones presidenciales de los candidatos ligados a las estructuras de liderazgo politico, tanto demócratas como republicanas, fortaleciendo la imagen de personas como Hillary Clinton y de Marco Rubio, Jeb Bush, Chris Christie y John Kasich, quienes están entre los políticos profesionales que pueden tener posibilidades de pasar a la fase de las elecciones primarias a partir del 1º de febrero de 2016.
En el terreno de los demócratas la situación tiene contornos más definidos con el reforzamiento en las últimas semanas de la imagen y la actuación de Hillary Clinton y el hecho de que en la etpa de elecciones primarias sólo le queda un rival de consideración, el senador Bernard Sanders, cuya permanencia en la lucha electoral podría ser más beneficioso que perjudicial para el fortalecimiento de la candidatura de Clinton, ya que los líderes del ala “liberal” o “progresista”, parecen inclinados a dejar a Sanders a merced de sus propias fuerzas, sin apoyarlo para crear una plataforma de movilización popular que lo convierta en un contendiente con reales posibilidades de alcanzar la nominación.
Analizada desde el actual panorama preliminar de la campaña electoral, la situación es algo más complicada en el campo republicano por la atomización en sus filas, que provoca la existencia de catorce aspirantes, a pesar de que más de la mitad en la práctica ya están descartados porque, como ya hemos expuesto en un artículo anterior no cuentan con las más elementales fuerzas políticas, financieras u organizativas para sostener sus campañas. El político que en las últimas semanas ha sido objeto de mayor atención mediática es el senador Marco Rubio, a quien se le trata de presentar como una alternativa viable frente a Jeb Bush. Así se ha reflejado en los numerosos comentarios de la prensa de los Estados Unidos sobre el desarrollo del tercer debate entre los candidatos republicanos celebrado el miércoles 28 de octubre en Boulder Colorado, en la mayor parte de los cuales se resalta como punto principal el enfrentamiento (realmente intrascendente) entre Bush y Rubio a propósito de las frecuentes ausencias del segundo a las votaciones en el Senado. Estas incidencias son empleadas para aupar a Rubio como un candidato viable, a pesar de que mucho le resta en términos de experiencia, preparación, respaldo financiero y organización para poder ser considerado como candidato viable para la etapa final de las elecciones generales. La razón principal de este trato cuidadoso hacia Rubio, es que Jeb Bush hasta el momento, no ha estado a la altura de las expectativas que lo daban como un candidato imbatible entre los republicanos.
Esta pugna entre Bush y Rubio podrá tornarse más acalorada en los meses, semanas y días que restan hasta que se celebren las elecciones primarias en Florida el 15 de marzo de 2016. Si ambos se mantienen en la campaña hasta esa fecha, solo el que gane ese día podrá mantenerse en la contienda.
Paralelamente el “establishment” emplea sus fuerzas en un tercer frente: “poner en su lugar” a los aspirantes intrusos que se han colocado como punteros según las encuestas: Donald Trump y Benjamin Carson. Ninguno de ellos dos debe sostenerse toda la etapa de las elecciones primarias. Desde el punto de vista financiero, en estos momentos (contrario a lo que proyecta su imagen de empresario mil millonario) Donald Trump es el más vulnerable. El 30 de septiembre, en las arcas electorales de Trump había disponible $300 mil dólares; lo recaudado en el tercer trimestre fueron $3,9 millones; y la recaudación total desde que inició la campaña: $5,9 millones. Dinero a todas luces insuficiente para sostener una campaña viable. A Carson le ha ido mejor. El 30 de septiembre tenía a su disposición $11,3 millones de dólares; había recaudado $20,8 millones en el tercer trimestre del año y $31,4 millones desde que comenzó la campaña, pero sus gastos totalizaron $14 millones, la mayor parte gastado… en recaudar dinero.
Pero lo que ha cambiado para ambos candidatos es la acogida que reciben en los grandes medios de prensa, particularmente en el caso de Trump. Es notorio la manera en que Trump es ridiculizado por los comentaristas y articulistas y hasta el tratamiento recibido en el debate presidencial del 28 de octubre.
Pero el efecto aún no se percibe sensiblemente en las encuestas. Asi todo, según el promedio ponderado realizado por RealClearPolitics sobre las mediciones hechas por cuatro de las principales empresas de encuestas en el 30 de octubre en el ámbito nacional, Trump ocupaba el primer lugar con 26,8. La situación de las encuestas similares en el estado de Iowa eran desfavorables para Trump; el 26 de octubre, el promedio era de 20,6% para Trump, por detrás de Carson, con 29,6%. Sin embargo, Trump mantenía ventaja en las encuestas en los otros dos estados que primero celebran las elecciones primarias: en New Hampshire, según mediciones correspondientes al 30 de octubre: Trump, 30%; Carson, 13,3% y en South Carolina, Trump, 33%; Carson, 20%.
Quedan tres meses para que comiencen las elecciones primarias, El proceso electoral aún está en la fase de ensayos. Los acontecimientos de octubre han creado un nuevo clima para el proceso electoral. Según se vaya reduciendo el pelotón de aspirantes podrán definirse con mayor precisión las posibilidades de los candidatos que aún se mantengan en la contienda.
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